El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y violetas, cuando Lunara reunió a los miembros más importantes del consejo de brujas y a los líderes de la manada en el círculo de piedras. El aire estaba cargado de tensión, y las runas brillaban débilmente, como si estuvieran esperando a que algo sucediera.
Cael observaba desde un lado, manteniéndose cerca de Nya. Aunque seguía desconfiando de ella, no podía negar que había algo en su presencia que despertaba una extraña sensación de familiaridad. Las runas dentro de él vibraban cada vez que ella hablaba, como si reconocieran su energía.
Elara, que había llegado acompañada por Kieran, fue la primera en romper el silencio.
—Lunara, ¿estás segura de esto? Si esta joven tiene una conexión con el Eco, podría ser peligroso para todos.
—Lo sé —respondió Lunara, con un tono firme—. Pero también sabemos que las runas están actuando de manera extraña, y que algo está afectando el equilibrio. Si ella puede ayudarnos a entender lo que está sucediendo, no podemos ignorarlo.
Kieran cruzó los brazos, mirando a Nya con una mezcla de cautela y curiosidad.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
Lunara se giró hacia el círculo de piedras, sus ojos recorriendo las runas que brillaban débilmente.
—Vamos a reforzar la conexión del puente, pero para hacerlo, necesitamos sincronizar nuestras energías con las runas. Eso significa que Cael, Nya y yo tendremos que canalizar nuestra magia directamente hacia ellas.
—¿Y qué se supone que haremos nosotros? —preguntó Selene, líder del consejo de brujas.
—Ustedes nos ayudarán a estabilizar el flujo de energía desde el exterior —dijo Lunara, volviéndose hacia ella—. Si algo sale mal, necesitaré que detengan cualquier sobrecarga antes de que afecte al puente.
Selene asintió, aunque su rostro mostraba signos de preocupación.
—Esto no será fácil. Las runas han cambiado desde que las transformaste, y su magia no responde como antes.
—Lo sé —admitió Lunara—. Pero no tenemos otra opción. Si dejamos que el puente colapse, no solo nuestro mundo estará en peligro; el otro lado también se verá afectado.
Mientras el consejo trazaba nuevos símbolos mágicos alrededor del círculo, Lunara, Cael y Nya se reunieron en el centro para planificar cómo canalizarían sus energías hacia las runas.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó Nya, observando las piedras con cautela.
—Primero, necesitas abrir tu conexión con las runas —explicó Lunara, colocando una mano sobre la piedra central—. Si eres parte del Eco, incluso en una forma fragmentada, tu energía debería ser capaz de sincronizarse con ellas.
—¿Y si no funciona? —preguntó Nya, su voz más suave.
Cael intervino antes de que su madre pudiera responder.
—Entonces sabremos que no estás siendo completamente honesta con nosotros.
Nya lo miró, con una leve chispa de desafío en sus ojos.
—No tengo nada que ocultar.
Lunara observó el intercambio con una expresión neutral antes de continuar.
—Después de que establezcas la conexión, Cael y yo sincronizaremos nuestra magia con la tuya. Si todo sale bien, deberíamos ser capaces de estabilizar las runas y reforzar el puente.
—¿Y si no sale bien? —preguntó Kieran, desde el borde del círculo.
Lunara dejó escapar un suspiro.
—Si algo sale mal, es posible que las runas se vuelvan inestables y que el puente quede expuesto a las energías del otro lado. Por eso necesitamos estar preparados para cualquier cosa.
Mientras los demás terminaban de preparar el ritual, Cael y Nya se quedaron en el centro del círculo. La tensión entre ellos era palpable, pero esta vez fue Nya quien rompió el silencio.
—¿Por qué eres tan desconfiado conmigo?
Cael la miró con incredulidad.
—¿En serio me estás preguntando eso? Llegaste de la nada, dijiste que tienes una conexión con el Eco, y esperas que simplemente confíe en ti.
Nya cruzó los brazos, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y tristeza.
—No elegí esto, ¿sabes? No pedí tener esta conexión. Pero aquí estoy, tratando de ayudar, porque sé lo que está en juego.
Cael apretó los labios, sintiendo una punzada de culpa al ver la sinceridad en su rostro.
—Es difícil confiar en alguien que está vinculado a algo que casi destruyó nuestro mundo.
Nya dio un paso hacia él, su voz más baja.
—Y, sin embargo, aquí estoy, poniéndome en peligro por un mundo que ni siquiera es mío. Tal vez podrías intentarlo.
Cael no respondió de inmediato, pero sus palabras lo dejaron pensando. Finalmente, asintió ligeramente.
—Supongo que lo intentaré.
Nya esbozó una pequeña sonrisa, aunque su mirada seguía siendo seria.
—Eso es un comienzo.
Cuando la noche cayó, el grupo estaba listo. Lunara, Cael y Nya se colocaron en el centro del círculo, mientras el consejo de brujas y los lobos formaban una barrera protectora alrededor de las piedras.
—Recuerden, deben concentrarse completamente en las runas —dijo Lunara, mirando a los dos jóvenes a su lado—. No dejen que nada los distraiga.
Cael y Nya asintieron, y los tres cerraron los ojos mientras comenzaban a canalizar su magia hacia las runas. La energía en el aire cambió de inmediato, volviéndose más densa y cargada.
Las runas brillaron con más intensidad, sus patrones cambiando y moviéndose como si estuvieran vivas. Nya fue la primera en reaccionar, dejando que su conexión con el Eco se abriera completamente. Una luz azul oscuro surgió de sus manos, fusionándose con las runas que comenzaron a responder con un pulso rítmico.
Cael sintió cómo las runas dentro de él vibraban con fuerza, y dejó que su propia magia se uniera a la de Nya.
—Está funcionando —dijo Selene, desde el borde del círculo—. Las runas se están estabilizando.
Pero justo cuando parecía que todo iba según lo planeado, un zumbido profundo resonó en el aire, seguido por un temblor que sacudió el suelo.