El temblor sacudió el suelo bajo los pies de todos, pero en el centro del círculo, Cael y Nya permanecían inmóviles, con sus energías entrelazadas en las runas que ahora pulsaban con una intensidad abrumadora. La luz dorada de las runas comenzaba a mezclarse con un brillo azul oscuro, como si las fuerzas opuestas estuvieran probando su compatibilidad.
—¡Mantengan el flujo de energía estable! —gritó Lunara, su voz cortando el ruido del temblor.
Nya cerró los ojos con fuerza, sintiendo cómo las runas parecían absorber su energía, buscando algo más profundo dentro de ella. Cada vez que intentaba contener su magia, las runas parecían reaccionar más violentamente, como si estuvieran descontentas con su cautela.
—No puedo controlar esto —murmuró, su voz temblando.
Cael giró la cabeza hacia ella, apretando los dientes mientras luchaba por estabilizar su propia conexión. Las runas dentro de él vibraban, resonando con el poder que fluía de Nya, pero también con algo más, algo que él apenas podía comprender.
—No intentes controlarlo —dijo con esfuerzo, sus palabras firmes a pesar de la presión—. Tienes que dejar que las runas guíen tu magia, no luchar contra ellas.
—¿Y si no puedo? —preguntó Nya, su voz cargada de miedo.
Cael respiró hondo, luchando contra el impulso de soltar el flujo de energía.
—Puedes. Lo estás haciendo ahora. Solo confía en ti misma… y en mí.
Nya abrió los ojos, encontrando la mirada intensa de Cael. Por un momento, el caos a su alrededor pareció desvanecerse. Las runas brillaron con más fuerza, respondiendo a la conexión entre ellos, y la energía comenzó a estabilizarse.
—Está funcionando —susurró Nya, con un atisbo de esperanza en su voz.
Pero el alivio fue breve. Las runas comenzaron a vibrar nuevamente, y Nya sintió un tirón profundo en su interior, como si algo en el otro lado del puente estuviera tratando de arrastrarla.
—¡Algo está tirando de mí! —gritó, con los ojos abiertos de par en par mientras su magia parecía intensificarse sin su control.
Lunara observó con preocupación desde el borde del círculo.
—Es el Eco —murmuró, más para sí misma que para los demás—. Todavía tiene una conexión con ella, y no quiere soltarla.
Cael notó cómo la expresión de Nya se torcía de dolor, su cuerpo temblando mientras luchaba por mantenerse de pie. Sin pensarlo, extendió una mano hacia ella, atrapando la suya con firmeza.
—¡No estás sola! —dijo, su voz cortando el caos.
El contacto pareció calmar a Nya por un momento, y las runas volvieron a estabilizarse ligeramente. Pero el tirón del Eco seguía presente, y Cael supo que tenían que hacer algo más para reforzar su vínculo con las runas antes de que el puente se rompiera.
—Escucha —dijo Cael, acercándose más a ella, sus ojos dorados brillando con intensidad—. Sé que esto te asusta, pero no estás aquí por casualidad. Tienes una conexión con estas runas, con este lugar, y eso significa que tienes el poder de mantener esto estable.
Nya lo miró, sus ojos azules llenos de dudas.
—¿Y si me equivoco? ¿Y si termino destruyéndolo todo?
Cael negó con la cabeza, apretando su mano con más fuerza.
—No lo harás. Porque no te dejaré.
Por un momento, algo cambió en el aire. Las runas brillaron con una luz más cálida, como si respondieran a la confianza de Cael. Nya cerró los ojos, dejando que su magia fluyera libremente, sin intentar contenerla.
Y entonces sucedió. La energía del Eco dentro de ella pareció fusionarse con las runas, no como una amenaza, sino como una parte necesaria del equilibrio. Las runas, que antes se resistían, comenzaron a pulsar con un ritmo constante, y el temblor del suelo disminuyó.
Cuando la energía finalmente se estabilizó, Nya dejó escapar un suspiro tembloroso, cayendo de rodillas. Cael se inclinó hacia ella, todavía sosteniendo su mano.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz más suave ahora.
Nya asintió lentamente, aunque su respiración seguía siendo irregular.
—Creo que sí. Pero… fue como si algo dentro de mí se abriera por completo. Nunca había sentido tanto poder antes.
Cael la ayudó a ponerse de pie, observándola con una mezcla de preocupación y admiración.
—Lo manejaste bien. Las runas te aceptaron.
Nya lo miró, sus ojos llenos de algo que Cael no pudo identificar de inmediato.
—Gracias por no soltarme.
Cael sonrió levemente, aunque todavía sentía el peso de lo que acababan de hacer.
—No tenía intención de hacerlo.
Desde el borde del círculo, Lunara los observaba con atención. Había visto cómo las runas respondían no solo a la magia de Nya, sino también a la conexión entre ella y Cael. Aunque el puente parecía haberse estabilizado por ahora, sabía que esto era solo el comienzo.
—Es más fuerte de lo que creía —dijo Kieran, acercándose a su esposa.
Lunara asintió, con una leve sonrisa en los labios.
—Sí, pero no me refiero solo a ella. Cael está creciendo. Finalmente está aceptando el papel que se le ha dado.
Kieran la miró con una mezcla de orgullo y preocupación.
—¿Crees que podrán manejar lo que viene?
Lunara no respondió de inmediato, pero su mirada se posó en Cael y Nya, que todavía permanecían cerca el uno del otro en el centro del círculo.
—Tienen una conexión especial. Si la cultivan, tal vez puedan hacer lo que nosotros no pudimos.