La noche era tranquila, demasiado tranquila. El bosque que rodeaba el círculo de piedras estaba sumido en un silencio que no parecía natural. Ni el canto de los grillos ni el susurro del viento rompían la calma inquietante. Cael, que había vuelto al campamento después de su conversación con Nya, no podía sacudirse la sensación de que algo no estaba bien.
Se giró hacia Kieran, que estaba de pie junto a una hoguera, afilando una daga.
—¿No notas algo raro? —preguntó Cael, frunciendo el ceño mientras miraba a su alrededor.
Kieran levantó la vista, sus ojos brillando con un leve destello dorado debido a su conexión con la manada.
—El aire está cargado —dijo, dejando la daga a un lado—. Pero eso no es raro antes de un gran ritual. Las runas siempre afectan el ambiente.
Cael negó con la cabeza, cruzándose de brazos.
—No es solo eso. Siento que algo… o alguien nos está observando.
Kieran lo observó detenidamente por un momento antes de ponerse de pie.
—¿Quieres que demos una vuelta por los alrededores?
Cael asintió.
—Sí. No estaría de más asegurarnos de que todo esté en orden.
Mientras Kieran y Cael patrullaban el borde del campamento, notaron algo inusual. Las runas que normalmente brillaban con una luz constante parecían parpadear débilmente, como si estuvieran respondiendo a una presencia que no podían identificar.
—Esto no es normal —dijo Kieran, transformando parcialmente sus manos en garras mientras olfateaba el aire.
Cael extendió una mano hacia una de las runas, cerrando los ojos para sentir la energía. Lo que encontró lo hizo abrirlos de golpe.
—Hay alguien aquí —dijo con firmeza, sus ojos dorados brillando con intensidad.
Antes de que pudieran avanzar, una figura emergió de entre las sombras. Era alta y delgada, con una capa oscura que ocultaba su rostro. A medida que se acercaba, las runas a su alrededor parecían temblar, como si reaccionaran a su presencia.
—No esperaba encontrar a los famosos guardianes del equilibrio tan distraídos —dijo la figura, su voz suave pero cargada de burla.
Kieran gruñó, posicionándose entre Cael y la figura.
—¿Quién eres y qué haces aquí?
La figura dejó escapar una risa baja antes de levantar una mano, revelando un cristal negro que brillaba con un resplandor ominoso.
—Digamos que estoy aquí para observar… y tal vez intervenir, si las cosas se complican.
Cael sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Había algo en ese cristal que le resultaba familiar, algo que le recordaba al Eco.
—¿Estás trabajando para el Eco? —preguntó, apretando los puños.
La figura inclinó la cabeza ligeramente.
—Trabajo para nadie. Pero el Eco y yo compartimos… intereses similares.
Kieran no esperó a que dijera más. Con un rugido, se lanzó hacia la figura, pero antes de que pudiera alcanzarla, esta levantó el cristal, proyectando una barrera oscura que lo detuvo en seco.
—No tan rápido —dijo, con una sonrisa apenas visible bajo la capucha—. No estoy aquí para pelear. Todavía no.
Cael dio un paso hacia adelante, sus ojos fijos en el cristal.
—Si no quieres pelear, ¿entonces qué estás haciendo aquí?
La figura lo miró directamente, y por un momento, Cael sintió que el aire se volvía más denso.
—Solo quería recordarte algo, joven guardián. Las runas no pueden proteger a todos. Y cuando llegue el momento, tendrás que elegir entre el equilibrio y lo que amas.
Las palabras resonaron en la mente de Cael como un eco, y antes de que pudiera responder, la figura desapareció en un destello de oscuridad.
Kieran se acercó a Cael, respirando con dificultad mientras observaba el lugar donde la figura había estado.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó, todavía en guardia.
Cael negó con la cabeza, su mente dando vueltas mientras intentaba comprender lo que acababa de suceder.
—No lo sé, pero… ese cristal. Era como una parte del Eco.
—Eso no puede ser bueno —gruñó Kieran, mirando hacia el círculo de piedras—. Tenemos que decirle a Lunara.
Cuando regresaron al campamento, Lunara ya estaba en el círculo, revisando las protecciones mágicas con Selene. Al escuchar lo que había sucedido, su expresión se endureció.
—Si alguien está usando un fragmento del Eco, significa que tienen acceso a su energía, aunque sea de manera limitada —dijo, mirando a Selene con preocupación—. Eso podría poner en peligro el ritual.
Selene asintió, su rostro serio.
—Debemos reforzar las barreras antes de que comencemos. Si esa figura aparece de nuevo, podría intentar interrumpir el proceso.
Cael, que había estado en silencio, finalmente habló.
—Dijo algo más. Que tendría que elegir entre el equilibrio y lo que amo.
Lunara lo miró, su ceño fruncido.
—¿Qué significa eso?
Cael apretó los labios, pero no respondió de inmediato. En su mente, solo podía pensar en una persona: Nya.
Esa noche, mientras el campamento se preparaba para el ritual, Cael buscó a Nya. La encontró cerca del borde del bosque, mirando las runas con una expresión pensativa.
—Nya —dijo, acercándose a ella.
Ella se giró hacia él, notando la preocupación en sus ojos.
—¿Qué pasa?
Cael respiró hondo, dudando por un momento antes de hablar.
—Algo sucedió. Vimos a alguien… una figura con un cristal que parecía estar conectado al Eco.
Nya frunció el ceño, alarmada.
—¿Un fragmento del Eco?
—Eso creo. Dijo que intentaría intervenir y… dijo algo más. Algo sobre elegir entre el equilibrio y lo que amo.
Nya lo miró en silencio, procesando sus palabras.
—¿Crees que se refería a mí? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Cael no respondió de inmediato, pero la intensidad en sus ojos era suficiente para que ella lo entendiera.
—Nya, no importa lo que eso signifique. No voy a dejar que nada te pase.
Ella esbozó una sonrisa débil, aunque sus ojos seguían mostrando una mezcla de miedo y determinación.