El campamento estaba en silencio. No un silencio de miedo o incertidumbre, sino uno pesado, lleno de cansancio y reflexión. Aunque habían sellado el núcleo del Eco, nadie podía ignorar que algo en el mundo había cambiado.
Las runas, que antes vibraban con una intensidad constante, ahora parecían… tranquilas. No apagadas, pero sí diferentes. Como si finalmente hubieran encontrado equilibrio.
Nya observaba su propia piel, donde sus runas seguían brillando débilmente. Había esperado sentirse aliviada, liberada de la carga que había llevado por tanto tiempo. Pero en su interior, aún sentía la ausencia del Eco. No su influencia, sino su presencia.
Cael se acercó a ella, sentándose en la roca donde estaba apoyada.
—Has estado muy callada —dijo en voz baja.
Ella suspiró, sin apartar la vista de sus manos.
—Esperaba sentirme diferente —admitió—. Como si algo dentro de mí se hubiera apagado.
Cael la miró con atención.
—Pero no se apagó, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
—No. Sigo sintiéndolo. No como antes… pero sigue ahí.
Cael extendió una mano y la colocó sobre la suya.
—Tal vez eso no sea algo malo.
Nya lo miró con el ceño fruncido.
—¿Cómo puede no serlo? Pasé toda mi vida tratando de escapar del Eco, de negarlo, de luchar contra él. Y ahora que está sellado, sigue dentro de mí.
Cael entrelazó sus dedos con los de ella.
—Porque no todo lo que viene del Eco era maldad pura. Te dio una conexión única con la magia. Te permitió ver el mundo de una forma que nadie más podía. No tienes que cargarlo como una maldición.
Nya inhaló profundamente y dejó que sus hombros se relajaran un poco.
—Nunca dejarás de sorprenderme con la forma en que ves las cosas, ¿verdad?
Cael sonrió.
—Es un talento natural.
Mientras tanto, Lunara y Selene examinaban el círculo de runas del campamento. Aunque el Eco había sido sellado, sabían que la magia del mundo nunca permanecía estática.
—Las runas han cambiado —dijo Selene, pasando una mano sobre una de las piedras—. Se sienten… más estables.
Lunara asintió, con una leve sonrisa en los labios.
—Es porque el equilibrio ha sido restaurado. Antes, el Eco era una fuerza incontrolable, expandiéndose y devorando todo. Ahora, está contenido, lo que significa que las runas ya no están en guerra constante con él.
Selene se giró hacia ella.
—¿Y Nya? ¿Qué significa esto para ella?
Lunara miró hacia donde estaba su hija, todavía sentada con Cael.
—Ella sigue siendo la clave. Aunque el Eco ya no puede extenderse por el mundo, su conexión con él no desapareció. Puede que sea la única capaz de entender lo que realmente significa.
Selene frunció el ceño.
—¿Crees que el sello sea permanente?
Lunara dejó escapar un suspiro.
—Nada en la magia es permanente. Solo el tiempo dirá qué consecuencias traerá lo que hicimos.
Esa noche, mientras el campamento intentaba descansar, una sensación inquietante recorrió el aire.
Kieran, que estaba organizando a los lobos para reforzar la seguridad, se detuvo de golpe.
—¿Lo sientes? —preguntó, girándose hacia Selene.
La bruja frunció el ceño.
—Sí. Algo cambió.
Antes de que pudieran analizarlo, un lobo a la distancia aulló de forma alarmante. Kieran corrió hacia él, seguido de Selene.
En el borde del campamento, donde la barrera de runas protegía la zona, algo estaba ocurriendo.
Las runas… estaban absorbiendo la energía del aire.
Selene levantó las manos para sentir la magia.
—Esto no es normal.
Lunara llegó corriendo poco después, con Nya y Cael siguiéndola.
—¿Qué está pasando? —preguntó Nya.
Kieran señaló las runas.
—Algo en ellas cambió.
Lunara cerró los ojos por un momento, sintiendo la vibración mágica. Cuando los abrió, su expresión era seria.
—El sello del Eco… alteró el flujo de la magia en el mundo. No solo lo contuvo, sino que también cambió la forma en la que las runas interactúan con todo.
Cael frunció el ceño.
—¿Y eso es bueno o malo?
Lunara miró a Nya.
—Dependerá de lo que hagamos con ello.
Nya tragó saliva.
—Entonces… esto aún no ha terminado, ¿verdad?
Lunara negó con la cabeza.
—No. Solo ha cambiado.
Mientras el grupo intentaba entender lo que significaba este cambio en la magia, lejos de ellos, en las profundidades de una caverna olvidada, un pequeño fragmento del cristal negro que una vez fue el núcleo del Eco tembló levemente.
Un susurro, apenas audible, se filtró en la oscuridad.
"Esto no ha terminado”.
El amanecer trajo consigo una sensación de inquietud en el campamento. Aunque la victoria sobre el Eco era innegable, nadie podía ignorar que algo en el mundo había cambiado.
Las runas en las piedras del círculo seguían brillando, pero su energía ya no vibraba como antes. Había una estabilidad extraña en ellas, como si estuvieran absorbiendo algo del entorno, adaptándose a una nueva realidad.
Lunara y Selene pasaron horas examinándolas, trazando símbolos y midiendo la energía en el aire. Pero ninguna de ellas podía dar una respuesta clara.
—Esto no es normal —murmuró Selene, con el ceño fruncido.
—No —admitió Lunara—, pero tampoco es completamente inesperado. El Eco y las runas siempre estuvieron en un equilibrio frágil. Al sellarlo, alteramos ese balance.
Kieran, que había estado observando en silencio, cruzó los brazos.
—¿Y qué significa eso para nosotros?
Lunara suspiró, sin apartar la vista de las runas.
—Significa que la magia del mundo está cambiando. Y aún no sabemos si para bien o para mal.
Nya se encontraba a cierta distancia del círculo, observando sus manos. Sus runas brillaban débilmente, pero la sensación dentro de ella era diferente. La opresión del Eco había desaparecido, pero algo nuevo había tomado su lugar.
Podía sentir el flujo de la magia de una manera que antes no podía. Como si ahora, en lugar de solo resistir la energía del Eco, pudiera moldearla.