Ophelia se sentía como una niña a punto de hacer una travesura, espero al anochecer cuando todos se encontraban dormidos y algunos, pero no todos se encontraban ocupados en sus cosas para poder salir. No es que no pudiera salir cuando quisiera, era porque sabía que cuando estuviera en esa mansión le tenía que rendir cuentas a su hermano, y el permiso era algo que no quería enfrentar ¿Cómo le diría a su hermano? ¿Cómo le diría que saldría a ver a un judío que la había deshonrado?
Justo cuando estaba a punto de cruzar el portón trasero, escuchó pasos, rápidos, cercanos. El sonido de las pisadas fuertes hizo que su sangre helara, sin pensarlo demasiado, se desvió hacia un rincón cercando donde una estatua de su padre se encontraba expuesta a la vista de todos, se deslizo tras esta, agradeciendo que fuera lo suficiente pequeña para que su cuerpo quedará escondido.
Contuvo en aliento con sus manos, intentando que su respiración no la delatara, cerró los ojos con fuerza, cuando escucho a su madre y a Leonor.
—Ya no puedo con esto, madre — La voz de Leonor sonaba distinta, era un poco más madura, no era dulce ni suave como siempre, era más bien como si pudiera liberar esa ira contenida —. Ya no soporto a ese fenómeno.
—Leonor, ten cuidado con lo que dices, ese fenómeno es el príncipe heredero.
—Me repugna fingir que no veo su maldito dedo extra, su torpe manera de tomar las cosas ¿Por qué tengo que soportar todo esto?
El corazón de Ophelia se detuvo por un momento, sintió el profundo deseo de irse era algo que se almacenaba en su pecho, pero sus piernas no se movían, no podía fingir que no lo había escuchado, el cuerpo era de ella, pero el alma ya estaba prisionera a la curiosidad.
—No seas melodramática, Leonor — Agrego la madre con un tono seco, algo que sorprendió a Ophelia —. Tu bien sabes por qué lo tienes que hacer. Lo único que te estoy pidiendo es que lo sigas acompañando, no te pido cosas que sé que no podrás hacer. Cada momento a su lado, es una piedrita más en el puente que lleva de él… a ella.
—¿Y si él no la quiere?
—Leonor, el amor no importa, el no necesita enamorarse de ella, solo debe acercarse lo suficiente, que se note el interés, que los rumores de disparen. Una dama frágil que renunció al convento el príncipe que la protege… la historia se escribirá sola.
Leonor rio sarcásticamente, mientras que en la cabeza de Ophelia todo comenzó a encajar como engranaje.
—Es brillante madre, de verdad lo es, pero se le olvida algo más importante. A Ophelia no la puede convertir en reina, así como así — Eso rompió el interior de ella de una manera inexplicable —. No sabe hablar en público, apenas puede sostener la mirada de un extraño. Ophelia, es un alma rota que no sabe vivir sin que alguien más le diga que hacer. Y me exiges que yo sacrifique mi nombre, mi posición, para que ella… ella reciba una corona que ni siquiera ha pedido.
—Eso es exactamente lo que la hace ideal. ¿No lo ves, Leonor? — Ophelia se encogió sobre si misma intentando no ser vista mientras miro como es que su madre le tomaba el rostro a Leonor de una forma que nunca hizo con ella —. El pueblo la amará, la verán como una santa. Una virgen que abandonó la vida consagrada por amor, tenemos que hacerle creer que está enamorada del príncipe, el pueblo quiere una mártir, hay que dárselo. Y mientras tanto, tú mi pequeña hija podrás vivir de los privilegios, casarte con alguien de tu estatus, alguien perfecto como tú ¿No es lo que quieres?
—Si, madre.
—Entonces, tienes que aguantar más — Dijo la madre tomándola del mentón con la fuerza suficiente para que esta no pudiera agachar la cabeza —. Ya lo estas logrando, el príncipe está desesperado por Ophelia ayer salió corriendo tras ella, y antier también, solo es cuestión de forzar un poco más para que las cosas salgan a nuestro favor.
—¿Seré libre, madre?
—Claro, te casarás con alguien digno de ti hija mía — El hecho de que quedaría libre era una mentira a medias, quedaría libre para desposarse con alguien más, porque siempre había alguien más.
—Uziel, ya sabe lo que está pasando. Me amenazó con que no…
—Leonor, no es tu problema, déjate de preocupar por tonterías — Agrego la madre ignorando por completo la preocupación de Leonor —. ¿Acaso le tienes miedo a Uziel? O ¿Es que sientes lastima por Ophelia?
—No, a ninguna de las cosas — Dijo Leonor alzando la cabeza lo suficiente como para mirar a su madre a los ojos —. Se que debo hacer.
Pensó que al menos podía vivir un tiempo esta vida, que podía disfrutar el placer de volver, pero ella nunca perteneció a la mansión de los Saavedra, tenía la sangre, pero el deseo era más grande. Las lágrimas caían de la cara de Ophelia sin poder controlar, después de todo era la desilusión la que hablaba por su cuenta.
—Se que sabes que hacer — Ophelia no odio a su hermana, sabía que era el odio, pero no pudo sentirlo por su hermana, solamente sintió lástima, porque tampoco su hermana era dueña de su vida —. No me mires con esos ojos, Leonor ¿Sabes que hago todo esto porque te amo más que nada en el mundo?
Ophelia no pudo escuchar, su corazón sonaba en sus orejas, el hecho de que querían que ella regresara, no era por amor, era porque les servía como un remplazo, por lo menos al enviarla al convento fue directo, esto fue una puñalada en el pecho que seguían enterrando por que no tenían motivos para detenerse.
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Editado: 13.11.2025