La asamblea había terminado hacía unos minutos, pero las palabras de la directora seguían retumbando en mi cabeza, como si las paredes mismas se empeñaran en repetírmelas. Desaparecida… sin rastro… última vez vista en el ala norte. Eran frases sueltas, pero pesaban como piedras.
El gran salón se fue vaciando con lentitud, como si a nadie le apeteciera volver a la rutina. Los estudiantes se movían en pequeños grupos, sus voces apenas eran audibles, como si hablar en voz alta tentara a la desgracia. Vi un par de miradas cruzarse a lo lejos, rápidas y nerviosas, y supe que todos estaban pensando lo mismo: aquello no era normal.
Caminábamos por el pasillo principal, Owen a mi izquierda y Aurora a mi derecha. Nolan, en cambio, se había adelantado varios pasos, mirando al suelo como si buscara algo o quisiera evitar cualquier conversación.
—Esto es raro —dijo Owen de repente, rompiendo el silencio—. Eleanor no era del tipo de persona que desaparece así como así.
—Tal vez sí lo era y no lo sabíamos —comentó Aurora, pero lo dijo con tan poca convicción que parecía más un intento de llenar el aire que una verdadera opinión.
Negué con la cabeza.
—No me lo creo. Nadie se esfuma así, sin dejar ni una pista.
Aurora bajó la vista, y en su gesto vi algo más que duda: vi miedo.
Al girar la esquina, casi chocamos con el profesor Marceau, que salía de su despacho cargando una pila de pergaminos y un par de libros antiguos. Su ceño estaba tan fruncido que parecía que le dolía.
—Todos a clase —dijo, con voz grave—. Y hoy… sin tonterías.
Owen le sostuvo la mirada un segundo más de lo prudente.
—¿Sabe algo, profesor? —preguntó, con ese tono que siempre usaba cuando quería obtener información.
Marceau se detuvo, pero no respondió enseguida. Nos miró a los tres como si estuviera decidiendo cuánto decir.
—Lo único que sé es que es mejor no andar haciendo preguntas. Y si queréis mi consejo, mantened la cabeza baja —murmuró antes de continuar su camino.
Entramos al aula. El ambiente estaba cargado, y no solo por el clima húmedo que se colaba por las ventanas. Era como si las paredes supieran lo que había pasado y lo guardaran celosamente. El profesor empezó su lección de Historia Elemental, pero sus palabras me llegaban como si estuvieran bajo el agua. No podía dejar de mirar hacia fuera, hacia el bosque que rodeaba Ethermont, oscuro y espeso incluso a la luz del día.
A mitad de clase, una nota doblada apareció en mi pupitre. La abrí con cuidado: “Tenemos que hablar. Biblioteca. Después.” Reconocí la letra de Owen al instante.
Cuando sonó el timbre, él se acercó mientras Aurora recogía sus cosas.
—Esta historia no me huele bien, y tú lo sabes, Ámber, te lo veo en la cara —susurró.
Solo pude asentir. Sí, lo sabía. Y ese conocimiento me daba una sensación incómoda, como si estuviera al borde de algo que no quería ver.
En el pasillo, mientras íbamos hacia la siguiente clase, vi al chico nuevo otra vez. Creo recordar que lo habían llamado Dylan en clase. Estaba de pie junto a una de las columnas, hojeando un cuaderno. Esta vez, cuando levantó la vista, nuestras miradas se cruzaron. No duró más que un segundo, pero me dejó una sensación extraña, como si hubiera un hilo invisible tendido entre los dos.
Una chica apareció por detrás de él, tocándole el hombro.
—Dylan, ¿vienes? —preguntó con una sonrisa.
Él asintió y se alejó con ella, pero antes de girar la esquina, volvió la cabeza y me miró otra vez. Fue fugaz, pero suficiente para sentir un acelero extraño, uno sin motivo aparente.
***
La siguiente clase fue de Teoría de las habilidades, y solo la tenemos los de mi aspecto. Esta clase se basa en enseñarnos a entender nuestras habilidades, ya sean perceptivas, elementales, físicas… En cada uno de los que estamos en esta escuela destaca alguna y, aunque los dos primeros años solo nos enseñan a controlarlas en distintos ámbitos, a partir del tercero nos ayudan a entenderlas, saber de dónde vienen, entre otras cosas.
Ahora estamos en cuarto año y en algunas clases nos dividen dependiendo de nuestras habilidades. Yo estoy en el aspecto más común: Aspecto Lumen. Aquí estamos los que percibimos más de lo que controlamos, ya sea a través de la energía o a través de los sueños.
Por otra parte está el Aspecto Solum, que destaca por la estabilidad y el dominio. Tiene habilidades como el control mental, aunque nunca me quedó claro si es de uno mismo o del resto. Aquí está Nolan.
Aurora está en el Aspecto Aether, éste destaca por la capacidad de la proyección energética y la alteración de los sentidos. Es parecido a mi aspecto, solo que yo los percibo y ella los proyecta.
Por último, está el Aspecto Vigor, en el que está Owen y destacan las habilidades físicas: resistencia, fuerza… Canalizan lo que sienten y lo usan en el combate. Cuanto más sentimiento, más fuerza.
En clase, la profesora Irya, siempre impecable con su bufanda bordada, intentó mantener el orden, pero el murmullo constante le hacía perder la paciencia, cosa que no solía pasar.
Un alarmamiento más.
¿Qué estará pasando?
—¡Silencio! —exclamó— No nos vamos a pasar toda la hora escuchando rumores absurdos.
Una alumna del fondo, Clara, levantó la mano.
—Pero profesora, ¿es cierto que la encontraron cerca del ala norte?
Irya apretó los labios.
—No voy a discutir rumores en clase. Concentrémonos en la lección.
Owen me pasó otro papel por debajo de la mesa: “Ella sabe algo”. Y probablemente tenía razón.
A la salida, nos encontramos con el padre de Aurora, que había venido al colegio a traerle unos documentos. Era un hombre alto, con un aire severo, pero siempre amable con nosotros.
—He escuchado algo en la entrada —dijo en voz baja—. No os metáis en esto, chicos. No sabéis en qué terreno os estáis moviendo.
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Editado: 19.12.2025