El eco de un nombre

Capítulo 3

La lluvia comenzó a caer justo cuando salíamos de clase. No una lluvia torrencial, sino una llovizna fina que se colaba por el cuello del abrigo y empapaba sin que uno se diera cuenta.

Ethermont, bajo la neblina, parecía un lugar completamente distinto; los pasillos exteriores, que conectaban algunos de los edificios más antiguos, estaban casi vacíos.

Aurora y Owen corrían delante de mí, esquivando charcos como niños pequeños y Nolan había desaparecido la última hora de clase. Yo, en cambio, preferí caminar despacio, observando cómo el agua oscurecía las piedras del suelo. Fue entonces cuando lo vi: Dylan, recostado contra una columna, con el cabello revuelto y una carpeta mojada bajo el brazo.

—No pareces muy fan de la lluvia —comenté, deteniéndome frente a él.

Él sonrió, una sonrisa breve pero sincera.

—Digamos que tengo mejores recuerdos de los días soleados.

No supe qué responder, así que me limité a quedarme allí, escuchando el golpeteo de las gotas sobre los tejados. Dylan rompió el silencio.

—¿Es cierto lo que dicen? —preguntó—. Sobre la chica que desapareció.

Me tensé. No esperaba que me lo soltara así.

—No sé qué dicen exactamente… pero sí, Eleanor no ha vuelto desde hace dos días.

Dylan bajó la mirada, como si procesara la información.

—En mi antiguo instituto… también pasó algo. Nunca encontraron a la chica.

Me quedé mirándolo, intentando descifrar si hablaba en serio o si era solo una forma torpe de unirse a la conversación. Antes de que pudiera preguntarle más, Owen apareció empapado.

—¡Vamos, Ámber! —me llamó—. Nos vamos a la biblioteca antes de que cierren.

Dylan se despidió con un gesto de la mano y me quedé con la sensación de que había querido decir algo más, pero en vez de insistir solo sonreí.

***

La biblioteca siempre olía a papel húmedo y madera antigua. La luz, filtrada por los ventanales góticos, teñía de gris las mesas y estanterías. Nos acomodamos en una de las mesas del fondo, cerca de la sección de archivos antiguos. Aurora hojeaba un libro de herbología sin mucho interés, mientras Owen intentaba concentrarse en su ensayo de historia.

—¿Por qué estabas hablando con Dylan? —preguntó Aurora, arqueando una ceja.

—Porque estaba ahí. Y porque parece que sabe más de lo que dice.

—Cuidado con él —intervino Owen—. No es por desconfiar, pero apenas le conocemos.

No tuve tiempo de contestar. El profesor Marceau apareció de repente, con un montón de papeles bajo el brazo.

—Ámber, ¿puedo hablar con usted un momento? —me dijo.

Me llevó a un rincón apartado de la biblioteca. Su voz, grave y controlada, bajó aún más.

—La directora me ha pedido que mantenga a ciertos alumnos al tanto… discretamente. Eleanor estaba trabajando en un proyecto de investigación sobre la historia del bosque. Puede que… haya encontrado algo que no debía.

Sentí un escalofrío.

—¿Algo… peligroso?

—No lo sé. Pero si decides involucrarte, hazlo con cuidado —miró tras de mí a mis amigos—. Hacedlo con cuidado —recalcó.

Cuando me reuní de nuevo con Aurora y Owen, no les mencioné nada. No sabía por qué, pero sentía que cuanto menos supieran, más seguros estarían. De todas formas, no insistieron.

***

Esa noche, de regreso al edificio de habitaciones, la lluvia había cesado, dejando en el aire un olor fresco a tierra mojada. Subía las escaleras cuando escuché pasos detrás de mí. Me giré y vi a Dylan.

—Te estaba buscando —dijo, con un tono que no sonaba para nada casual.

—¿Para qué?

—Para darte esto.

Me tendió una hoja arrugada, aparentemente arrancada de un cuaderno. En ella había un mapa del bosque, con marcas y anotaciones a mano. Algunas palabras estaban borrosas por el agua, pero otras eran legibles: zona restringida, sendero oculto, punto de luz.

—¿De dónde lo sacaste? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

—Digamos que me encontré con alguien que no quiere que lo sepas. Y que a mí no me gustan los secretos… al menos no los que pueden meternos en problemas.

Fijó la mirada detrás mía y, al girarme, vi que quien estaba parado y se había ganado la mirada del chico era Nolan, quien lo miraba con la mandíbula tensa.

Quise preguntarle más al volver a girarme, pero Dylan ya estaba bajando las escaleras. Me quedé sola en las escaleras, con el mapa en la mano y la sensación de que el misterio acababa de crecer de forma peligrosa. El rubio echó una mirada a mi mano que hizo que arrugara el papel y lo escondiera.

Decidí irme antes de que se acercara a preguntar.

¿De dónde lo habría sacado?

¿Y por qué lo tenía esa persona?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.