A la mañana siguiente, me desperté con la sensación de que había soñado todo lo del mapa: Dylan dándomelo, como estaba todo esquematizado, la conversación… Todo. Pero ahí estaba, doblado en el fondo de mi cajón, como si esperara a que yo me atreviera a abrirlo otra vez.
No tuve mucho tiempo para quedarme mirándolo. El timbre del primer toque resonó por todo el edificio y el murmullo de los estudiantes llenó el lugar. Los pasillos por la mañana siempre olían a café barato y a humedad. Me vestí rápido y salí de la habitación, intentando que mi cabeza no se llenara de preguntas.
Owen y Aurora me esperaban en la puerta del comedor.
—¿Qué pasa que tienes esa cara? —preguntó Aurora, frunciendo el ceño.
—No es nada —mentí—. Bueno… sí es algo, ahora os lo cuento.
Sabía que en el comedor, con tanta gente alrededor, no era buena idea sacar el tema, pero no había otro momento. Aunque no hizo falta, porque el problema llegó a mí. Nolan apareció detrás de mí como una sombra.
—¿Y anoche? —dijo con voz baja, casi cortante—. Te vi hablando con Dylan… y luego me pareció que te pasaba algo. ¿Qué era? ¿Una nota?
—Sí, declarando su amor por mí. Soy tan irresistible… — vacilé mientras andaba para alcanzar a mis amigos, que ya estaban sentándose en el comedor —No era nada, Nolan —respondí, intentando sonar tranquila.
—Claro… nada —dijo, sonriendo de forma que me heló por dentro—. Me encanta cómo tienes secretos conmigo.
Aurora le lanzó una mirada que, de haber podido, lo habría fulminado. Pero el rubio ya se había alejado hacia su mesa habitual, dejando esa tensión flotando.
Cuando empezamos a desayunar, Owen me habló en un susurro.
—Vale, ahora sí, cuéntalo.
Me aseguré de que nadie escuchara y saqué el mapa doblado de mi bolsillo.
—Esto me lo dio Dylan anoche. Dice que es importante… pero no me dijo por qué.
Aurora lo abrió encima de la mesa, cubriéndolo con su bandeja para disimular.
—Esto parece… —empezó, pero no terminó. Su expresión se volvió seria—. Ámber, aquí está marcada la biblioteca del ala antigua.
—La que está cerrada desde hace años —añadió Owen.
—Sí… y también hay una especie de pasillo… ¿Es un pasillo? — preguntó con una mueca, girando la cabeza un poco.
—No lo sé, pero ahí no existe ningún pasillo — mencioné y éste frunció el ceño.
Me encogí de hombros.
—No sé qué significa. Pero Dylan me dijo que tuviera cuidado… y que no lo comentara con nadie.
—Demasiado tarde —dijo Owen, sonriendo de medio lado.
—El profesor Marceau también me habló de algo así… —miraron expectantes — Me dijo que tuviéramos cuidado si finalmente nos metíamos en esto.
Justo entonces, el profesor Grell, el profesor de Control energético, se acercó a nuestra mesa.
—Chicos, recordad que hoy hay práctica en el patio trasero. No quiero retrasos.
—Estaremos allí —dije, guardando el mapa rápido.
***
El resto de la mañana fue un intento fallido de concentración. Nolan me observaba de vez en cuando, con esa sonrisa cargada de sospecha que me ponía nerviosa. Dylan no apareció en ninguna clase, lo que no ayudó a calmarme.
En el almuerzo, Aurora y Owen volvieron a sacar el tema.
—Tenemos que ir a la biblioteca esta noche —dijo Aurora con decisión.
—¿Esta noche? —pregunté.
—Sí. Si Dylan te lo dio, es porque espera que hagas algo con él —añadió Owen—. Y si Nolan sigue así, mejor que no se entere.
Yo dudaba. Parte de mí quería saber qué había detrás de ese mapa. Otra parte… temía que todo terminara muy mal.
Fue entonces cuando Dylan apareció en el comedor, caminando hacia nuestra mesa con paso seguro.
—Ámber —dijo en voz baja—. ¿Lo has mirado?
—Sí, pero…
—Aquí no. Te espero después de clases, en la escalera que baja al ala antigua.
Se fue sin mirar atrás, como si todo estuviera decidido.
Aurora me miró con una mezcla de emoción y nervios.
—Esto se pone interesante.
—Esto se pone peligroso —corregí, aunque no pude evitar sentir un cosquilleo en el estómago.
El resto del día pasó lento, como si el reloj se burlara de mí. Nolan intentó varias veces iniciar conversaciones, todas llenas de comentarios que me pinchaban sin razón.
—Te noto distraída… seguro que piensas en algo más interesante que yo —dijo en una de ellas, medio en broma.
—No es eso —contesté, pero ni yo me creí la excusa.
Cuando sonó el último timbre, el cielo ya estaba cubierto de nubes. Me despedí rápido de Owen y Aurora, diciéndoles que nos veríamos más tarde. Y entonces fui hacia la escalera del ala antigua, sintiendo que algo, en lo más profundo, estaba a punto de cambiar.
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Editado: 19.12.2025