“Transcripción parcial del códice 17, conservado en los Archivos Sellados de Trison.”
“Año 412 del Triflujo.”
La tinta se ha secado sobre más tumbas de las que puedo contar.
He visto más almas romperse que amanecer.
Y aún así, lo seguimos llamando “enseñanza”.
Dicen que la magia es un don, pero eso es una mentira amable.
No hay don sin precio, ni poder sin pérdida.
El alma es un río, algunos nacen con cauces anchos, otros apenas con un hilo de agua.
Pero todos creen poder contener un mar dentro.
Yo lo creí también. Que tonto fui.
Fui maestro en la Academia Trison durante cuarenta años.
Vi nacer generaciones de niños con la esperanza grabada en la piel.
Niños tiene una propiedad diferente, soñaban con ser héroes, sin saber que cada vez que usaban su alma, algo dentro de ellos se apagaba.
Algunos regresaron con grietas.
Otros… nunca regresaron.
Y de todos ellos, hubo tres que no puedo olvidar.
Tres almas que resonaron juntas con tanta fuerza que su eco aún vibra en los muros rotos de la academia.
Porque fui yo quien les enseñó a escuchar el alma.
Y también quien los vio perderla.
A veces, cuando el viento sopla entre las ruinas, creo oír sus voces.
No son lamentos.
Son ecos.
“No hay magia sin alma… ni alma sin dolor.”
Y mientras esa verdad siga escrita en el aire, seguiré escribiendo…
para que el mundo recuerde lo que el eco de un alma puede hacer.