Marina y Lucas habían decidido que la mejor manera de compartir la noticia de su embarazo con sus familias era mediante cartas personales. Querían tomarse el tiempo para explicar sus sentimientos y la emoción que los embargaba ante la llegada de su hijo. Marina se encargó de escribir ambas cartas, cuidando cada palabra con esmero.
En la carta a su propia familia, Marina describió la alegría y sorpresa que sentían al saber que serían padres. Sabía que sus padres y hermanos estarían encantados con la noticia, pues siempre habían apoyado su relación con Lucas y anhelaban verla formar una familia.
La carta a la familia de Lucas fue más difícil. Marina sabía que la relación de Lucas con sus padres era tensa y complicada. A pesar de sus logros y su esfuerzo por alejarse del oscuro pasado de su familia, la sombra de sus viejas alianzas aún los perseguía. Sin embargo, Lucas insistió en que debían informarles, con la esperanza de que la noticia de su embarazo pudiera traer un cambio positivo.
Unos días después de enviar las cartas, recibieron la respuesta esperada de la familia de Marina: una llamada llena de alegría y promesas de apoyo incondicional. El alivio y la felicidad que sintieron fueron inmensos.
Pero la respuesta de la familia de Lucas no fue la misma. Una carta breve y fría llegó por correo, dejando claro su descontento con la noticia.
"Lucas,
No podemos apoyar este embarazo. Creemos que es un error que solo traerá más problemas. No cuentes con nosotros.
Padre."
La frialdad de la respuesta heló el corazón de Lucas. No esperaba un apoyo total, pero la dureza y el rechazo absoluto lo hirieron profundamente. Marina lo abrazó, tratando de consolarlo.
—Lucas, vamos a salir adelante. No necesitamos su aprobación para ser felices —le dijo, con voz firme.
Sin embargo, lo que no sabían era que la desaprobación de la familia de Lucas iría mucho más allá de una carta fría. Detrás de su rechazo, había planes oscuros para poner fin al embarazo. Los padres de Lucas, temiendo que el hijo de Marina pudiera atar a su hijo aún más a una vida lejos de ellos y sus negocios, decidieron tomar medidas drásticas.
Una tarde, mientras Marina caminaba por el parque cerca de su casa, sintió que alguien la seguía. Antes de que pudiera reaccionar, un hombre la empujó con fuerza. Marina cayó al suelo, dolorida y asustada. Por suerte, unos transeúntes vieron el incidente y acudieron en su ayuda, ahuyentando al agresor.
Lucas se enteró de lo ocurrido y su preocupación se convirtió en furia. Sabía que esto no era una coincidencia. Su familia estaba detrás de esto, tratando de hacerle daño a Marina para acabar con su embarazo.
—No permitiré que te hagan daño, Marina. Lo juro —dijo Lucas, apretando los puños con determinación.
Decidieron reforzar la seguridad a su alrededor. Lucas contrató guardaespaldas y tomaron medidas para asegurarse de que Marina estuviera siempre acompañada. A pesar del miedo, ambos se aferraron al amor y la esperanza que sentían por su futuro hijo.
Los días siguientes fueron tensos. Marina y Lucas estaban siempre alerta, esperando el próximo movimiento de la familia de Lucas. Pero también se apoyaban mutuamente, sabiendo que juntos podían superar cualquier obstáculo.
Una noche, mientras se acurrucaban en el sofá, Marina miró a Lucas con determinación.
—Vamos a proteger a nuestro hijo, Lucas. No importa lo que pase, lo lograremos juntos.
Lucas la besó suavemente en la frente.
—Juntos, Marina. Nadie nos separará.
El eco de su amor resonaba con fuerza, guiándolos a través de la adversidad.