Las semanas pasaron con una mezcla de tensión y esperanza para Lucas y Marina. El embarazo no planeado había cambiado radicalmente sus vidas. Marina había decidido dejar el arte temporalmente, ya que consumía mucho de su tiempo y energía, y se concentraba en descansar y cuidar de su salud. Lucas, por su parte, hizo todo lo posible por protegerla y mantenerla segura, sabiendo que su familia podía intentar algo terrible en cualquier momento.
Decidieron retirarse de las redes sociales y del ojo público, buscando un poco de paz en medio del caos. La vida parecía calmarse un poco, aunque siempre había una sombra de preocupación acechando en el fondo de sus mentes.
Una tarde, Marina decidió salir a trabajar en un proyecto en el parque cercano a su casa. Acompañada de sus guardaespaldas, se sentó en una mesa al aire libre con su computadora, disfrutando del aire fresco y la tranquilidad del lugar. Todo parecía normal, hasta que el sonido de tres disparos rompió la paz del parque.
El primer disparo alcanzó a uno de los guardaespaldas, seguido por otros dos que impactaron en el segundo. El caos estalló a su alrededor. Marina se levantó de un salto, su instinto de supervivencia en alerta máxima. Comenzó a correr, tratando de alejarse del peligro, pero un cuarto disparo la alcanzó en la espalda. Cayó al suelo con un grito de dolor, sintiendo cómo la oscuridad empezaba a nublar su visión.
Personas en el parque corrieron hacia ella, llamando a emergencias. En medio del caos, una figura sombría se acercó lo suficiente para dejar una carta junto a su cuerpo antes de desaparecer en la multitud.
Marina fue llevada de urgencia al hospital. Los médicos hicieron todo lo posible por salvarla, pero la noticia fue devastadora. Había perdido a su hijo. La tristeza y el dolor eran abrumadores.
Lucas llegó al hospital en cuanto recibió la noticia. Encontró a Marina en la cama, pálida y débil, pero viva. Se arrodilló junto a ella, tomando su mano.
—Lo siento tanto, Marina —dijo, con lágrimas en los ojos.
—Lucas... perdimos a nuestro hijo —respondió ella, con la voz quebrada por el dolor.
—Pero no te he perdido a ti. Y eso es lo que importa ahora —dijo él, intentando consolarla.
Mientras tanto, la carta de amenaza había sido entregada a la policía. En ella, las palabras eran claras y llenas de odio:
"Aún no se acaba esto. Me la pagarás muy caro. Ustedes dos están muertos."
La amenaza era real y aterradora. Lucas sabía que su familia estaba detrás de esto y que no se detendrían ante nada para destruir lo que habían construido juntos.
Esa noche, mientras Marina descansaba en el hospital, Lucas tomó una decisión. No permitiría que su familia les arrebatara todo. Encontraría la manera de proteger a Marina y de hacerles pagar por el daño que habían causado.
El eco del amor y la pérdida resonaba fuerte en sus corazones, pero también lo hacía la determinación de luchar por su futuro. Juntos, enfrentarían las sombras y encontrarían la manera de salir adelante, sin importar lo que les deparara el destino.