Marina estaba en casa cuando el cartero dejó una carta en su buzón. Al ver la letra de Lucas en el sobre, su corazón dio un vuelco. Lo abrió con manos temblorosas, leyendo las pocas palabras que contenía.
"Volveré dentro de 3 meses. Te amo. Lucas."
La angustia se apoderó de ella. Sabía que algo terrible estaba sucediendo, pero no tenía idea de qué hacer. La amenaza de la mafia rusa estaba siempre presente en su mente. Con miedo y determinación, decidió llevar la carta a la policía, con la esperanza de que pudieran protegerla y ayudar a Lucas.
Los días siguientes fueron una prueba de resistencia para Marina. Vivía con un constante temor, sintiéndose observada y vulnerable. Cada ruido en la noche la hacía saltar de la cama, y cada sombra le parecía una amenaza. Se mantenía ocupada pintando y escribiendo, tratando de aferrarse a cualquier fragmento de normalidad que pudiera encontrar.
Mientras tanto, en Rusia, Lucas enfrentaba un infierno personal. Desde el momento en que aceptó las condiciones del jefe, su vida se convirtió en una serie de pruebas brutales diseñadas para quebrarlo. Los hombres de la mafia no mostraban misericordia. Cada día estaba lleno de golpes, maltratos, insultos y humillaciones.
—Eres un inútil —escuchaba repetidamente, mientras lo golpeaban hasta que no podía levantarse.
Lo obligaban a entrenar sin descanso, empujándolo más allá de sus límites físicos y mentales. Querían convertirlo en un asesino de sangre fría, alguien sin sentimientos ni remordimientos. Cada golpe que recibía, cada insulto que soportaba, endurecía su corazón un poco más.
—Tienes que ser frío, Lucas. Sin sentimientos, sin debilidades —le decía el jefe mientras observaba su entrenamiento.
Lucas sabía que estaba cambiando. Sentía cómo su compasión y su humanidad se desvanecían, reemplazadas por una fría determinación de sobrevivir. Era una transformación dolorosa, pero necesaria. Sabía que no podía permitirse ser débil si quería proteger a Marina.
Un día, le dieron una prueba final. Lo llevaron a una habitación oscura donde un hombre estaba atado a una silla. Sin una palabra, le entregaron un cuchillo y le ordenaron que terminara con la vida del prisionero.
—Esta es tu prueba final, Lucas. Demuéstranos que eres uno de nosotros.
Lucas miró al hombre en la silla, viendo el miedo en sus ojos. Sintió una punzada de compasión, pero la reprimió. Sabía que su propia vida y la de Marina dependían de esto. Con manos firmes, levantó el cuchillo y cumplió la orden.
El jefe sonrió, satisfecho.
—Bienvenido a la familia, Lucas.
Mientras Lucas caía más y más en la oscuridad, Marina luchaba por mantener la esperanza. Sabía que Lucas estaba haciendo todo esto por ella, y eso le daba la fuerza para seguir adelante. Pero cada día que pasaba sin noticias de él era una tortura.
Lucas se había convertido en lo que la mafia quería, pero en su corazón, aún ardía el deseo de regresar a Marina. Sabía que algún día, de alguna manera, encontraría la manera de escapar de esta vida y regresar a los brazos de la mujer que amaba. Pero por ahora, tenía que sobrevivir. Tenía que ser fuerte. Por ella.