El eco del amor

Capítulo 11: El Regreso de Lucas

Lucas se sintió aliviado cuando el avión aterrizó. Después de todo lo que había pasado, regresar a casa le daba una sensación de normalidad que había extrañado desesperadamente. Recogió su equipaje y se dirigió a la salida del aeropuerto, sintiendo el peso de las últimas semanas aún sobre sus hombros.

El viaje en taxi fue silencioso. Lucas miraba por la ventana, viendo la ciudad pasar en un borrón de luces y sombras. Su mente estaba en Marina, en cómo iba a explicarle todo lo que había pasado sin asustarla. Sabía que las cosas nunca volverían a ser como antes, pero estaba decidido a intentar retomar su vida.

Cuando llegó a casa, vio que las luces estaban encendidas. Marina lo esperaba. Al abrir la puerta, sintió una mezcla de ansiedad y alivio. La vio parada en el umbral, con una mezcla de sorpresa y alegría en sus ojos.

—¡Lucas! —exclamó Marina, corriendo hacia él y abrazándolo con fuerza—. ¡Estaba tan preocupada!

Lucas la abrazó de vuelta, sintiendo un nudo en la garganta. La calidez de su abrazo era lo único que lo mantenía anclado a la realidad.

—Estoy aquí, Marina. Estoy de vuelta.

Se separaron y Marina lo miró, sus ojos buscando respuestas en su rostro.

—¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste así?

Lucas suspiró, tomando su mano y guiándola hacia el sofá.

—Es una larga historia. Pero estoy aquí ahora, y eso es lo que importa.

Marina asintió, aunque la preocupación no abandonaba su rostro. Sabía que algo había cambiado en Lucas, algo profundo y oscuro, pero decidió no presionar. Solo quería disfrutar de su regreso, aunque fuera por un momento.

—Te extrañé tanto —dijo ella, acurrucándose a su lado.

—Y yo a ti —respondió Lucas, besando su frente.

Mientras la noche avanzaba, Lucas y Marina hablaron sobre cosas triviales, intentando olvidar por un rato la tormenta que se avecinaba. Sin embargo, en el fondo de su mente, Lucas sabía que la tranquilidad sería efímera. Pero por ahora, estaba decidido a disfrutar cada segundo con Marina, la mujer que lo mantenía cuerdo en un mundo que había perdido toda lógica.




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