Al regresar, Lucas y Marina intentaron retomar su vida normal. Pasaron las semanas, los días se deslizaban uno tras otro, pero algo en el aire había cambiado. Marina sentía una inquietud constante, una sombra que acechaba en cada rincón de su hogar. Lucas había vuelto diferente, y las noches con él eran perturbadoras. No podía conciliar el sueño del miedo que se arremolinaba en su pecho.
Lucas se levantaba por la madrugada, siempre atendiendo llamadas de su "gente". Marina lo observaba desde la cama, su corazón latiendo con fuerza cada vez que él se alejaba para hablar en susurros al otro lado de la casa. Sabía que había algo que él no le estaba contando, algo oscuro que se interponía entre ellos.
Una noche, después de otra llamada misteriosa, Marina decidió que ya no podía soportarlo más. Se levantó y siguió a Lucas hasta la sala. Lo encontró sentado en el sofá, con el rostro sombrío y la mirada perdida.
—Lucas —dijo, su voz apenas un susurro—. Necesito saber qué está pasando.
Lucas la miró, sorprendido por su presencia. Vio la determinación en sus ojos y supo que ya no podía seguir escondiéndole la verdad.
—Marina... —empezó, pero ella lo interrumpió.
—No más excusas, Lucas. Desde que volviste, todo ha sido diferente. Las llamadas a medianoche, tu comportamiento... no puedo vivir así, sin saber qué está pasando. Por favor, dime la verdad.
Lucas suspiró profundamente, sintiendo el peso de sus secretos apretándole el pecho. Sabía que esto podía cambiarlo todo, pero Marina merecía saberlo.
—Está bien —dijo finalmente, tomando su mano y guiándola a sentarse junto a él—. Hay algo que debo contarte, algo que he estado evitando. Mi familia... ellos no son lo que parecen. Están involucrados con la mafia rusa, y me obligaron a hacer cosas terribles.
Marina lo miró, su rostro pálido por la sorpresa y el miedo.
—¿Qué cosas, Lucas? ¿Qué hiciste?
Lucas cerró los ojos por un momento, buscando fuerzas para continuar.
—Me hicieron matar, Marina. Incluso... incluso a mi propia madre.
Marina llevó una mano a su boca, sus ojos llenos de horror.
—No puede ser... ¿Por qué no me dijiste nada?
—Porque quería protegerte. Sabía que si sabías la verdad, estarías en peligro también. Pero ya no puedo seguir ocultándotelo. Ellos no nos dejarán en paz, y necesito tu apoyo para enfrentarlos.
Marina sintió una mezcla de terror y compasión por Lucas. Sabía que él había sufrido, que había sido manipulado y forzado a hacer cosas inimaginables. Pero también sabía que necesitaba estar a su lado, ayudarlo a encontrar una salida de ese oscuro laberinto.
—Estoy contigo, Lucas —dijo finalmente, tomando su mano con firmeza—. Vamos a enfrentar esto juntos. Pero tienes que prometerme que no habrá más secretos entre nosotros.
Lucas la miró, sus ojos llenos de gratitud y alivio.
—Lo prometo, Marina. Juntos, podremos superar esto.
Y así, en medio de la noche, hicieron un pacto de amor y fortaleza, decididos a enfrentar cualquier cosa que la vida les arrojara. Porque sabían que, mientras estuvieran juntos, podrían encontrar la luz incluso en la más profunda oscuridad.