El eco del amor

Capítulo 14: Algo aterrador

Las semanas de descanso pasaron rápidamente para Lucas. El tiempo que pasó con Marina le ofreció un respiro necesario, aunque breve, de la oscuridad en la que se encontraba. Sin embargo, sabía que la calma era solo temporal. La llamada llegó una noche lluviosa, interrumpiendo la aparente paz que había logrado construir.

El jefe le comunicó fríamente la nueva misión: matar a su padre. Esta sería la última tarea, una que lo liberaría finalmente de las garras de la mafia. Lucas sintió una mezcla de alivio y horror. Alivio porque la pesadilla estaba a punto de terminar; horror porque debía cometer un acto impensable.

La misión era clara. Su padre estaba de viaje de negocios en una ciudad cercana, y Lucas debía actuar rápido. Esa misma noche, empacó su equipo y salió sin decir una palabra a Marina. La idea de lo que debía hacer lo asfixiaba, pero sabía que no tenía otra opción. Esta era la única manera de garantizar su libertad y la de Marina.

Al llegar a la ciudad, Lucas se movió con la eficiencia y frialdad que había desarrollado. Sabía exactamente dónde encontrar a su padre y cómo entrar sin ser visto. La casa de su padre estaba en una zona exclusiva, protegida por una seguridad que para él, ahora, era simple de sortear.

Entró por una ventana del segundo piso, moviéndose con sigilo por la casa. Encontró a su padre en su estudio, revisando documentos. Lucas se acercó despacio, sacando su cuchillo. Pero cuando vio la figura de su padre, los recuerdos de su infancia lo golpearon con fuerza. Recordó las tardes de verano, las historias antes de dormir, las enseñanzas y el amor paternal. Un nudo se formó en su garganta, pero no podía permitirse vacilar.

—Lucas... —La voz de su padre lo sorprendió. El hombre se giró lentamente, viendo a su hijo con una mezcla de sorpresa y tristeza—. Sabía que vendrías.

Lucas no respondió. Su mirada era fría, sus manos firmes.

—Sabes que no tienes que hacerlo —continuó su padre—. Podemos encontrar otra manera.

—No hay otra manera —respondió Lucas, su voz tan helada como su resolución.

Con un movimiento rápido y preciso, cumplió con la misión. La habitación quedó en silencio, excepto por el sonido de su respiración agitada. Sabía que debía irse rápidamente. Limpiando cualquier rastro de su presencia, dejó la casa y regresó al cuartel.

El jefe lo esperaba, su sonrisa habitual de satisfacción en el rostro.

—Muy bien, Lucas —dijo el jefe—. Has demostrado tu lealtad hasta el final. A partir de ahora, eres libre. La herencia de tu padre es tuya, y con ello, puedes hacer lo que quieras. Tu misión con nosotros ha terminado.

Lucas asintió, sintiendo una mezcla de alivio y desolación. Había cumplido su última tarea, pero a un costo inimaginable. Se despidió del jefe y se dirigió de regreso a casa, con la esperanza de poder reconstruir su vida junto a Marina.

Al llegar a casa, Marina lo esperaba, su rostro lleno de preocupación. Lucas la abrazó con fuerza, sintiendo por primera vez en mucho tiempo una chispa de esperanza. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero ahora, al menos, tenía una oportunidad de redimirse y encontrar la paz.

—Soy libre, Marina —dijo, su voz quebrada—. Al fin, somos libres.

Pero en el fondo, Lucas sabía que las cicatrices de lo que había hecho nunca desaparecerían. Tendrían que aprender a vivir con el pasado y construir un futuro juntos, uno que esperaban fuera más brillante que las sombras que los habían perseguido.




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