El siguiente año fue tranquilo y feliz para Marina, Lucas y su pequeño Hugo. Cada día estaba lleno de risas, trabajo y amor. Marina había recuperado su pasión por la pintura y dedicaba horas a crear obras que ahora eran muy demandadas. Lucas, por otro lado, había empezado a impartir clases de ruso en una universidad local, encontrando satisfacción en enseñar su idioma y cultura a los estudiantes interesados.
Una tarde de otoño, mientras Lucas jugaba con Hugo en el jardín, Marina recibió una llamada inesperada. Era de una galería de arte en Nueva York que había oído hablar de su trabajo y quería organizar una exposición exclusiva de sus pinturas. Marina estaba emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Esta era una gran oportunidad, pero también significaba que tendría que pasar algún tiempo lejos de su familia.
Esa noche, durante la cena, Marina compartió la noticia con Lucas. Él la miró con orgullo y apoyo.
—¡Es una oportunidad increíble, Marina! —dijo Lucas, tomando su mano—. No te preocupes por nosotros. Podemos manejarlo.
Marina sonrió, sintiéndose aliviada por el apoyo incondicional de Lucas. Sin embargo, una parte de ella seguía preocupada por cómo manejarían la distancia.
Los preparativos para la exposición tomaron varias semanas. Marina trabajaba incansablemente, creando nuevas piezas y organizando los detalles con la galería. Lucas se hizo cargo de Hugo y las tareas domésticas, demostrando una vez más ser un compañero inestimable.
Finalmente, llegó el día del viaje. Lucas y Hugo acompañaron a Marina al aeropuerto. La despedida fue emotiva, con abrazos y promesas de llamadas diarias.
—Te extrañaré mucho —dijo Marina, abrazando a Lucas y besando a Hugo—. Cuidense y no se olviden de mí.
—Nunca —respondió Lucas con una sonrisa—. Estaremos aquí, esperando a que vuelvas.
El vuelo a Nueva York fue tranquilo, pero Marina no podía dejar de pensar en su familia. Al llegar, se instaló en un pequeño apartamento cerca de la galería y comenzó a prepararse para la gran noche.
La inauguración de la exposición fue un éxito rotundo. La galería estaba llena de gente admirando sus obras, y Marina se sintió orgullosa y realizada. Sin embargo, a pesar del éxito, algo faltaba. Extrañaba a Lucas y a Hugo más de lo que había anticipado.
Después de la inauguración, mientras Marina hablaba con algunos coleccionistas, recibió una sorpresa inesperada. Lucas y Hugo entraron a la galería, sonriendo ampliamente.
—¡Sorpresa! —gritó Lucas, sosteniendo a Hugo en brazos.
Marina corrió hacia ellos, abrazándolos con fuerza. La emoción de ver a su familia la llenó de alegría y alivio.
—¿Cómo...? ¿Cuándo...? —balbuceó, sorprendida.
—No podíamos dejar que vivieras este momento tan importante sola —dijo Lucas—. Así que decidimos darte una sorpresa.
La presencia de Lucas y Hugo hizo que la noche fuera perfecta. Marina se dio cuenta de que, aunque perseguir sus sueños era importante, su familia era su mayor inspiración y apoyo.
Al día siguiente, exploraron Nueva York juntos, disfrutando de los parques, museos y restaurantes. La ciudad, con su energía y vibración, fue el escenario perfecto para reafirmar su amor y unión.
A su regreso a casa, Marina y Lucas sabían que podían enfrentar cualquier desafío. Su amor, probado por el tiempo y las adversidades, era más fuerte que nunca. Con Hugo creciendo y sus carreras floreciendo, estaban listos para cualquier sorpresa que la vida les tuviera preparada.