El amanecer llegó lentamente, pero Alexander no lo vio. Había pasado la noche dando vueltas en su mente, tratando de encontrar sentido a lo que había presenciado. Su mate, aquella que estaba destinada a ser su otra mitad, había estado en el boque con alguien que manipulaba una magia oscura, intentando romper un vínculo que ya había rechazado. ¿Por qué?
El campamento despertaba alrededor de él, pero Alexander seguía sentado junto al fuego en su cabaña, con la mandíbula apretada y sus manos entrelazadas frente a su boca. Su lobo estaba inquieto, sus emociones entrelazadas con las suyas: ira, confusión, un dolor punzante que nunca parecía disminuir.
Finalmente, después de lo que parecían horas interminables, decidió salir de su cabaña. Necesitaba respuestas, y solo había una persona que podría ayudarlo a comprender lo que había visto.
La Sabia Del Bosque.
La cabaña de Anjana, la sabia de la manada, estaba apartada del resto de la manada, situada en el límite donde los árboles comenzaban a cerrarse y las sombras se volvían más densas. Anjana era conocida por su conocimiento de las antiguas magias y las leyendas que rodeaban a los lobos. Si alguien sabía lo que su mate estaba intentando hacer, era ella sin duda.
Alexander llegó a la cabaña, pero dudaba si llamar a la puerta o no, no le gustaba mostrar su vulnerabilidad, ni siquiera delante de Anjana, pero esta vez no tenía otra opción. Finalmente, golpeo la puerta con sus nudillos.
La puerta se abrió casi al momento, como si ella lo hubiera estado esperando. Anjana era una mujer rellenita, pero imponente, con cabello largo y blanco como la nieve y los ojos tan claros que parecía que se podían ver a través de ellos.
-Sabía que vendrías, Alexander. Entra
El guerrero pasó al interior de la cabaña, donde el aroma a hierbas y madera quemada lo envolvía. La cabaña estaba llena de frascos, libros antiguos y talismanes colgados por todos lados. Anjana se sentó en un banco frente a ella, señalándole un asiento enfrente de ella.
-Dime, ¿qué te atormenta?- pregunto, su tono suave pero firme.
Alexander se pasó la mano derecha por el cabello, tratando de ordenar sus pensamientos.
- La vi anoche. Mi... Mate. Estaba en el boque con alguien. No sé quién era, pero usaban magia. Oscura. Dijeron que estaba rompiendo el vínculo ... Completamente.
Anjana alzo una ceja, pero no lo interrumpió, lo dejo continuar.
-Ella lo rechazó, sí, pero... esto es algo más. El vínculo roto ya duele. Pero si lo destruye del todo... no sé qué pasará conmigo. Con mi lobo.
La sabia se inclinó hacia delante, sus dedos entrelazados bajo su barbilla.
-Romper un vínculo predestinado ni es algo que deba tomarse a la ligera. Es posible, pero el precio es alto, no solo para quien lo rechaza, sino también para quien es rechazado.
Alexander sintió que un nudo se le formaba en la garganta
-¿Qué precio?
Anjana suspiro y tomó un talismán que tenía encima de la mesita del centro del salón, acariciándolo como si en él estuvieran las respuestas.
-El vínculo es más que un lazo emocional. Es parte de tu espíritu, de tu lobo. Romperlo puede significar perder parte de tu alma, Alexander. Puede debilitarte, dejarte vulnerable. Algunos lobos no sobreviven al proceso.
Alexander sintió que el suelo bajo sus pies se tambalea.
-¿Por qué haría algo así? ¿Por qué querría destruirlo?
La sabia lo miró fijamente, su expresión llena de tristeza y pesar.
-A veces, el rechazo ni es personal. A veces, las decisiones que creemos nuestras son influenciadas por fuerzas externas. No subestimes el poder de la magia, ni las razones ocultas de quienes la usan.
Alexander necesitaba salir de allí y transformarse en su lobo para despejar sus ideas, salir corriendo de la cabaña de Anjana le pareció la mejor opción, pero las palabras de la sabia no le dieron consuelo aun corriendo en su forma de lobo, pero eso si esas palabras encendieron algo dentro de Alexander: la necesitaba confrontarlas. Si había algo más detrás de lo que estaba sucediendo, necesitaba saberlo.
Esa misma noche, mientras hacía un recorrido por las fronteras de la manada, encontró el rastro de su mate. Esta vez, no la seguirá por las sombras. La enfrentaría.
No tardó en encontrarla, esta vez estaba sola, sentada en un claro bajo la luna creciente, su silueta iluminada por la luz plateada. S pesar de todo, Alexander sintió que su corazón se aceleraba al verla. Pero no había tiempo para su debilidad.
-¿Qué estás haciendo?- su voz resonó entre árboles como un gruñido bajo.
Ella giró lentamente, sus ojos brillando con algo que no pudo identificar: ¿ira? ¿Miedo? ¿Tristeza?-No es asunto tuyo.
-Sí, lo es-gruñó, avanzando un paso hacia ella-. Soy tu mate, lo quieras o no. Y si estás intentando romper este vínculo, me afecta tanto como a ti. Quiero saber por qué.
Ella se puso de pie, con una postura desafiante. -¿Por qué te importa, Alexander? Ya me rechazaste como persona al quererme solo porque la Luna lo dictó. Yo estoy eligiendo libremente.
- Eso no es verdad- respondió él, con la voz quebrándose-. No te conozco, no me has dado esa oportunidad como para rechazarte. Pero este vínculo... significa algo. Para mí, al menos.
-No lo suficiente como para detenerme- dijo ella, apartando la mirada.
-¿Es tu decisión? ¿O la de esa criatura con la que estabas anoche?- espetó, dando un paso más hacia ella.
Su reacción fue inmediata: se tensó y lo miró con furia
- No hables de lo que no entiendes.
-Entonces explícate- respondió él-. Dime por qué estás haciendo esto. Dime qué es tan terrible de este vínculo que preferirías romperlo, aunque eso me mate.
El silencio se alargó entre ellos, y por un momento pensó que no responderías. Finalmente, ella dejó escapar un suspiro largo y tembloroso.
-Porque no soy quien crees que soy. No soy lo que la Luna eligió para ti.