El Eco Del Rechazo

Capítulo 6: Pactos En la Oscuridad

La casa de la manada donde se encuentra el alfa estaba iluminada por una tenue luz rojiza. En el interior, el aire era pesado con el aroma de la madera quemada y algo más profundo, un olor metálico evocaba sangre derramada. El Encantador estaba de pie en el centro de la sala, su capa negra agitándose como si tuviera vida propia, a pesar de que no había viento. Frente a él, el Alfa Damián lo miraba con expresión severa, sus ojos dorados brillando bajo la luz de las antorchas.

-¿Qué quieres esta vez?- gruñó Damián, cruzando los brazos sobre su amplio pecho. Su voz era baja, pero había un filo de impaciencia en ella

El Encantador no respondió de inmediato En lugar de esos, dejo que el silencio se alargara, disfrutando de la incomodidad creciente del alfa. Cuando finalmente habló, su voz era un susurro venenoso que llenaba cada rincón de la sala.

-No es lo que quiero esta vez, Damián. Es lo que hemos acordado desde el principio.

El alfa apretó los dientes, pero no dijo nada,

-Deva me pertenece- continuo el Encantador, avanzado un paso hacia el alfa-. Lo sabes. Fue parte del trato.

Damián Soltó un gruñido bajo, sus ojos brillando con una furia contenida.

-Ella es parte de mi manada. Bajo mi protección.

El Encantador rio, un sonido hueco y burlón.

-No seas ingenuo. Sabías lo que eras cuando hicimos este pacto. Sabías lo que yo pedía a cambio de mí ... Intervención. ¿O acaso necesitas que te refresque la memoria?

Damián se tensó, pero no retrocedió.

-No me hables como si yo fuera uno de tus lacayos. Deva no está en la lista para lo que planeas.

-¿Y quién eres tú para decidir es?- El Encantador inclinó la cabeza, como si analizara al alfa con una mezcla de burla y desprecio-. ¿El gran Damián, que alguna vez estuvo tan desesperado que acudió a mí?

Damián gruñó, pero antes de que pudiera responder, un aullido rompió el aire fuera de la cabaña. Era un sonido largo y gutural, lleno de furia. El Encantador se giró ligeramente hacia la puerta, y su sonrisa se ensanchó,

-Parece que tus problemas son mayores de lo que pensaba.

Damián salió de la casa, seguido de cerca del Encantador, cuyos movimientos eran fluidos, como si flotara más que caminara, era silencioso y nadie más le podía ver, ya que sus artes con la magia oscura podía utilizar a su antojo, nadie podía verlo excepto quien él quisiera que lo viera.

Afuera la noche estaba iluminada por la luna llena, y el boque que rodeaba el territorio de la manada parecía vibrar con una energía peligrosa.

A lo lejos, el alfa podía ver las siluetas de los lobos renegados. Eran enormes, más grande que cualquier miembro de su manada, y sus ojos brillaban con un rojo antinatural. Había al menos una docena de ellos, moviéndose como una unidad letal mientras se acercaban al límite de la manada.

Uno de los centinelas, un joven lobo llamado Thane, se acercó corriendo.

-Alfa son los renegados de la Cuchilla Negra. Intentamos detenerlos en el río, pero son demasiados.

Damián apretó los dientes. Los renegados de Cuchilla Negra era una amenazada constante en la legión lobos que habían renunciado a toda lealtad a las manadas y vivían como bestias salvajes, atacando, y destruyendo todo a su paso.

-Reúne todos los guerreros disponibles. Protéjanse las espaldas, dar el aviso en la manada para que todas las personas jóvenes, niños, madres y ancianos se metan en sus casas y que no salgan hasta que yo no del aviso.

El Encantador observaba la escena con una sonrisa torcida subido desde un árbol, para no ser visto.

- ¿Necesitas ayuda, Damián? Le dijo al alfa en su cabeza

-No quiero tu interferencia- gruñó el alfa, sus ojos brillando con un tono dorado con un tono dorado más intenso.

El Encantador levantó las manos en gesto de inocencia. Pero sus ojos seguían brillando con malicia

-Como quieras. Aunque sería una pena que algo... le ocurriera a Deva mientras que su pareja está en la pelea.

Damián sintió un nudo en su pecho, observó a su alrededor y vio a Alexander convertido en su lobo y a la espera de entrar en batalla.

-Alexander, ves a revisar si todos los ancianos, jóvenes, cachorros y sus madres está en su casa bien protegidos, quédate haciendo guardia, y coge a tu pareja y déjala cerca de la casa de la manada o en tú, casa en el boque están desprotegidas.

Alexander siguió las órdenes de su alfa, aunque tenía ganas de debatir a su alfa, por no dejarle enfrentar esta batalla.

Damián ahora se dirigió al Encantador.

-Ella está a salvo. Y no necesito recordarte que si algo le pasa, tú también pagarás el precio.

-Oh, no lo olvides Damián. Nadad de esto ocurre sin mi permiso

los renegados atacaron sin previo aviso. Salieron de entre los árboles como sombras vivientes, sus rugidos llenaron el aire mientras se lanzaban sobre los defensores de la manada. Damián lideró el contraataque, transformándose en su lobo con un rugido que resonó en el claro.

Los guerreros de la manada lo siguieron, chocando contra los renegados con una fuerza descomunal. El aire se llenó del sonido de dientes chocando contra carne y huesos, de gruñidos y aullidos que hacían vibrar el suelo bajo sus patas.

Damián derribó a uno de los renegados con un movimiento rápido, clavando sus colmillos en el cuello del enemigo antes de lanzarlo sin vida en el suelo. Pero por cada uno que caía, otros dos aparecían para tomar su lugar.

Desde el árbol donde estaba el Encantado observaba la batalla con aparente indiferencia. Pero había algo en su postura, algo en la forma en que sus ojos brillaban en la oscuridad, que sugería que estaba disfrutando del caos.

Uno de los renegados más grandes, un lobo de pelaje negro y rojo como las brasas, se lanzó hacia Damián con un rugido ensordecedor. Damián giró justo a tiempo para enfrentarlo, y los dos chocaron con una fuerza, que hizo temblar el suelo.

El alfa sabía que este no era un enemigo común. Era el líder, uno que había probado sangre de otras manadas y se había fortalecido con ella. Damián rugió y atacó con todo lo que tenía, sus garras deslizándose por el costado del renegado, pero el lobo negro apenas reaccionó.




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