El Eco Del Rechazo

Capitulo 7: El Juramento Del Guardian

El aullido de Damián resonó como un trueno en el corazón del boque, una orden imposible de ignorar. Alexander lo sintió como una corriente eléctrica atravesando su cuerpo, obligándole a actuar. El alfa había hablado, y su voluntad era ley; Alexander debía proteger a Deva, mantenerla a salvo a toda costa mientras la batalla contra los renegados azotaba la manada.

Aunque la sangre de sus venas rugía con ansias de unirse a la batalla, Alexander sabía que desobedecer era impensable. Con un último vistazo hacia el campo donde la batalla se libraba en un caos de gruñidos y aullidos, giró en dirección a la cabaña donde Deva estaba.

El aire estaba cargado de tensión cuando llegó. Deva estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia el horizonte. sus ojos eran abismos profundos, reflejando la incertidumbre y la culpa que la devoraba por dentro.

No hizo ningún movimiento cuando Alexander entró, pero su voz rompió el silencio con una fría determinación.

-No deberías estar aquí, Alexander

- Las órdenes del alfa fue clara. Estoy aquí para protegerte, os protegeré con mi vida si es necesario, os vendréis a mi casa, desde allí es más seguro que esta cabaña- respondió él cerrando la puerta detrás de sí, y escaneando la habitación con sus sentidos alerta.- Recoger vuestras cosas nos vamos de aquí.

-no necesito que me protejas Alexander. Solo soy un problema para todos, llévate a mi madre y protégela, es lo único que tengo.

-Pero hija...

- pero nada madre necesito que te protejan

-Os vendréis las dos, las dos recoger unas cuantas cosas y nos vamos ya de aquí.

Deva miró a Alexander y tenía en esa mirada una determinación que no pudo decir que no empaquetaron alguna cosa corriendo y se fueron de esa casa, la que un día llamo hogar.

Llegaron a la casa de Alexander, esquivando el campo de batalla y evitando cualquier renegado que se les cruzara por el camino.

Cuando llegaron a casa de Alexander tenía un nudo en el pecho, pero mantuvo su expresión neutral. No era el momento de discutir.

-no voy a dejar que nada ni nadie te haga daño, Deva. No mientras que yo esté aquí.

Cuando fue a preguntar ella, el porqué Alexander salió de la casa, sentándose en las escaleras de madera, con los brazos cruzados en su pecho y con los sentidos afilados como cuchillas.

El silencio no duró mucho. Un rugido desgarrador rompió la calma, y Alexander saltó de su posición, su cuerpo se tensó como un resorte listo para actuar. El sonido de las hojas rompiéndose y el estruendo de patas golpeando el suelo se acercaba rápidamente.

- Están aquí- murmuro Deva, sus palabras cargadas de miedo y resignación.

- Mierda han escapado de la batalla, están llegando al centro de la manada-. Murmuro Alexander

Alexander vio a Deva desde la ventana que estaba asomada en la ventana

- Quédate en la casa. Pase lo que pase, no salgas de ella-. La dijo Alexander

Alexander desenvainó su espada corta de plata que llevaba en la cintura, su única arma, además de su propia forma de lobo.

Deva lo miro con una mezcla de desafío y preocupación.

-No soy inútil, Alexander-. Susurro Deva

El rugido volvió a resonar, esta vez tan cerca que los cristales de las ventanas vibraron. Antes de que pudiera Alexander reaccionar, un enorme lobo apareció en el centro del pueblo, delante de la casa de Alexander.

El lobo renegado era enorme, su pelaje oscuro como la noche y sus ojos de un rojo abrasador. Alexander no perdió tiempo, atacando tan rápido que cortó la piel de su enemigo. El lobo gruñó y retrocedió, pero pronto se recuperó. Lanzándose nuevamente hacia Alexander con un rugido ensordecedor.

El enfrentamiento fue brutal, una mezcla de golpes y movimientos calculados. Alexander sabía que no podía permitirse errores.

Finalmente, con un tajo limpio, logro derribar al renegado, pero antes de que pudiera tomar aliento, otros dos aparecieron en la plaza

-Esto no termina- murmuro Alexander entre dientes, levantando la espada una vez más.

Mientras Alexander luchaba con los dos lobos, Deva observaba desde la ventana, sintiéndose imponente pero decidida a no ser solo una espectadora. Cuando uno de los renegados logró lanzarse sobre Alexander, derribándolo al suelo, Deva actuó sin pensarlo.

Tomo un pesado candelabro de hierro, salió de la casa con el menor ruido posible, su madre la intento frenar, pero no llegó a tiempo cuando Deva ya había salido de la casa, fue por la espalda del lobo y lo estrelló contra la cabeza del lobo con todas sus fuerzas. El impacto fue suficiente para aturdir a la bestia, permitiendo que Alexander se liberaba y lo rematara con un golpe certero.

-¿Qué estás haciendo? ¿Por qué saliste de la casa?- rugió Alexander, volviéndose hacia ella con los ojos llenos de furia y preocupación.

-Ayudándote.- respondió ella, sin soltar el candelabro.

-Te dije que no salieras de la casa

- y yo te dije que no era una inútil.

Antes de que pudieran seguir discutiendo, el sonido de más aullidos llenos el aire. Alexander sabía que la casa era segura, pero su lado protector no parecía estar tan seguro de eso, quería tener a su mate cerca y segura, su casa ya no lo parecía tanto.

-Tenemos que salir de aquí- dijo mirando a Deva con seriedad-. Hay un refugio cerca, bajo tierra. Allí estaremos más seguros.

Deva asintió, confiando en él a pesar de su miedo-Llevanos.

Alexander fue tocando en todas las casa que había luz para ayudar al máximo a su manada, todos juntos se dirigieron hacia el refugio, recogiendo a ancianos, jóvenes, y madres con sus cachorros

El camino hacia el refugio fue una carrera desesperada, Alexander miraba de vez en cuando mirando hacia atrás para ver si todos le seguían, hubo un momento en el que una anciana se tropezó con una rama, ya que la pierna de la mujer no daban a más el refugio estaba algo retirado y tuvieron que huir por caminos complicados, ya que el que iba directo podría estar lleno de lobos renegados, ya que habían entrado al pueblo, Los jóvenes que estaban todavía en entrenamiento ayudaron a Alexander en todo lo que podían echaban una mano a los ancianos y ancianas y a las madres embarazadas y cachorros. Alexander dio la orden de seguir recto, ayudo a la anciana a ponerse de pie.




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