El Eco Del Rechazo

Capítulo 9: Secretos y sombras

El hospital seguía en plena actividad, pero en un rincón del pasillo, Alexander apoyaba la espalda contra una pared, intentando recuperar el aliento. Su cuerpo estaba exhausto, sus músculos tensos tras horas de cargar heridos y mantener la guardia. Pero no era el cansancio físico lo que lo tenía al borde del colapso: era el peso de las preguntas que rondaban su mente.

"¿Cómo pudo la manada permitir algo tan cruel? ¿Cómo justificaron condenar a una madre y a su hija de esa manera?"

Mientras estas dudas lo carcomían, sintió un movimiento en su interior, un tirón en lo más profundo de su ser. Su lobo, el lado más instintivo y salvaje de su alma, estaba inquieto.

-¿Qué ocurre contigo? -murmuró Alexander, cerrando los ojos para concentrarse en el vínculo que compartía con su lobo.

"La pregunta no es qué ocurre conmigo, Alexander, sino contigo" -respondió el lobo, su voz grave y profunda resonando en su mente.

Alexander frunció el ceño.

-No tengo tiempo para juegos filosóficos. Estoy intentando entender qué pasó con la madre de Deva.

"¿Y qué harás con esa verdad, si es que la encuentras? ¿Crees que puedes cambiar el pasado? ¿Deshacer el daño?"

El lobo Kurama siempre era directo, a veces brutal, pero Alexander sabía que era un reflejo de sus propios miedos y dudas. Suspiró, cruzándose de brazos.

-No puedo cambiar el pasado, pero puedo hacer justicia. Al menos eso es algo.

"¿Justicia? ¿O solo buscas aliviar tu propia culpa por no haber hecho nada antes?"

El comentario lo golpeó como una daga.

-No sabía nada de esto antes.

"Pero lo sospechabas."

El silencio se extendió entre ellos. Alexander sabía que su lobo tenía razón, aunque le doliera admitirlo. Siempre había habido murmullos, historias medio enterradas que nunca se atrevió a investigar. Tal vez porque era más fácil mirar hacia otro lado.

-No importa lo que haya hecho o dejado de hacer antes. Ahora sé la verdad, o al menos parte de ella. No puedo ignorarlo.

"Entonces no la ignores. Pero ten cuidado, Alexander. La verdad no siempre es un alivio. A veces es un peso que puede romperte. Pregúntate si estás listo para cargarlo."

-Estoy listo -dijo Alexander con firmeza, aunque en el fondo no estaba seguro de si era verdad.

"Eso lo veremos."

El vínculo entre ellos se desvaneció lentamente, dejando a Alexander solo con sus pensamientos. Pero la conversación había encendido algo en su interior: una determinación feroz de encontrar las respuestas, sin importar el costo.

La había dejado bajo cuidado en una de las salas de recuperación, pero algo en su interior no lo dejaba tranquilo. Su conexión con ella, esa presencia intangible que parecía vibrar dentro de su pecho, lo empujaba a verificar que estuviera bien antes de seguir con sus tareas.

Alexander dio un paso hacia adelante, pero se detuvo. Algo lo mantenía en su lugar, como si no quisiera perturbar ese momento de calma. Finalmente, cedió a la necesidad de acercarse.

-Estás a salvo ahora -murmuró, aunque sabía que ella no podía escucharlo.

Con cuidado, deslizó un brazo bajo su espalda y el otro bajo sus piernas, levantándola sin esfuerzo. Su piel estaba fría al tacto, y el peso de su fragilidad lo golpeó como una ola. Llevó a Deva a una de las habitaciones privadas del hospital, colocándola sobre una cama limpia. La arropó con una manta antes de quedarse un momento más, observándola.

Había tantas preguntas que necesitaba hacerle, tantas cosas que quería entender. Pero ahora no era el momento.

-Descansa -susurró, con una suavidad que sorprendió incluso a su propio lobo.

"Eres más protector de lo que admites."

Alexander no respondió al comentario de su lobo, optando por dejar la habitación en silencio. Tenía un propósito claro: encontrar respuestas. Y esas respuestas estaban en el sótano.

Esa misma noche, cuando el caos del hospital disminuyó, Alexander se dirigió al sótano, donde la manada guardaba los registros de sus eventos pasados. Las estanterías, llenas de documentos cubiertos de polvo, parecían un laberinto interminable.

Encendió una lámpara de aceite y comenzó a buscar, entre los registros más antiguos, aquellos que correspondían al año que Deva había mencionado. Los documentos estaban desorganizados, algunos incompletos, otros con páginas arrancadas. Pero pronto encontró lo que buscaba: referencias al brote que había azotado a la manada.

Los primeros registros hablaban de la enfermedad y del pánico que se extendió por la comunidad. Mencionaban a los sanadores que trataron de contenerla, incluyendo a la madre de Deva. Sin embargo, cada vez que el texto parecía acercarse a una explicación o un detalle relevante, el contenido se cortaba abruptamente.

El nombre de la madre de Deva aparecía tachado en varios documentos, como si alguien hubiera querido borrarla de la historia de la manada. Pero entre los registros encontró una nota que le hizo fruncir el ceño:

"Informe especial: autorizado solo por el Alfa."

Alexander sintió cómo un escalofrío recorría su columna. Esto no era un simple caso de negligencia o culpa. Había algo más profundo, algo que el Alfa, Damián, había intentado ocultar deliberadamente.

Mientras pasaba las páginas, un pensamiento cruzó su mente, uno que no podía ignorar.

"¿Y si esto no fue un accidente? ¿Y si la madre de Deva no fue culpable, sino una víctima de algo más oscuro?"

En la oficina principal, Damián miraba por la ventana, sus manos temblando mientras sostenía una copa de whisky. Las palabras del Encantador que una vez le dijo seguían resonando en su mente:

"El precio de un secreto es la sombra que siempre lo persigue."

Miraba la bebida como si pudiera encontrar respuestas en el líquido ámbar. Sus pensamientos estaban lejos del hospital, lejos de los heridos: estaban atrapados en el pasado.




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