El Eco Del Rechazo

Capítulo 12: Ecos en la Oscuridad

La noche había caído con un peso inusual sobre la manada. El hospital estaba envuelto en un silencio inquietante, roto únicamente por los murmullos de los heridos y el crujir ocasional del suelo bajo los pasos de Alexander. Deva dormía profundamente, pero su descanso estaba lejos de ser pacífico.

Alexander se sentó en un rincón de la habitación, observándola con preocupación. Las marcas en su cuerpo, que antes parecían simples cicatrices, ahora eran símbolos oscuros y entrelazados que pulsaban con una energía que le erizaba la piel.

"Esto no es natural."

La voz de Kael, su lobo, resonó en su mente, grave y cargada de tensión.
"Estas marcas no son simples heridas. Son un vínculo, una conexión con algo que no pertenece a este mundo."

Alexander suspiró, cerrando los ojos por un momento.
¿Pero quién podría hacerle esto? —susurró, su voz apenas audible.

Kael gruñó.
"Esa es la pregunta, Alexander. Y no sé si queremos conocer la respuesta."

De repente, Deva comenzó a retorcerse en la cama. Su respiración se volvió errática, y su cuerpo temblaba como si estuviera luchando contra algo invisible. Alexander corrió hacia ella, tratando de sujetarla sin hacerle daño.

—¡Deva! ¡Despierta! —gritó, con la voz cargada de desesperación.

Ella abrió los ojos, pero no lo miraba. Sus pupilas estaban completamente negras, y de su boca salían palabras en un idioma gutural y desconocido. La energía en la habitación cambió, volviéndose más densa, más oscura.

"Esto no es un sueño; es un ataque."

Kael rugió, su furia palpable en la mente de Alexander.

—¡Deva, vuelve conmigo! —gritó, sacudiéndola suavemente.

Finalmente, ella pareció despertar, jadeando y llorando mientras se aferraba a su pecho.

—¡Está aquí... siempre está aquí! —susurró, su voz rota por el miedo.

—¿Qué está aquí, Deva? ¿Qué estás viendo?

—Las sombras... me persiguen, no importa dónde esté. No puedo escapar.

Alexander la abrazó, intentando calmarla, aunque él mismo sentía que la situación se estaba saliendo de control.

Cuando Deva finalmente se calmó, Alexander se levantó para buscar agua. Al girarse hacia la pared frente a la cama, su sangre se congeló. Allí, escrito con sangre, había un mensaje:

"La clave está en el sacrificio."

La respiración de Alexander se detuvo por un momento. El mensaje parecía pulsar, como si estuviera vivo.

—Yo no lo hice... Yo no lo hice... —susurró Deva, temblando mientras miraba la inscripción con los ojos llenos de terror.

Alexander dio un paso hacia la pared, pero algo en el suelo llamó su atención. Un rastro de sangre descendía desde la inscripción hasta formar un charco junto a la cama. Su corazón se hundió cuando vio el origen.

En el suelo, yacía el cuerpo de Sienna, la madre adoptiva de Deva. Su piel estaba pálida, sus ojos abiertos y vacíos, y un corte profundo marcaba su cuello.

—¡No... no puede ser! —jadeó Alexander, arrodillándose junto a ella.

Deva se tapó la boca con las manos, incapaz de emitir un sonido mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

—¿Cómo...? ¿Quién...? —balbuceó, su voz rota por el shock.

Alexander revisó rápidamente el cuerpo, buscando algún signo de vida, pero era inútil. Sienna estaba muerta, su sangre usada para escribir ese mensaje macabro.

"Esto no es un ataque cualquiera. Es un mensaje para nosotros."

Kael gruñó, su tono cargado de rabia.
"Quieren que sepamos que no hay límites. Están dispuestos a destruir todo lo que ella ama."

Alexander cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes. No sabía quién estaba detrás de esto, pero una cosa era segura: no se detendrían.

—Deva, escúchame —dijo, girándose hacia ella. Su voz era firme, aunque cargada de tristeza—. Esto no es tu culpa. No importa lo que ellos quieran hacerte creer, esto no es por ti. Es por lo que ellos buscan.

Deva asintió lentamente, aunque su rostro estaba marcado por una culpa que parecía consumirla.

Después de cubrir el cuerpo de Sienna con una manta, Alexander se acercó a la pared una vez más. El mensaje parecía mirarlo, como si le hablara directamente.

"Esto no ha terminado, Alexander. Esto es solo el principio."

Kael gruñó, su tono cargado de advertencia.
"Prepárate. Lo que sea que estamos enfrentando, no se detendrá hasta que lo destruyamos o nos destruya a nosotros."

Alexander miró a Deva, aun temblando en la cama. Ahora tenía una razón más para luchar, para protegerla a toda costa. No iba a permitir que nadie más muriera.

Y en el fondo, sabía que la batalla apenas comenzaba.

La noche seguía su curso, pero la tensión en el aire parecía no disiparse. Alexander no podía quitarse de la cabeza el mensaje en la pared ni la sangre derramada de Sienna. Cada paso que daba lo llenaba de rabia y confusión. La única manera de obtener respuestas era profundizar aún más en los archivos que había encontrado en el sótano. Pero muchos de esos documentos estaban protegidos por sellos de autorización que solo el Alfa podía desbloquear.

"Es hora de enfrentarlo."

Kael gruñó en su mente, su tono severo.
"Si Damián realmente quiere proteger a la manada, debe dejar de ocultar secretos. Esto no puede continuar así."

Alexander salió del hospital, con la luna iluminando tenuemente el camino hacia la casa principal del Alfa. Su determinación crecía con cada paso, aunque sabía que Damián no sería fácil de convencer.

La casa del Alfa estaba completamente a oscuras, salvo por una lámpara en el despacho. Alexander golpeó la puerta con firmeza, sin importarle que fuera tarde. Los guardias en la entrada lo miraron con recelo, pero lo dejaron pasar.

—¿Qué ocurre, Alexander? —preguntó Damián, levantando la mirada de unos documentos que estaba revisando. Su voz era tranquila, pero sus ojos reflejaban un cansancio acumulado.




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