El Eco Del Rechazo

Capítulo 14: Caminos Cruzados

El amanecer llegó teñido de una calma extraña, como si la noche anterior no hubiese sido un caos lleno de sombras, sangre y secretos. Alexander permanecía en silencio, sentado al pie de la cama donde Deva descansaba. Su mente giraba en torno a las palabras de Anjana: Raegan. Ese nombre lo inquietaba tanto como lo intrigaba.

Kael gruñó en su mente, interrumpiendo sus pensamientos.
"No confío en él. La manada del Filo Sombrío siempre ha estado al margen, como si miraran desde las sombras, esperando nuestro fracaso."

—Lo sé —susurró Alexander, pasándose una mano por el cabello—, pero no tenemos opciones. Si hay una mínima posibilidad de que tenga respuestas, debo arriesgarme.

Kael no respondió, pero Alexander sintió su desaprobación. Sabía que esto complicaría aún más la ya tensa relación con Damián, pero cada día que pasaba sin respuestas era un día más que ponía a Deva y a toda la manada en peligro.

El crujir de la madera en el piso del pasillo lo puso alerta. Se levantó rápidamente, colocándose entre la puerta y Deva, quien todavía dormía profundamente. Unos golpes firmes resonaron en la madera, y Alexander supo al instante quién estaba del otro lado.

Abrió la puerta para encontrarse con el imponente Alfa, Damián, que lo miraba con una mezcla de ira y desconfianza.
—Quiero saber qué demonios crees que estás haciendo, Alexander.

Alexander cerró la puerta detrás de él, manteniendo la voz baja para no despertar a Deva.
—Estoy protegiéndola. Algo que deberías estar haciendo también.

Damián soltó una risa seca, pero su mirada era afilada.
—¿Y por eso la llevaste aquí? ¿Por eso te atreviste a ignorar mis órdenes?

—Tus órdenes nos llevaron a esto. Sienna está muerta, y el hospital no es seguro. Tú sabías más de lo que admitiste sobre lo que ocurría allí, y aun así me enviaste a ciegas.

Damián se acercó, su presencia tan sofocante como siempre.
—Cuidado, Alexander. Estás al borde de cruzar una línea peligrosa.

—¿Más peligrosa que la verdad que estás escondiendo? —espetó Alexander, su tono cargado de desafío.

Damián frunció el ceño, su lobo a punto de salir a la superficie. Pero antes de que pudiera responder, Anjana apareció al final del pasillo, su voz tranquila pero cargada de autoridad.
—No es momento para esto, Damián. No cuando las sombras están acechando.

El Alfa miró a la sabia con un destello de rabia, pero no discutió. Anjana se acercó a Alexander y colocó una mano sobre su hombro.
—Vuelve con Deva. Damián y yo tenemos asuntos que discutir.

Alexander la miró con desconfianza, pero al final asintió. Entró de nuevo en la habitación, cerrando la puerta tras de sí, mientras Anjana y Damián se alejaban por el pasillo.

Mientras Alexander regresaba a la habitación donde Deva descansaba, Damián siguió a Anjana hasta el salón principal de su casa. La sabia caminaba despacio, sus pasos resonaban en la madera vieja, pero no dijo nada hasta que ambos estuvieron fuera de vista. Cerró la puerta con calma antes de girarse hacia el Alfa.

—Estás perdiendo el control, Damián —dijo Anjana, sin rodeos.

El Alfa apretó los puños, un gruñido bajo escapándose de su garganta.
—Cuidado, Anjana. Sabes muy bien que no es momento para cuestionar mi liderazgo.

—¿Liderazgo? —Anjana soltó una risa amarga, su mirada clavándose en la de Damián—. Llamas a esto liderazgo, cuando lo único que haces es intentar mantener a todos en la oscuridad mientras las sombras devoran tu manada desde dentro.

Damián se acercó con un paso amenazante, su altura imponiéndose sobre la sabia.
—He hecho lo necesario para proteger a mi manada. Lo que no entiendes, Anjana, es que hay cosas más grandes que nosotros en juego.

—¿Protección? —replicó Anjana, sin inmutarse por su presencia—. ¿Llamas a esto protección cuando has vendido a tu propia gente? Cuando permitiste que esa oscuridad entrara en tu territorio, sabiendo perfectamente lo que traería.

El Alfa endureció la mandíbula, desviando la mirada.
—No sabes de lo que hablas.

—Oh, claro que lo sé, Damián —respondió Anjana, dando un paso hacia él—. Sé todo sobre el trato que hiciste con esas criaturas. Sé cómo sacrificaste más de lo que estabas dispuesto a admitir, y ahora estás atrapado en un juego que no puedes ganar.

Damián gruñó, sus ojos destellando con el brillo de su lobo.
—¡No tienes idea de las decisiones que tuve que tomar! Todo lo que he hecho ha sido por el bien de la manada.

—¿Por el bien de la manada? —Anjana negó con la cabeza, su voz cargada de decepción—. Sienna murió por tus decisiones. Las pesadillas de Deva son el resultado de lo que dejaste entrar aquí. Y ahora, Alexander está buscando respuestas que podrían destruirlo, porque tú no tienes el valor de enfrentar la verdad.

El Alfa permaneció en silencio, pero el temblor en sus manos delataba su lucha interna. Finalmente, murmuró:
—No es tan simple, Anjana.

—Nunca lo es —respondió ella, suavizando un poco su tono—. Pero ya no se trata de ti. Si sigues guardando este secreto, destruirás a la manada que juraste proteger.

Damián se quedó quieto, como si las palabras de Anjana lo hubieran golpeado físicamente. Finalmente, la miró con una expresión mezcla de frustración y cansancio.
—Y si revelo la verdad, ¿qué crees que pasará? El caos. La desconfianza. Perderé todo.

—Ya lo estás perdiendo —dijo Anjana, cruzando los brazos—. La única diferencia es si decides enfrentarlo con algo de honor o dejar que todo se desmorone a tu alrededor.

El silencio que siguió fue opresivo. Finalmente, Damián dio un paso atrás, con los hombros tensos.
—Haz lo que tengas que hacer. Pero recuerda esto, Anjana: si Alexander sigue buscando respuestas, podría encontrarse con algo que ni siquiera tú podrás controlar.

Anjana lo observó salir del salón, su expresión grave. Cuando estuvo sola, murmuró para sí misma:
—Ese es el problema, Damián. Ya no tenemos control.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.