Mientras revisaba la habitación, encontró una puerta oculta detrás de una estantería. El pequeño cuarto que descubrió contenía una pila de viejos casetes de audio. Laura, intrigada, tomó uno y lo reprodujo con su grabadora portátil.
En la cinta, se escuchaba la voz de un hombre entrevistando a varias personas que hablaban de la casa y sus misteriosas desapariciones. Laura escuchó con atención, hasta que una frase la hizo detenerse en seco:
—Laura… —dijo la voz distorsionada en la grabación—. Sabemos que estás aquí.
Laura soltó la grabadora. Su corazón latía con fuerza. ¿Cómo era posible que supieran su nombre? Un sudor frío recorrió su espalda. La curiosidad había dado paso al miedo.