De repente, sintió como si el suelo desapareciera bajo sus pies. La oscuridad la envolvió completamente, y cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba en la casa. Estaba en un lugar vacío, infinito, donde solo se escuchaba el sonido de su respiración y el eco, ese maldito eco que repetía su nombre una y otra vez.
Intentó moverse, pero no había paredes, no había un camino. Estaba flotando en la nada. Comenzó a escuchar voces familiares: eran los niños desaparecidos, llamándola desde la oscuridad.