Finalmente, el eco se desvaneció. Laura abrió los ojos y estaba de vuelta en su oficina. El reloj marcaba la medianoche. Su computadora estaba encendida, pero la llamada anónima nunca había ocurrido. La mansión no existía.
Suspiró, aliviada, pensando que todo había sido una pesadilla. Pero entonces, su grabadora, que aún estaba encendida, emitió un último sonido.
—Laura… ven a la casa.
El eco seguía vivo. Y Laura, atrapada.
FIN...