El edificio de los Ríos

Uno

De alguna manera, se las había ideado para llegar hasta décimo año. En contra del pronóstico de sus compañeros, profesores y familia. Debía admitirlo, no era una alumna ni cerca de ser ejemplar, tampoco pasaba desapercibida. Le gustaba causar problemas a todos aquellos a su alrededor. Le gustaba pensar que si no tenía historias divertidas para contarle a sus hijos, ¿cuál sería el punto de ser joven? Todo y todos le aburrían, las clases eran eternas, los días largos, excepto cuando estaba con ellos, su grupo de siempre.

El sonido de los exageradamente altos tacones de la vieja bruja la despertó de su momento de reflexión. El silencio en la sala de examen era molesto, y los golpes de los tacones sobre la cerámica inundaban la sala, bajando la velocidad conforme se acercaba a su presa. El pobre Joaquín temblaba mientras veía a la profesora acercarse.

“Ya ha caído uno”.

El chico era conocido por ser un bravucón, capaz de desafiar a cualquiera más pequeño que él, pero cuando se trataba de autoridad o alguien más grande que él, era solo otro tonto cobarde.

—Joaquín, entrégueme su examen. Queda reprobado —vociferó la mujer, exponiendo la hoja de papel. Todos volvieron sus miradas al chico, quien en un patético de parecer calmado, abrió la boca para responder—. No tengo todo el día, Joaquín. Retírese inmediatamente.

Vencido, tomó su prueba y se lo entregó a la vieja arpía y se alejó.

Ya había terminado su examen hacía unos minutos, pero no quería ser la primera en entregarlo. Sabía que la vieja bruja reaccionaría con alguno de sus molestos comentarios. “Al menos lo hubiera intentado”, “Si lo iba a entregar tan rápido, ni se hubiera molestado en venir”, a alguna otra forma burlesca de despedirla del aula.

Esa era la primera vez que debía presentarse para una convocatoria, siendo culpa de la molesta vieja esa. De solo recordarlo le crecía un malestar en el cuerpo. Para cada clase, debía hacer dos exámenes y entregar un proyecto, con los cuales eran más que suficientes para obtener una nota de aprobado, por lo que no necesitaba ir a las clases. Ya estaría de vacaciones y lista para su décimo año, de no ser por el miserable proyecto de Estudios Sociales. Ningún profesor se molestaba por su ausencia, usualmente lo consideraban una bendición, sin embargo, para ella no era suficiente. Siempre estaba en su contra, molestándola con sus llegadas tardías o sus no tan frecuentes ausencias. Alina pensaba que era una vieja frustrada, que solamente lograba librar sus angustias al molestar a sus estudiantes. La odiaba.

Llegó su salvadora, una chica de la 9-7, quien muy nerviosa entregó su examen en el escritorio de la profesora. La mujer asintió y lo colocó en la esquina superior derecha del escritorio.

—Muy bien, Génesis. ¡Felices vacaciones! —exclamó al sonreírle. Le entregó un chocolate y un papel, seguramente una de esas tarjetitas de fin de año. Génesis le agradeció y salió del aula, triunfal.

Al esperar unos cinco minutos, otros dos alumnos ya habían terminado, parecía un buen momento para entregar su examen.

—Espérame afuera, Alina —solicitó, entregando la tarjeta con el chocolate—. Necesito hablar con usted.

“¿Ahora qué mierda quiere esta vieja?”

Tras esperar unos segundos afuera de la clase, escuchó nuevamente la marcha de martillazos hacia la puerta. Ruidosa, como siempre.

—No sé si… —comenzó a decir Alina, pero fue interrumpida por la profesora.

—Excelentes proyectos, tareas y exámenes. De no ser por sus ausencias y bajo cotidiano, su nota sería de las mejores. Nunca la veo en las clases, cuando va solo es a dormir y perder el tiempo con esos vagos.

“Otra que llamaba vagos a sus amigos”.

—¿Por qué no le pone más a los estudios? Podría ser de los mejores promedios, ir a una buena universidad. ¿Cuál es el problema, Alina? —no rompió contacto visual en todo su discurso, aunque Alina notó que el rostro de la profesora no era tan duro, la miraba con preocupación genuina.

Sabía que su respuesta debía ser lo más cuidadosa posible. ¿Sabría que ella estaba involucrada en lo de su auto? No lo creía, sino lo hubiera mencionado. O al menos ya estarían todos expulsados. Entonces no comprendía el porqué de esa extraña intervención.

—¿Para qué? Las notas de los primeros años no cuentan para la universidad —soltó Alina, al menos sería honesta y no se dejaría intimidar.

Aún con sus excesivamente altos tacones, la profesora era solo un poco más alta que la chica. Ella soltó un suspiro de decepción y bajó la mirada, muy dramática. Alina no caería en ese viejo truco, le parecía patético que quisieran que sintiera vergüenza.

—El problema no son las notas, es la falta de ambición. No se puede vivir siendo un conformista, siempre hay que buscar mejorar. Alguien así…

—... no va a llegar muy lejos en la vida —terminó Alina mirándola muy seria, daba a entender su molestia con la mirada.

La profesora lo comprendió, no sería tan sencillo lidiar con ella.

—Profe Marta, ya terminé —interrumpió uno de los estudiantes, se había asomado por la puerta con mucha curiosidad, esperando al menos escuchar una parte de la conversación.

La señora Marta Quirós miró a la chica unos segundos, sabía que su conversación debía terminar allí. Alina apartó la mirada hacia un cartel navideño, las letras rojas estaban desniveladas y la letra “A” estaba a punto de caerse, quien lo hizo se notaba el nulo esfuerzo que había puesto en la tarea.

—El próximo año vamos a hablar con más calma del tema. Felices vacaciones, señorita Buenavista —la última frase sonó tan seca que Alina se sintió un poco ofendida.

“¿El otro año? Está loca si piensa que voy a aguantármela otro año más. Vieja necia”

Caminó hasta la entrada. Los vacíos y silenciosos pasillos le parecían perturbadores. El eco de sus pasos a lo largo de su trayecto le recordaba a una película de terror. La sensación desapareció cuando notó el gorrito rojo que siempre llevaba su amigo, cubriéndole los desordenados rizos oscuros. Con el rostro cubierto de piercings que le causarían un infarto a sus padres y sus característicos aretes, el chico le sonrió ampliamente al verla llegar. Abrió muchos sus ojos negros, luego su expresión se volvió seria.



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En el texto hay: drama, suspenso, terror cosmico

Editado: 13.10.2025

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