El edificio de los Ríos

Cuatro

—Tenemos que llamar a la policía —dijo Will—. Algo le pasó, no iba a dejar el celular en el suelo.

—¿Y dónde se fue? ¿Según usted saltó por la ventana? ¡Es imposible! —estableció Alina alterada.

—Entonces, ¿dónde mierda se metió? No la vimos salir de ahí, tampoco hay una salida. Si no era por la ventana no podía salir por otra parte.

Román tenía razón. Se desvaneció por completo.

—Igual, es culpa mía —se lamentó Samanta—. Por mi culpa se perdió, yo no tuve que golpearla, no quería que esto le pasara.

Samanta se sentó en el suelo, dejando caer su peso sobre las tablas. Alina se puso de cuclillas a su lado, acariciando su espalda, mientras le susurraba que no era su culpa lo ocurrido.

—Obviamente es su culpa, ¿está loca? ¿No vio cómo le dejó la cara? ¡Es que usted tiene problemas serios, mae!

—No fue culpa de nadie —dijo Román, mirando muy serio a Will—. Primero tenemos que pensar en lo que vamos a hacer.

—¿Hacer qué? ¡Ya la buscamos en todo el edificio! —recordó Alina—. Es imposible que se fuera, también es imposible que esté ahí. No entiendo ni mierda.

Will se levanta y camina en dirección contraria, muy decidido.

—Voy con la policía, es la única manera.

—Si vamos a la policía nos vamos a meter en problemas. ¿Qué les vamos a decir? ¿Que la perseguimos después de golpearla y desapareció?

—Decimos la verdad y que ellos se encarguen. ¿Qué le pasa, Alina? ¿Prefiere irse a su casa y dejar que esto se quede así? No sea cobarde.

—Mejor asegurémonos. Vamos a la casa, tal vez está ahí.

—Román, si está en la casa y vamos, ¿cómo cree que nos van a recibir?

—¡Perfecto, Román! Así Samanta se disculpa y todo esto se arregla. Eso sí, si no está en casa, le decimos a los papás la verdad.

—Pero no podemos decirles todo, ni lo del tipo ese, Héctor, ni lo de la profe Marta.

Will la miró muy serio, estaba molesto.

—De verdad, Alina. Parece que ni le importa si ella está bien.

No le dio tiempo a responder. Will guió el camino a la casa.

Tras caminar diez minutos a paso apresurado y en absoluto silencio. Alina intentaba recordar todo lo ocurrido, imaginando que Irina seguía escondida en alguna esquina del edificio o en su casa a salvo. No había manera realista de que ocurriera, aun así, pensaba que era posible. Fueron iluminados por los postes de la calle.

Llegaron a la casa de dos plantas. Revisaron a través de las rejas negras que daban al pequeño jardín, donde estaban los espantosos duendecillos de los que Will siempre se quejaba, al parecer el padrastro de Irina los adoraba. Notó la ausencia de Luna, la perrita de la familia. El auto no estaba en el garaje, las luces estaban apagadas y completamente en silencio. Llamaron al timbre durante unos diez minutos, sin respuesta. Will llamó varias veces a la casa, el teléfono sonaba a la distancia, nadie contestaba.

—Seguro están en el hospital —explicó Román—. Me imagino que apenas llegó la llevaron a emergencias.

—Maes, la casa está vacía.

Will miraba a través de la ventana abierta, su expresión de terror le causó pánico. Alina sintió de nuevo esa extraña sensación familiar.

—¿Cómo va a estar vacía?

Samanta por fin hablaba, el miedo la sacó de su estado de vergüenza.

Will señaló la ventana a lo lejos, con sus cortinas abiertas que permitían observar el interior de la sala. Sin muebles, completamente vacía. Como la habitación del edificio Ríos.

El muchacho miró en ambas direcciones de la calle. Colocó su mano debajo de las rejas, justo al lado de un arbusto. De ahí se agachó e intentó buscar más adentro del arbusto. Sacó una llave, llena de barro. La limpió e inmediatamente abrió el portón. Los tres lo miraron extrañados, pero él ni siquiera se molestó en explicarles por qué diablos sabía dónde escondían las llaves de la casa. Ingresaron con cuidado, esperando que alguien abriera la puerta principal y les gritara. Nada. Román se asomó y Will abrió la ventana y movió las cortinas. Desde ahí vieron la casa vacía.

—¿Seguro que vive aquí? Tal vez es otra…

—No. Esta es la casa, Román. Esta es la puta casa. ¿Cómo mierda cree que tengo las llaves, huevón?

—Sólo quería saber si estaba seguro…

—¡Sí! ¡Puta madre! ¡Esta es la puta casa!

—¿Y si hacen una remodelación? ¿Deberíamos entrar? —pregunta Samanta.

—No, Samanta. No están remodelando —respondió Will con un tono agresivo—. Entremos rápido a buscar. Si no está aquí debe estar en el centro o cerca.

El muchacho abrió lentamente la puerta. Ingresaron en puntillas, mirando en todas direcciones. Esperando un movimiento.

—¡Irina! —llamó Will. Sin respuesta.

Los demás continuaron llamándola y buscando. Cocina vacía, sala vacía, cuartos vacíos. Sin muebles ni objetos. Como una casa en venta, lista para sus nuevos dueños.

—¿Dónde vamos? ¿Qué hacemos? ¿Alguno tiene el número de la mamá? —Alina estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba, le dolía la cabeza y se sentía mareada.

—Ya la llamé, pero no contesta.

—¿Me están diciendo que suena el teléfono, pero la casa está vacía? —pregunta Román. Tenía razón.

Will inmediatamente sacó su celular y marcó el número de la casa. Escucharon el timbre del teléfono provenir del piso de abajo. Alina bajó las escaleras corriendo. Seguía el sonido con cuidado. Era como si viniera de las propias paredes.

—Seguro es el teléfono de la casa de a la par… Están cerca —intentó explicar Samanta.

—No tiene sentido, Samanta.

—Bueno, William. ¡Tampoco tiene sentido que esté sonando y no haya un puto teléfono! —exclamó Alina desesperada.

El teléfono dejó de sonar, a pesar de que Will seguía llamando. Asumieron que Samanta tenía razón.

—Tal vez está con aquel idiota.

—Eso no explicaría que la casa esté vacía.

—Bueno, Román tiene razón, me equivoqué de casa. Vamos a donde vive ese desgraciado.

—Yo los llevo —dijo Samanta, con su rostro pálido.



#105 en Terror
#188 en Paranormal

En el texto hay: drama, suspenso, terror cosmico

Editado: 13.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.