Diciembre 10, 2009
Había pasado una semana desde lo que ocurrió con Baylee y el tema de la pintura. Estaba claro que las cosas no habían terminado del todo bien, obviamente Hernan estaba de mal humor porque Anastasia le había estado presionando para que hablaran con Baylee, y el tema de la excursión no ayudó mucho; se irían por una semana, y estarían incomunicados los padres de los hijos; más que nada como una técnica para promover la independencia de los niños, y en ese viaje Baylee tuvo la oportunidad de presumir que tenía una hermana; solo que no fue como esperaba, ya que muchos le preguntaron sobre su nombre, su fecha de nacimiento y cosas que no conocía al cien, por lo que fue un poco difícil para ella responder a todas esas preguntas de las cuales no tenía una respuesta.
—Hoy llega Baylee, y tenemos que hablar con ella. —Anunció Anastasia mientras terminaba de acomodar la ropa de Hernan, él había atrapado un refriado en el hospital por lo que había estado en cama los últimos dos días.
—Claro, ¿quieres que vaya por ella? —Anastasia negó.
—No, le he pedido a la directora que la suba en el transporte escolar. No puedo ir por ella, debo de terminar con el cuadro que me encargó la señora Sullivan, y tú no puedes ir en esas condiciones.
Y en esos momentos eran en los que Hernan se preguntaba cómo era posible que su esposa fuera tan comprensible y que se tomará las cosas con calma. No podía creerlo, que mientras él estaba enfermo ella se preocupara por él, y que no por tener mucho en que pensar ella no dejaba de lado el trabajo.
Hernan suponía que había sido eso lo que lo habría cautivado.
—Bien entonces… ¿te ayudó en algo? —Anastasia se giró a verlo.
—No, será mejor que te des un baño y luego nos reunimos con Baylee en la sala, ella tiene muchas preguntas seguramente.
Y es que, en efecto, Baylee tenía muchas preguntas, era una niña muy curiosa, y claro que querría saber más; de esa manera podría presumir de su hermana en la escuela.
Muchos niños, desde el preescolar molestaban a Baylee diciendo que era débil y frágil y que su madre la cuidaba de manera exagerada, pero ella hacía oídos sordos a esos comentarios, aunque si era muy obvio que le dolían; uno de los comentarios que más la marcaron fue el que le decían cada que ella quería jugar en algún equipo; “A la hija del doctor Ravenson no. No sea que se caiga y su madre nos demande por lesiones”
En su cabeza, la idea de que sus compañeros de primaria y secundaria no quisieran jugar con ella debido a que su madre era tan sobreprotectora, no dejaba de dar vueltas.
Otro comentario era; “si tuvieran otra hija, quizás ella dejaría de ser la favorita y entonces podría ser normal”
Si Baylee tenía una hermana, quizás dejarían de molestarla y entonces todos la tratarían bien.
O eso es lo que ella creía.
Hernan hizo lo que Anastasia le pidió y una vez que estuvieron ambos listos, esperaron a que Baylee llegara; esa tarde ella sabría toda la verdad y solo así también podría dar respuestas a las preguntas de sus compañeros y entonces le creerían.
Y quién sabe, quizás la conocerían y sabrían que ella nunca mintió.
Hernan pudo divisar el autobús escolar deteniéndose justo frente a su entrada, se escuchó un ruido en la puerta y luego pudo notar los pies de su hija justo detrás del autobús; alguien le estaba ayudando con la maleta, y mientras más pasaban los minutos más nervioso se ponía Hernan, decirle eso a su pequeña de doce años no sería fácil, mucho menos porque esos eran los años que él llevaba mintiéndoles, y en los que ni ella, mucho menos Haylee sabían absolutamente nada de la existencia de la otra.
Y, a pesar de que Anastasia estuvo insistiendo desde hacía mucho tiempo atrás, puede que Hernan nunca haya estado listo para dar ese paso; quizás eso explicaba el por qué Hernan siempre tenía una excusa para todo, en especial para aquellas veces en las que Anastasia le suplicaba que le dijera la verdad.
—Bien, ahí viene. —Exclamó mientras se acomodaba junto a Anastasia, ella asintió; de esa forma lo primero que encontró Baylee al entrar fue a su madre y a su padre sobre el sofá favorito de los tres. Mirando la televisión o algo así, eso fue lo que ella percibió, sin embargo, la situación era otra.
—Oh, hola, mamá, hola, papá. ¿Qué es lo que están mirando? —Baylee dejó la maleta sobre la alfombra de la entrada y corrió hasta el sofá donde se encontraban ellos, para este momento Hernan ya habría apagado el televisor. —¿Qué? ¿Por qué lo apagas? —Baylee se giró a ver a su padre, esperando una respuesta, una que nunca llegó. Luego su madre logró captar su atención.
—Bay, tenemos que hablar, sobre el tema de la pintura. —Baylee sonrió; ella llevaba una semana esperando a que sus padres dijeran algo, pero simplemente nada. Nadie decía nada y eso la estaba molestando, claro que nunca fue su idea exteriorizar lo que pensaba de la situación.
—Oh, sí. Sobre mi hermana. —Hernan y Anastasia se miraron por unos segundos antes de que ella decidiera volver a hablar.
—Si, bueno, creo que llegó el momento de decirte lo que ocurrió.
Puede que Baylee haya leído el pie de foto, pero quizás no lo hizo con calma, quizás solo se enfocó en saber quién era la niña y porque también el rostro del hombre estaba oculto en esa foto.
Quizás conocer la verdad la decepcionaría un poco, pero Hernan debía de cargar con ello, porque él había sido el causante de todo eso.
—Yo crecí en Londres, mi niña. Eso creo que lo sabes porque mamá no deja de decirte que fue ahí donde nos conocimos, en casa de mis padres y sobre cómo fue que nos enamoramos—Baylee asintió sonriendo; ella era una fiel seguidora de todo lo que tuviera que ver con el romance. —, pero a mamá y a papá nos faltó contarte el resto; crecí parte de mi vida en Londres, y la otra mitad en Estados Unidos, exactamente en Nueva York y posteriormente me mudé a Seattle dos meses y por último me quedé en Pensilvania. Yo, estudié en una de las universidades más populares y reconocidas de Nueva York, pero el lugar donde vivía no tenía nada que ver con mi escuela y mucho menos con lo que mis padres soñaban…
—Hernan, omite cosas de tu infancia; quiero que le digas ya. —Esa era una de las técnicas que usaba Hernan para que se desviará la atención sobre él: pero ahora que estaba Anastasia le sería más difícil.
—Lo que tu padre quiere decirte es que, en Pensilvania conoció a una mujer, con la que estudió casi en la misma calle y casi en la misma escuela, tenían citas y solían verse todos los días; ella lo esperaba o él a ella y con eso pues se hicieron novios. —Y, a decir verdad, Anastasia podría cuidar mucho la salud física de su hija, la salud mental de su hija no le importaba ni una mierda, o al menos cuando estaba tan molesta como ahora; ¿Por qué no se quedó callada y ocultó lo del embarazo? Quizás debió de hacerlo incluso hasta de sus padres, de esa manera le habría evitado todo ese dolor a su hija. A su única hija.
—Me casé con ella, antes de conocer a tu madre; y por un tiempo intenté ser padre junto a ella, formar mi familia a su lado, pero la situación no fue tan sencilla, tardamos un par de años en conseguirlo, hasta que lo logramos, luego de eso tuve que estar un tiempo en Londres, así que la dejé con sus padres, y fue en este viaje que conocí a tu madre.
—Tu papá y yo no teníamos pensado enamorarnos. Fue algo que solo sucedió una noche y que se repitieron un par más, y así hasta que él tuvo que regresar a lado de Elizabeth, a lado de su esposa. —Baylee escucha atenta toda la explicación de sus padres.
—Y entonces cuando regresé con Elizabeth supe que algo había cambiado en mi matrimonio con ella; y sé que fue el hecho de que conocí a tu madre, lo que detonó que comenzará a ser un mal marido con Elizabeth fue responsabilidad mía, porque me enamoré de tu madre. Y solo pensaba en ella día y noche; pero ella me lo había dejado muy claro: no debía de buscarla, que debía de seguir a lado de mi esposa.
—¿Tú sabias que papá estaba casado con otra mujer? —Anastasia asintió con un ligero movimiento, creía que, si movía más su cuerpo, cualquier parte de ella se destrozaría, y comenzaría a llorar.
—Yo no pude ocultárselo, nena, ella merecía saber la verdad, para que ninguno de los dos se ilusionara, solo así podríamos seguir con nuestras vidas.
—Y entonces, ¿tú se lo quitaste a Elizabeth? —Anastasia no supo que hacer o qué decir, pero Hernan intervino de inmediato.
—No tu madre no hizo nada, todo fue culpa mía. Yo estuve viviendo una doble vida, porque me negué a renunciar a las dos, a Elizabeth y a tu madre. Y, sobre todo, ¿cómo podría alejarme de mis dos princesas?
El solo pensar que su padre tenía dos princesas hacía que una nueva emoción se formara dentro del pequeño estomago de Baylee; ella no podía con la idea de tener que compartir a su padre, mucho menos el apodo de princesa; ella era la única princesa Ravenson.
—Si hija, así fue, y como sabía que él estaba casado no podía decirle que sería padre. Porque no quería que él dejará a tu hermana y a su entonces esposa. Y pensé en ocultarle mi embarazo, de hecho, así fue, hasta que un día; el día en que naciste él vino a Londres por algún tema de trabajo, y bueno, fue como descubrió que sería padre.
—Y ese mismo día nació tu hermana Haylee, pero en casa, en Pensilvania.
Esa era mucha información para Baylee, una chica que creyó que su padre era perfecto en todos los sentidos, pero del que nunca imaginó saber algo como esto.
Su madre siempre le había dicho que debía de mantener una muy buena imagen, que debía de ser perfecta en todo lo que hiciera, pero, sobre todo, que debía de cuidar cada paso que daba, ya que siempre hay personas que te observan y critican hasta el más mínimo paso. Y cuando creen conocerte, dan el ataque.
No entendía cómo una mujer que se preocupaba hasta por el más mínimo detalle en su apariencia, porque le importaba mucho el qué dirán, había cometido un error de ese nivel.
—Baylee, dinos algo. Por favor, nena. —Baylee siguió mirando el suelo mientras contenía el llanto.
—Lo que quieren decirme es que, ¿hemos sido las otras durante tanto tiempo? ¿somos la otra familia? ¿eso es lo que quieren decirme? —Y entonces Hernan se desmoronó aún más frente a su hija. Su princesa.
—Baylee, perdón por todo esto, por todo lo que he dicho, y hecho, pero…
—Haylee y Elizabeth sabe sobre esto. — Baylee era de esas chicas que se preocupaba por todo lo que hicieran ella o su familia, incluso las personas que no eran de su familia, pero con las que convivía a diario, pudieran causarle a otras personas. Por esa razón es que Baylee preguntaba por su media hermana y por su madre, no podía con la idea de que ellas no supieran nada y que de pronto pasaran por ese dolor. Por el mismo que estaba pasando Baylee con esas confesiones.
—Ellas lo saben. Y ahora estoy en el proceso de divorcio, porque al fin tu madre y yo nos vamos a casar. —Esa era una buena noticia, una que hubiera sido maravillosa solo si Baylee no hubiera descubierto nada, pero las cosas sucedieron de esa manera y así debía de ser de ahora en adelante.
—¿Tienes algo más que decirnos, hija? Por favor, dinos algo más.
Baylee pareció pensarlo mucho mientras su madre y padre parecían ser torturados por la espera, pero entonces ella dijo algo más;
—Fue mucha información, y aunque no haya sido así estoy abrumada. Creo que, todos cometemos errores, pero madre…, tú eres de las primeras en decirme que cuide mis actos, porque no sabes a quién puedes afectar, y ahora vienes y me dicen que no había intenciones de enamorarse, pero…—Baylee tenía doce años, pero a veces parecía tener más edad, mientras regañaba a sus padres o arreglaba su habitación. —No soy quien, para juzgarlos, enserio. Pero creo que, por un tiempo no quiero que me hablen y mucho menos que me obliguen a hablarles. Necesito que respeten mi espacio, porque necesito pensar con claridad sobre todo esto que me han contado. ¿Queda claro?
—¿Qué hay de…?
—¿Queda claro Anastasia Ferguson y Hernan Ravenson? — Ambos asintieron.