El Egocentrista

La Fiesta

El fin de semana entró sin demora alguna, el sábado, Marck se fue a su curso financiero. Cuando regresó a eso de las cinco de la tarde, se metió directamente a su cuarto. Al cerrar la puerta se arrojó sin ningún cuidado sobre su cama, se acomodó boca arriba, fijando su vista en las bellas lágrimas de la lámpara que caían como cascada del techo. Soltó un suspiro, se sintió tenso y algo cansado, el tiempo transcurrido había sido arduo durante meses. Pensó en los exámenes que se le avecinaban tanto del colegio como del curso, la semi final de la liga escolar estaba cerca, a eso se le sumaban las salidas, reuniones y de más en las empresas a las cuales tenía que ir. No se quejaba de ello, porque a él le gustaba, pero sí se sentía algo cansado y abotagado. Se levantó de la cama observó el reloj, este marcaba las seis con treinta minutos, tenía tiempo antes de la cena, así que se desvistió, puso su ropa en un asiento, posteriormente se introdujo al cuarto de baño, no avisó a la de servicio que se daría un baño, él mismo lo preparó, la tina hizo que se llenara de agua tibia y vació aceites aromáticos, quería soledad y silencio total. Cuando ya estuvo listo el baño, con la espuma y el agua oliendo a frutos exóticos, el chico se introdujo, cerró sus ojos tratando de vaciar su mente, el agua tibia le hacía sentir bien.

En el baño duró hasta las 7:30 pm, el tiempo ahí se le volvió ameno, con suma pereza salió de la tina, entró a la regadera, para sentir los chorros de agua tibia caerle desde la cabeza hasta sus pies. Después de quince minutos, abrió su enorme closet, tomo una sudadera blanca y unos jeans caqui. Bajó hasta el comedor, se sentó viendo lo que le ofrecían, un riquísimo estofado de verduras y pollo olía delicioso, sin embargo, Marck solo quería regresar a su cuarto, arrancarse la ropa, vestir su pijama para luego entregarse a las delicias de un sueño profundo. Pero sabía que últimamente solo en la cena y después de esta la podían pasar en familia, así que hizo un esfuerzo para quedarse ahí.

Una vez acabada la cena se fueron a la terraza, cada uno se tumbó donde mejor quería, observaron las bellas estrellas del firmamento en silencio, aquel ambiente era tan agradable. En determinado momento Claudia rompió el silencio.

—¿Y cómo te ha ido, cariño?

—Bien, mamá.

—Qué bueno… ¿algo nuevo para contar?

—Nada… bueno mañana saldré con los chicos a una fiesta de una compañera de clases.

—¡¡¡Ah!!!... ¿De quién es la fiesta?

—Es de Brittany Cuadra.

—¿Está celebrando algo?

—No, simplemente es una fiesta según ella para divertirse.

—Me parece excelente que te distraigas, has pasado muy sumergido en la empresa y en tus clases últimamente, es bueno que salgas para que se te olvide todo lo relacionado.

—Sí, supongo que sí.

Después de un par de horas de pláticas cortas y fugases, ver el espectacular cielo, disfrutando la fresca brisa que soplaba, Marck al llegar a su cuarto se cambió poniéndose un pijama de color blanco, se tumbó boca abajo en su enorme cama, quedando casi instantáneamente dormido.

ӁӁӁ

El joven Chamorro abrió sus ojos, miró el reloj que marcaban las nueve y media de la mañana, los días domingo su alarma quedaba desactivada, para permitirse holgazanear un poco despertándose a cualquier hora. Con suma pereza estiró su cuerpo, no quería levantarse de la cama, se quedó ahí tendido por espacio de veinte minutos. Cuando se levantó lo primero que vio fue su reflejo en el enorme espejo, no le prestó atención a este, hasta que llegó al espejo frente a lavabo, cuando observó su aspecto se sonrió al ver su cabellera totalmente desgreñada; tomó el cepillo de dientes, lavó sus dientes, luego su cara para finalizar pasándose un par de peines por su cabello. Con paso dejado tomó la ropa que anduvo la noche anterior y la puso sobre su cuerpo, no tuvo ánimos de buscar otra mudada en el closet.

Bajó hasta el desayunador, Kika al visualizarlo se dirigió hacia el chico, sentado ante la mesa esperando a que alguien se acercase a él sin necesidad de llamar a nadie. Tenía la mirada puesta en la nada, cuando de repente escuchó que alguien le habló.

—¡Buenos días, mi niño! —exclamó Kika cariñosamente.

—¡Buenos días, Kika! —respondió el joven con una dulce sonrisa.

—¿Cómo amaneció?

—Muy bien, gracias… ¿y usted?

—Bien, bien mi niño ¿y qué desea para el desayuno?

—Que tal unos picos (pan dulce en forma de triángulo, con relleno de miel y queso) y un poco de leche caliente con canela.

—Claro, de inmediato —dijo la mujer y se perdió. En unos cuantos minutos regresó con el desayuno del joven— aquí está mi niño.

—Muchas gracias.

La mujer se alejó dejando al chico comiendo. Cuando el joven le dio el primer mordisco pudo gozar de aquella textura tan suave, sintió como la miel se regó por su boca junto a pequeños trocitos de queso, aquello era evidentemente un manjar. Marck devoró todo lo que le llevaron. Luego pasó todo el día sin hacer algo de relevancia. Hasta que llegó la tarde, a eso de las cinco, Marck se metió a la ducha; la fiesta iniciaría a las siete para culminar a la media noche, él no esperaba llegar hasta esa hora, pero si pasaría un par de horas por lo menos, después del baño se puso un bóxer. Se tendió en la cama, pensando en que, si no iba, al fin y al cabo, pero sabía que sus amigos no se lo permitirían, así que se levantó. Cuando había dado un par de pasos en dirección al closet, alguien tocó la puerta, al sonido, Marck reparó que estaba en ropa interior.




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