Al día siguiente Louis se levantó a las siete de la mañana, con los pelos de punta se dirigió al baño se lavó la cara y los dientes pero no se acomodó ni el cabello, ni se cambió el pijama. Bajó al desayunador, ahí encontró a Dorotea por lo que la mujer soltó una pequeña sonrisa y se acercó al muchacho
- Mi niño, ¿Cómo me bajó con esos cabellos? –cariñosamente la mujer de cincuenta años le acomodó el cabello– ya te traigo algo deliciosa para desayunar.
- Bueno, querida Dorotea.
El joven se desplomó en uno de los asientos del desayunador a esperar sus alimentos, este a diferencia de la casa de Marck que quedaba en el segundo piso, el de los Prego quedaba en el primero cerca de unos enormes ventanales que reflejaban el imponente paisaje, dando al este para poder contemplar el hermoso sol naciente, claro en eso coincidían en la casa de sus amigos. Pronto Dorotea apareció con una bandeja con una taza de chocolate caliente con unos malvaviscos un plato con tres majares (panes) con relleno de un atole tan delicioso que aquello era un manjar, al chico se le iluminaron los ojos con su desayuno.
- Gracias querida Doroty –agradeció el joven.
- De nada mi niño, si quiere más me avisa.
- Bueno –en tanto se apuraba a darle una mordida al pan que en el momento era algo tan agradable y rico, la textura tan suave del pan y la dulzura del atole color rosa, era una mezcla que para el paladar era todo un deleite.
En eso apareció Valeria, se acercó a husmear lo que comía su hermano, al percatarse lo que era hizo un puchero cruzando los brazos, se sentó ante su hermano.
- ¿Por qué Dorotea te dio manjar a ti y a mí no?
El joven tenía la boca llena así que se limitó a negar con un movimiento de cabeza.
- No es justo. Yo también quiero.
En eso apareció la mujer, al ver a la niña haciendo pucheros se acercó.
- ¿Por qué solo a él le diste manjar y a mí no? –preguntó enseguida.
- Tú ya habías desayunado con los señores, sabes que es lo que ellos piden, eso se sirve.
- Pero pudiste darme después en la cocina –Dorotea sonrió con ternura.
- Tranquila, recuerda que a tu hermano solo le queda solo lo que falta para terminar el año, después se perderá por mucho tiempo en sus estudios universitarios. Pero tranquila vamos te daré a ti también.
Valeria se levantó de sus puesto, alegremente siguió a Dorotea hasta la cocina, en tanto Louis terminaba de desayunar.
Marck estaba en su estudio ante el computador, tenía unos libros cerca, se detuvo un rato de lo que hacía, se sacó los lentes que traía puestos y recostó su cabeza en sus manos por unos minutos, en tanto su mente le hizo recordar la plática del centro comercial, desde ese momento se había percatado que la respuesta de Louis no era la contestación de su pregunta, ni a qué se refería; el solo había dicho que le pediría a Ximena que fuera también a Columbia, cuando realmente estaban hablando de los sentimientos hacia la muchacha –en definitiva aun cuadrea para dar una respuesta – pensó– a estas alturas no medita en lo que debe contestar, se va por la tangente. Bueno de todas maneras eso no es asunto mío, yo ya cumplí dándole un consejo.
Tras esos pensamientos el joven se levantó y saliendo del estudió su celular comenzó a repicar: “
- Hola –soltó el joven.
- Hola Marck, soy Micaela te acuerdas de mí.
- ¡Ah! Si, la hermana de… de Diana Incer.
- Así es. ¡Qué bien que aun te acuerdes de mí! ¿Será que podemos vernos?
- Sabes ahorita no puedo.
- … Ah…
- Tal vez otro día.
- Bueno, te comunicas conmigo.
- Si.
”
Cortó la llamada inmediatamente, no le dio un no rotundo porque la joven cumplía las expectativas de belleza para él, así que para distraerse un rato no estaría mal, pensó eso sin ningún remordimiento puesto que él no obligaba a nadie a nada.
Henri estaba en la sala tendido en el sofá tenía l vista perdida cuando Teodora se acercó al chico, la mujer de cuarenta y ocho años se sentó en el sofá en tanto el chico apoyaba su cabeza en su regazo y ella empezaba a acariciarle el cabello. A Teodora le empezaba a preocupar el cambio en el humor del joven, se notaba perdido y asustado, la transición del colegio a la universidad, no estar claro de lo que deseaba para su futuro le perturbaba la mente haciéndole perder la tranquilidad. Sus padres al ser gente importante en el país no disponían del tiempo suficiente para notar lo que a su hijo le sucedía, además de que cada vez que lograban platicar con él era para atosigarle en que pensaba para su porvenir estresando más al chico. Aunque para un hombre como Rony Mantica esperaba mucho de sus hijos, ya que debían hacerse cargo del patrimonio familiar tal como ellos, sin embargo esta idea atosigaba más al joven que no tenía en claro lo que quería para su vida.