El Egocentrista

Enamorándonos 2

Marck compro unas vitaminas, luego empezó a andar, se sentía enojado por sentirse así por una chica con la que no eran amigo y con costo se habían besado una sola vez, eso le ayudaba a razonar en lo patético que era el enamorarse – ¿enamorarse? – Se preguntó el joven –me estaré enamorando de ella, algo así debe ser si no, no me sentiría como me siento. Me siento un idiota– frunciendo el ceño. Caminó perdido en sus pensamientos regañándose mentalmente.

Andando, andando  llegó al parque, ese lugar le tranquilizaba, observar las plantas lo trasladaba un poco a su país, el ver solo edificios lo ponían a pensar cosas más plantadas, pero en ese momento necesitaba despejar su pensamiento. Tras unos minutos sintió que alguien se acercaba en sentido opuesto, cuando estuvieron bastante cerca percibió que la silueta se detuvo de golpe por lo que a Marck le llamó la curiosidad y alzó la vista.

Era victoria la persona que estaba a menos de un metro de él, la chica lo reparaba con los ojos sumamente abiertos, en tanto él la miraba con una mirada sombría. Después de un corto tiempo la chica pestañó un par de veces.

- Marck –soltó.

El joven no le respondió solo la veía con el entrecejo fruncido.

- No sabía que habías venido a Nueva York.

- No tenías por qué saberlo –contestó de mal talante. La chica bajó la mirada pero quería hablar con él.

- ¿Dónde estás estudiando? –preguntó, pero observó que el joven la miraba de una forma muy seria– me gustaría conversar contigo –soltó con nostalgia– claro si quieres.

Se le notaba un semblante triste, por lo que el joven suspiró, para tratar de relajarse, pensó que quizás las platica con ella le ayudaba a distraerse.

- Estoy en Columbia –dijo. A la chica se le iluminó el rostro, sabía que eso era que sí, si una plática

- Que bien yo estoy en Cornell –soltó sonriendo.

- Busquemos donde sentarnos –indicó.

La joven asintió, empezaron a caminar despacio. Victoria cerró los ojos, se sentía muy bien junto al chico el cual no había abandonado su corazón, era increíble que a pesar del tiempo ella no podía olvidarse, trató de recordar los viejos tiempos en su noviazgo…

Habían salido un viernes después de clases, tomados de la mano, habían quedado en ir a pasear. Viki no dejaba de reír, al ver que su novio empezaba a sofocarse por ella que de cuando en cuando le invadía las mejillas de besos.

- Calma Victoria –le decía Marck.

- ¿Por qué? Si me gustas mucho y esos cachetitos rosados están para comérselos –dijo la joven, él se sonrió.

- Pero tus cachetes también son rosados, ¿por qué no te comes los tuyos? –inquirió el joven tratando de seguirle el juego, a pesar de considerar boba la plática, pero intentaba suavizarse con su novia.

- No… yo no voy hacer eso, mis mejillas no son para eso, solo las tuyas –riendo.

El joven se quedó pensativo, él no era una persona muy melosa, acostumbraba a ser formal eso era lo suyo, pero pensaba que debía hacer excepciones, por lo que atrajo hacia sí y la abrazó en tanto ella se le acurrucaba.

Que bonitos recuerdos –pensó la joven. Se acercaron a una banca ambos se desplomaron en ella, Marck se agachó apoyando sus codos en las rodillas.

- ¿Qué estudias?

- Contabilidad.

- Qué bueno, ya tendré a quien llamar cuando tenga que realizar una auditoría y que sea de mi confianza –Chamorro se sonrió– ¿y qué te ha parecido la universidad?

- Bien –la joven lo observó, se notaba poco atento, eso le dolía, por lo que pensó que era mejor dejarle solo, se notaba pensativo y un tanto triste pero aun tiempo enojado; se alegró por verle. Soltó un suspiro para ponerse de pie, dio unos cuantos pasos de retirada– ¿ya te vas?

- Si, se nota que quieres estar solo mejor no te interrumpo.

- Si…

- Quizás nos vemos luego.

- Tal vez.

La joven se alejó en tanto él se quedaba solo, solo con sus desconciertos.

 

Las horas de la noche fría avanzaban, cuando el reloj marco las diez Marck entraba al apartamento, en eso las cabezas de sus amigos se asomaron por la puerta, en pijama salieron al encuentro de su amigo.

- Marck necesitamos hablar contigo –soltó de inmediato Henri– no nos vamos sin hablar.

Chamorro entró dejando la puerta abierta, sus amigos le siguieron con una seña les dijo que se cambiaría. Cuando apareció ya estaba el también en ropas de dormir, se fueron al cuarto los tres se sentaron en la cama.




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