El Egocentrista

Cizaña

El vuelo llegó sin percances, pronto estuvieron en el mismo edificio hablando sin parar, Tamara y Zohe se fueron al campus a sus habitaciones, esas vacaciones serían inolvidables, se sentía muy felices y enamoradas como nunca de sus novios, cada cual se encerró en su habitación dejó su maleta a un lado y se dejó caer en su cama con una enorme sonrisa.

 

Alondra también llegaba a su departamento, se sentía con el estómago revuelto, aun no podía sacar de su mente el reflejo de Marck rodeando a Zohe con un brazo y dándole de besos en el rostro, se tendió en el sofá –Hay Marck, me parece mentira haber visto tu cara así, los ojos te brillaban, al fin te enamoraste, lástima que fuera de mi amiga, una chica que no se merece a un patán como tú, me las vas a pagar, te he de ver llorando, desgraciado– soltó con una mirada tenebrosa, en su cabeza se notaba que se estaba formando un plan en contra del joven. Ella nunca olvidó el desplante que él le hizo en su casa cuando lo fue a ver, la hizo sentir una basura y eso se lo pagaría.

 

Dos semanas transcurrieron con normalidad, las clases seguían su curso, Zohe y Alondra habían quedado tener una tarde de amigas, eso le pareció muy bueno a Zúñiga le agradaba compartir momentos con su alocada amiga, esa que conoció de una manera extraña.

Zohe se alistó de lo más tranquila, llevaba unos jeans en negros, una camiseta de cuello alter y un abrigo negro con blanco (regalo de Tamara) y unos tenis blancos, eran casi las seis, Alondra pasaría a recogerla a las seis en punto, con gran ligereza salió, pronto estuvo en la salida, Barquero llegó muy puntual.

- Pero qué guapa –soltó Alondra reparando a su amiga.

- Gracias –sonrió tímida– pero no tanto como tú.

Alondra llevaba unos pantalones caqui con una blusa en color rosado de tirantes con un encaje sutil haciendo juego un abrigo del mismo color del pantalón al igual que los zapatos, el abrigo tenía una caída en la parte baja que parecía cola muy bonito. Zohe subió al auto, al instante este se puso en marcha.

 

Louis andaba en el supermercado para abastecer la despensa, la última vez lo hizo Henri antes de irse por lo tanto le correspondía a él hacerla, estaba viendo la mezcla para panqueques cuando sintió que alguien le tocó el hombro, al virarse la cara sonriente de Cecilia apareció.

- Hola –soltó la joven– ¿cómo estás? –el joven dudó un rato, pero recordó la última vez que conversaron.

- Hola Cecilia… bien ¿y tú?

- Muy bien… veo que nos tocó las compras el mismo día.

- Si, así parece.

- Si me dejas recomendarte –dijo al observar las cajas– la sabor chocolate y vinilla son muy buenos.

- ¿Así?

- Si –el joven contempló las cajas por unos instantes, tomó de las que estaba acostumbrado, pues eso era lo que estaba localizando y dos de las que la chica le indicó– ¿estuvieron bien las vacaciones?

- Si, muy buenas las pasé con mi familia, mi novia y mis amigos.

- Qué bien.

- ¿Y tú?

- Fui donde mi familia también.

- ¿De dónde eres?

- De Dakota del Norte –el chico se sorprendió, eso quedaba bastante cerca con la frontera canadiense.

- De tan largo vienes –ambos avanzaban con los carritos– ¿qué se te dio por venir hasta Nueva York a estudiar?

- Fui… soy… bueno no sé… la cosa es que siendo la menor me tenía bastante mimada y pues quería sentirme independiente y capaz de poder desenvolverme –había llegado a la fila de la caja para pagar– creo que eso me hizo venir hasta acá.

- Ya entiendo.

- Me alegra que hallas decidido hacer las paces conmigo, temía que no lo hicieras.

- Bueno –Louis soltó un suspiro– estuve pensando y pues tenías algo de razón, las personas podemos equivocarnos.

- Si. Y una vez más lo siento por el problema que te causé, no era mi intención.

- Olvídalo quieres, me resulta algo incómodo hablar de ello, dejemos eso atrás.

- De acuerdo.

La chica iba al frente, por lo cual ella empezó a pasar sus cosas, le gustaba ese muchacho, pero se notaba bastante enamorado de Ximena, ella tendría que ser cuidadosa para hacerle ver que ella era mejor para él; por lo pronto debía de aguantarse de escucharlo hablar maravillas de su novia, verle junta a ella y esas cosas, no podía hacer nada.

 

Marck estaba revisando sus inversiones, iban de maravilla, habían crecido en un 10%, luego salió ligero, pasó por un restaurant comiendo algo, cuando sintió una mano que tocó su hombro, al volver a ver se percató que era Victoria que lo reparaba con una mirada nostálgica.

- ¿Puedo sentarme contigo? –preguntó la joven.




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