El Elegido de Cranoa

Capítulo IX: El Enojo de Reggie.

Estaba agitado. Aunque el sueño no había sido real, sabía que era una manifestación de sus propios temores. No necesitaba pensar mucho para darse cuenta de lo que representaba cada una de las imágenes que habían aparecido.

La criatura era la forma en la que él se imaginaba a los Oscuros. La mujer llorando era su madre, enojada porque él no había sido capaz de cumplir su misión. Axel no entendía porque tanta gente esperaba que él le hiciera frente a los Oscuros… Ni siquiera había podido ganarle a Bylu, ¿Qué podría hacer en una guerra? La voz de la criatura tenía razón: ¿En qué estaba pensando Kediene cuando le confió a él una responsabilidad tan grande?

«Bueno, en realidad no fue a mí», pensó Axel. «Quizás creía que su descendiente sería un guerrero fuerte y valeroso, no un simple… yo».

Esta idea lo atemorizaba. ¿Y si no era lo que esperaban? En el sueño, Axel había tratado de escapar, y no tenía dudas de que, de haber sido una situación real, habría hecho lo mismo.

Y el cadáver de Reggie…

El solo hecho de pensar que su amiga podía morir hizo que Axel quisiera correr de vuelta al bosque y decirle a Larth que se había equivocado de niño, que se fuera y no volviera. Axel fue elegido, o maldito, por sus antepasados. Su amiga no tenía nada que ver. Si ella moría, sería solo por seguirlo.

Y esa no era una opción válida para Axel.

Los primeros rayos de sol empezaron a asomar por la pequeña ventana circular, que era la única fuente de luz en la habitación de Axel. El chico se levantó de su cama y empezó a caminar por la habitación, sabiendo que ya no podría volver a dormir.

Hiciera lo que hiciera, estaría perjudicando a alguien. No tenía dudas de que Reggie no le permitiría irse de Cranoa sin ella. Su amiga era muy obstinada y, además, sabía que ella actuaría de esa forma porque era lo mismo que haría el propio Axel en su lugar.

Por otro lado, si no aceptaba y decidía quedarse en Cranoa estaría defraudando tanto a su madre como a Larth, sin contar a todos sus antepasados que habían sido alejados de sus seres queridos para proteger el cerco protector.

Solo existía una solución. En realidad, la respuesta había estado en su interior desde el momento en que se enteró de todo, pero había evitado pensar en ella por el dolor que le causaba el solo hecho de imaginarlo.

Debía abandonar a su amiga. Antes de que Reggie y Marya despertaran, él se habría ido de Cranoa para siempre.

No tenía maletas ni nada similar en la habitación, ya que la gente de Cranoa no viajaba, pero agarró un poco de ropa y la envolvió con la vieja manta que había sobre su cama. Luego la ató con una cuerda y, con el improvisado bolso colgando sobre su hombro, salió hacia la sala de estar. No había necesidad de cargar demasiado; aunque prometía ser un viaje largo, Larth parecía saber sobrevivir en el bosque sin muchos elementos.

Tal como pensó, todos seguían durmiendo. Salió por la puerta principal que, como era costumbre en Cranoa, no contaba con ningún tipo de cerradura y caminó unos pasos fuera de la casa antes de darse vuelta para contemplarla por última vez.

En cuanto lo hizo, la tristeza se apoderó de él por completo. Dudó unos segundos. Tantas cosas habían pasado en esa casa. Tantos recuerdos de su niñez con Reggie, los rezongos de Marya cuando los chicos eran atrapados intentando burlar a los guardias o llegaban tarde a los turnos de trabajo, los juegos, los llantos… Y ahora la dejaba para siempre.

Ahora que el pánico que le había provocado el sueño se iba disipando, comenzaba a abordarlo un sentimiento de nostalgia. La idea de dejar la ciudad sin despedirse de Reggie y Marya, que para él eran su familia, ni del resto de sus amigos o incluso los guardias, le empezaba a parecer precipitada. Después de todo, Larth no había puesto una fecha para irse. Quizás el entrenamiento les tomara años.

Mientras estuvieran en Cranoa, no habría peligro para Reggie. En ese tiempo, podría convencer a su amiga de quedarse. Le pediría a Larth que lo ayudara a hacerla entrar en razón o, llegado el momento, escaparía como intentaba hacerlo ahora.

Eso era lo mejor. No lograría nada con precipitarse y por lo menos tendría la oportunidad de pasar unos últimos buenos momentos con su amiga durante los entrenamientos. No tenía mucha perspectiva de momentos felices una vez hubiera abandonado Cranoa.

«A excepción del encuentro con mi madre», pensó. Aún no había podido resolver si volver a verla le resultaría feliz o no. El sueño de esa noche lo había hecho darse cuenta que verla llorar lo afectaba a pesar de que no la hubiera conocido. Seguía pensando que no tendría mucho de qué hablar con ella, y continuaba molesto por el abandono en el que había incurrido durante toda su infancia. Pero seguía siendo su madre…

Volvió a entrar en la casa y se tranquilizó al ver que nadie había despertado. Axel vio sobre la mesa unas frutas, que Marya debía haber dejado para él suponiendo que la noche anterior no había cenado. Dejó su improvisado bolso debajo de la mesa y comenzó a alimentarse.



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En el texto hay: sangre, amistad, guerra

Editado: 28.02.2019

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