El Encanto De...

EL ENCANTO DE... BTS

Era un día cálido de verano, el tipo de tarde perfecta para un paseo sin rumbo. El sonido de las olas rompía suavemente en la orilla, mientras el viento acariciaba nuestras caras. Mi pequeño de cinco años, Lucas, y yo habíamos decidido tomarnos un respiro de la rutina diaria y disfrutar de unas vacaciones en la playa. Habíamos llegado al hotel esa mañana, y ya me sentía más relajada que en mucho tiempo. A mi lado, Lucas correteaba alegremente, señalando las decoraciones y el paisaje con su curiosidad de niño.

Caminábamos juntos por el lobby del hotel cuando, sin previo aviso, Lucas soltó mi mano y comenzó a correr. "¡Lucas, no!" grité, pero el sonido de mi voz se ahogó en la risa de mi hijo, quien no hacía caso a mis llamados. Aceleré el paso, mi corazón palpitaba con fuerza al ver cómo se acercaba a la puerta del hotel. A través de los cristales, pude ver la calle llena de coches, con los autos circulando rápidamente, pues era hora pico. ¡Era demasiado peligroso!

— ¡Alguien, por favor, deténganlo! — grité desesperada, viendo cómo se acercaba cada vez más a la entrada.

Desde el extremo opuesto del vestíbulo, un chico alto y esbelto escuchó mi grito. Sus ojos se encontraron con los míos, y sin pensarlo, comenzó a correr hacia el niño. En cuestión de segundos, llegó hasta él, justo antes de que cruzara la puerta. Lo atrapó con firmeza, levantándolo con gracia en sus brazos y lo trajo de regreso hacia mí.

— ¿Está bien? — me preguntó el chico, su voz suave pero llena de preocupación.

Lo miré con gratitud mientras mi hijo, algo asustado, se aferraba a la ropa del chico que lo salvó.

— Sí, gracias. Gracias, de verdad. — le dije, tratando de calmar a Lucas, quien aún temblaba un poco.

El chico sonrió cálidamente.

— Me llamo Jimin. — se presentó, bajando a Lucas para que pudiera saludarme correctamente.

Estaba tan agradecida que ni siquiera supe cómo responder, hasta que vi que un grupo de chicos se acercaba, caminando con calma hacia nosotros. Todos tenían una energía diferente, pero se notaba que se conocían bien.

— ¡Hola! — dijo un hombre con una sonrisa amigable — Soy RM —.

— Yo soy Jin — añadió otro, con una risa tranquila.

— Suga — se presentó otro con una mirada seria, pero su voz era suave.

— ¡Yo soy J-Hope! — exclamó otro, saltando ligeramente en el aire.

— V — saludó el siguiente, con una sonrisa amplia y una mirada juguetona.

— Y yo soy Jungkook — terminó el último, su voz cálida y reconfortante.

Me presenté con cada uno de ellos, agradeciendo su gesto y aprovechando para mencionar que mi nombre era Esmeralda y este pequeño terremoto a mi lado era Lucas. Los chicos, al ver cómo él se aferraba a mi pierna, comenzaron a hacerle cosquillas y bromas, logrando que Lucas se relajara de inmediato.

Esa noche, después de cenar en el restaurante del hotel, les pedí que se quedaran con nosotros un rato más. Durante los siguientes días, mis vacaciones se transformaron en una especie de sueño hecho realidad. Lucas y los chicos se hicieron inseparables. Cada uno de ellos, con su propio carácter, comenzó a encariñarse profundamente con mi hijo. Jimin, siempre tan atento, lo cuidaba con dulzura. RM, con su liderazgo, le enseñaba palabras nuevas. Jin lo mimaba como a un pequeño hermano, mientras Suga, aunque más reservado, lo protegía de manera casi imperceptible. J-Hope lo llenaba de energía y risas, y V, con su simpatía natural, lo hacía sentirse especial. Jungkook, por su parte, era el compañero de juegos perfecto.

Nos divertimos tanto que, al final de la semana, los chicos me hicieron una propuesta que no pude rechazar. Querían que nos mudáramos con ellos a una gran casa. Un lugar donde todos pudieran compartir la vida y cuidar de Lucas como una gran familia. Me sentí tan abrumada por su cariño y generosidad, que no pude evitar aceptar.

Sin embargo, a medida que los días pasaban, me fui dando cuenta de algo. Mi hijo comenzaba a llamar "papá" a cada uno de los chicos. Y aunque lo hacían con tanto amor y sin querer sustituir a su padre biológico, no podía evitar preocuparme. Yo no quería que Lucas confundiera todo eso, que creciera pensando que siete personas podían ser sus padres al mismo tiempo. Sentí que lo mejor era irme para evitar que su concepto de familia se distorsionara.

Esa misma noche, mientras todos dormían, tomé la difícil decisión de partir. Dejé una carta escrita con todo mi amor, explicando por qué tomaba esa decisión, pero también con la esperanza de que algún día nos volveríamos a encontrar. Cerré la puerta de la casa y me llevé a Lucas lejos, con el corazón roto pero convencida de que era lo mejor para él.

Pasaron dos años. Lucas había crecido, y aunque siempre mencionaba a sus "papás" con una sonrisa, me aseguré de explicarle que cada uno de esos chicos era especial de una manera única. No tenía idea de lo que el destino nos tenía preparado.

Un día, mientras paseábamos por el parque, vi a Lucas correr hacia algo. Miré en la dirección que señalaba y mis ojos se llenaron de asombro. Allí, frente a mí, estaban los siete chicos. No había duda: ellos también nos habían estado esperando.

Jimin fue el primero en reaccionar. Al ver a Lucas correr hacia él, lo levantó en sus brazos, abrazándolo con fuerza. Los demás chicos lo rodearon, uniéndose al abrazo grupal que hizo que mis ojos se empañaran de lágrimas. El gesto de amor y cuidado que mostraban por Lucas era inconfundible.



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En el texto hay: fanfic, romance, bts

Editado: 16.11.2024

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