Llamaron a la puerta mientras cocinaba mi almuerzo; sequé mis manos en una toalla y fui a ver de quién se trataba. Me causó asombro al verlo allí de pie, con un ramo de flores de todos los colores, parecía que había tomado una de cada tipo. Sonreí, no pude evitarlo, y a pesar de que él también lo hizo, noté que algo había ocurrido. No era la misma sonrisa que mostró la noche anterior o por la mañana.
—¡Hola, hermosa! ¿Puedo pasar? —cómo iba a negárselo, si todavía me temblaban las manos al recordarlo.
—¡Por supuesto! Adelante —quise hacerme a un lado para darle espacio, pero me sorprendió tomándome con su brazo libre; me elevó hasta su rostro, me dio un largo y apasionado beso mientras caminaba hacia la sala. Cuando me bajó al suelo, suspiró, posó su frente sobre la mía y cuando habló, me pareció que estaba triste.
—Estoy muy preocupado. Gané uno de los casos más importantes que he tenido en mis manos, pero también gané una amenaza que va directa a ti y eso me está destrozando.
—¡Qué quieres decir con eso, Tony! Nadie aparte de tu ayudante me ha visto contigo.
—Hoy cometí la imprudencia de decirle a mi mejor amigo que te había encontrado. Estaba tan feliz de poder contárselo que no tomé precauciones; la sala estaba llena de mafia, y el peor de todos ellos me juró que te encontrará. Ahora tengo miedo de los sueños, no quiero que se hagan realidad —esas palabras me dolieron en lo más profundo del alma, sentí que me desgarraba por dentro, así que me aparté de él de inmediato.
—Vete entonces, no tienes nada qué hacer aquí, olvida que diste conmigo, olvida que ayer fue supuestamente el mejor día de todos los tuyos.
—¿Por qué dices eso, Lissa?
—No seas idiota, ¡acabas de decir que no quieres que se hagan realidad tus sueños, eso me duele! Como te dije, no te conozco y, sin embargo, no sé por qué siento como si eres parte de mi vida desde hace mucho tiempo. ¿O es que acaso crees que voy por ahí entregándome al primero que me dice que me quiere?
—Eso ya lo sé, preciosa —la sonrisa que mostró no podía ser más engreída—. No creas que no me di cuenta que fui el primero, ese fue el mejor regalo que pudieron darme nunca. Estás malinterpretando lo que dije.
—¡Ah sí! ¡Ahora soy yo la idiota! —se acercó de nuevo y me abrazó tan fuerte que sentí que me quedaría sin aire.
—Quise decir que no quiero que se cumplan los otros sueños, o algunos de ellos. ¿Recuerdas que te dije que en uno de ellos te defendía de alguien y no supe la razón? Mucho me temo que se refería a esta amenaza y estoy decidido a evitar que algo malo te ocurra, así tenga que cortarle el cuello a ese imbécil.
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Editado: 15.10.2025