—¡Hace frío Tony, por favor cúbreme! —desperté escuchando a Tony decir esas palabras. Al principio no entendía nada, si él estaba a mi lado y yo no estaba hablándole, ¿por qué decía aquello? Me giré y lo observé durante un rato. Estaba inquieto, gotas de sudor se mostraban en su frente; de repente, comenzó a hablar de nuevo: — “No, no mueras Lissa, ¡por favor, quédate conmigo!, ¡Lissa! —gritó tan fuerte que estaba segura que todos los empleados llegarían pronto, y así lo hicieron.
Michael entró como un torbellino a la habitación, seguido de tres hombres y una mujer a los que aún no conocía. Estaba petrificada, entendiendo el significado de aquello: Tony soñó que moría, probablemente en sus brazos.
—¿Qué sucedió, señorita? —preguntó Michael sin dejar de ver a Tony que me miraba desde su lugar en la cama como si me estuvieran saliendo ocho brazos.
—No lo sé. Tony gritó mientras dormía, supongo que estaba soñando conmigo —tomé a Tony por el brazo, necesitaba que viera que yo estaba bien. Me observó un momento y luego habló con voz demasiado leve.
—Tranquilos, no ha sido más que una pesadilla. Pueden volver a sus labores, gracias por venir tan pronto. Les pido de favor que cuando crean necesario venir en mi auxilio o en el de mi amada, no duden en hacerlo; siempre agradeceré que vean por ella, aun cuando yo no esté presente.
—Así será señor, no lo dude nunca —fueron las palabras de uno de los hombres, cuyo nombre desconocía—. Señorita, si necesita algo, no dude en pedirlo, aquí estamos para usted.
—Él es Adrián, nuestro guardaespaldas. El día de ayer no tuve oportunidad de presentártelo; también debes conocer a Peter, nuestro chofer y Ángel que es quien cuida de nuestro jardín y ella es Rebeca, será quien te ayude en las cosas del hogar.
—Es un placer conocerlos a todos, pero la verdad, no veo la necesidad de alguien que me cuide ni que haga labores del hogar para mí; yo no vivo aquí, Tony —mis palabras le dolieron más de lo que esperaba, su mirada lo demostró en el acto.
—No repitas eso, Lissa. Éste es ahora tu hogar. Por favor, vayan a sus labores —repitió—. Hagan como si esto no ocurrió nunca —todos salieron en silencio, excepto Michael que continuaba viendo a Tony con preocupación.
—¿Puedo traerles el desayuno o prefieren bajar más tarde? —preguntó.
—Súbelo, por favor; y trae dos pastillas, Michael. Me duele un poco la cabeza —el hombre asintió y se marchó, tras lo cual Tony me miró, mostrándose furioso—. ¿Me puedes explicar por qué insistes en decir que éste no es tu hogar? ¿Es mucho pedir que aceptes todo lo que quiero darte?
—¿Qué quieres darme, Tony? Digo, aparte de un susto de muerte tras otro, ¿Qué quieres darme? —le grité en un tono bastante fuerte.
—No vuelvas a pronunciar esa palabra, preciosa —este hombre acabaría conmigo; ahora se mostraba tierno, mientras se acercaba a mí. Me abrazó con ternura y depositó un beso en mi cabeza.
—¿Qué palabra? —Tony apretaba sus brazos entorno a mi cintura.
—La palabra muerte, no vuelvas a pronunciarla. Discúlpame por asustarte, tuve un sueño que prefiero olvidar.
—Soñaste que moría ¿verdad? —sus brazos se pusieron tensos.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó con la voz temblorosa.
—Porque decías: “no mueras Lissa, quédate conmigo” y de verdad que ahora si he repasado los niveles de miedo; si tus sueños se han hecho realidad, supongo que debo prepararme para...
—¡No digas nada más, por favor! —Tony me interrumpió antes que lograra terminar la frase.
Continuaba abrazado a mí cuando trajeron el desayuno, comimos en silencio; yo lo hice por complacerlo, pero de verdad sentía que no podía pasar un bocado. Los nervios me tenían el estómago revuelto. Esperé que él se duchara para hacerlo yo mientras él se arreglaba para ir a su bufete. Cuando salí, lo vi observando un pequeño cuadro. Estaba muy callado, cuando me vio, sólo me dijo —. “Éste lo hice la décima primera vez que soñé contigo… se me hace tan fácil pintarte, que ya estoy pensando en construir una habitación para colgarlos todos” —luego, lo dejó sobre la cama y se marchó sin siquiera darme un beso.
Me acerqué con lágrimas cayendo en mi rostro; su actitud me causó más dolor del esperado. Era extraño cómo en tan pocos días se hubiese metido tan dentro de mi alma y de mi corazón. Ahora me daba cuenta que en verdad, jamás había amado a nadie, ni siquiera al estúpido con el que pensé casarme.
El cuadro hizo temblar mis piernas cuando lo observé. Caí de rodillas sobre la alfombra gris que rodeaba la hermosa cama con dosel donde Tony dormía. Había dibujado dos niños sonrientes sobre su regazo; él también sonreía, mientras que observaban un libro. Al fondo, en una tumbona mirando el mar, estaba yo. A pesar del tamaño tan pequeño del cuadro, todos los trazos eran claros y definidos. La imagen sólo podía significar una cosa: él, los niños y yo formábamos un hogar; por eso actuó así, porque le dije que no era mi hogar, yo estaba rechazando un futuro que él ya había visto en sus sueños.
Pensé en más de una ocasión en acudir a un especialista, quería contarle a alguien lo que pasaba; sin embargo, dando vueltas en internet, logré entender que cualquiera podría hacer pasar por desquiciado a Tony y encerrarlo de por vida. Eso me rompería el corazón, además del suyo. Reflexioné tanto tiempo en lo que debía hacer, que no me di cuenta que las horas habían volado, hasta que la puerta se abrió. Allí estaba el hombre que me aturdía con sus historias y sus cuadros, el hombre extraño con el que tropecé por alguna razón inexplicable; a menos que esa razón fuera que el destino quería poner en su lugar dos almas perdidas desde una vida anterior a la que vivíamos. En ese momento tomé la decisión que cambiaría mi vida: me dejaría amar por ese extraño, ya habría tiempo para desentrañar todo el misterio que nos rodeaba.
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Editado: 15.10.2025