El Encuentro De Dos Almas

10 ELLA ESTÁ BIEN

Escucho su voz, la voz más dulce que he tenido el placer de escuchar. La voz de mi Lissa, la mujer de mis sueños, la mujer que pude haber perdido si no se hubiese sentido mal por la mañana. Ella fue el único pensamiento que cruzó por mi mente en el momento que no logré frenar mi auto; sólo veía su rostro frente a mí. No puedo ni pensar qué hubiese pasado si ella hubiese ido en el asiento del copiloto. Apenas tuve tiempo de salir de allí cuando las llamas lo devoraron.

—Tengo que abrir los ojos —me dije—. Tengo que verla; no importa lo que me haya ocurrido, lo importante es que ella está bien.

—¿Qué te hace feliz, mi amor? —dije al lograr articular palabras. Lissa se giró rápidamente y se acercó a la cama donde estaba inmovilizado.

—¡Tony! ¡Estás despierto! ¿Cómo estás?, ¿te duele algo?, ¿qué ocurrió?... —ella seguía haciéndome preguntas a las que no me daba el tiempo suficiente para responder, sólo me miraba y tocaba mi mano mientras hablaba sin parar.

—¡Para Lissa, por favor! Vas a hacer que me duela la cabeza más de lo que ya lo hace —retrocedió un poco, con el ceño fruncido, pero pronto se dio cuenta que yo bromeaba, mi sonrisa así se lo dejaba ver.

—¡Oh, Tony; perdóname! —en un momento hablaba sin parar y en el otro lloraba a cántaros.

—¿Qué te sucede, por qué estás llorando?

—¿Y todavía te atreves a preguntar eso?, ¡acaso no te has dado cuenta que estás allí tirado en esa cama y yo estoy muriendo cada instante viéndote! ¿Acaso no es suficiente para hacerme llorar? ¡Eres imposible, Tony! —dicho eso salió de la habitación sin ningún remordimiento; sin embargo, no pude evitar reírme, aunque me dolían las costillas al hacerlo.

—¿Qué fue todo eso, Tony?, no vas a decirme que esa es la manera como se tratan ustedes dos; parecen un par de tarados. Primero, no dejas de llamarla, aun estando casi inconsciente; luego la ves, ella no deja de hacer preguntas y tú le reprochas que te provoque dolor de cabeza.

—Papá, no hagas que me ría de nuevo, por favor. Es la primera vez que nos comportamos así. Supongo que está nerviosa por lo que sucedió. Esta mañana se sentía mal; por ello, no iba conmigo y no sabes cuánto he agradecido a Dios por eso.

—Estaba mal dices, ¿qué le ocurre?

—Supongo que como médico no puedes evitar preguntarlo. Hoy no quería levantarse, cosa que me extrañó mucho, porque suele hacerlo antes que la gente de servicio; luego, corrió al baño para no vomitar sobre la cama.

—¿Le ha sucedido antes eso?

—No desde que está conmigo. Pero supongo que ya se ha sentido así, pues Rebeca me lo hizo saber. Por ello salí furioso de casa hoy, porque ella me lo ha estado ocultando.

—Saliste furioso… seguramente habían discutido. Ahora veo por qué no dejabas de llamarla, hijo. Cuando salimos de casa con esos sentimientos en nuestro corazón, nada bueno nos encontramos en el camino. Sólo mira cómo te fue hoy. Si quieres un consejo, nunca salgas de tu casa sin darle un beso, sin decirle “te veré luego o hasta pronto”, aunque ella no quiera responderte, cualquiera sea la causa.

—Recuerdo que nunca salías sin darle un abrazo a mi madre, pero nunca me habías dicho esto. Ahora entiendo por qué algunas veces ella decía “te veo luego mi amor, aunque ahora no quiero ni mirarte”. Supongo que quería decir que eran esos momentos en que estaban peleados.

—No te equivocas, Tony. Amé tanto a tu madre, desde el primer día y hasta el último. A pesar de eso, algunas veces nos enojábamos y ni si quiera el temor a que me rechazara me hacía salir sin despedirme de ella y al regresar, ella agradecía que lo hiciera.

—Papá, agradezco tanto que estés aquí cuidando de mí y dándome estos consejos. Ahora sólo quiero verla y hacerle saber que estoy bien, que estaremos bien.

—Voy por ella, y no te preocupes; haré que le hagan los estudios necesarios para asegurarnos que está bien —se disponía a salir de la habitación, pero le llamé.

—Papá, espera. ¿Crees que sea algo delicado lo que le pasa? —mis pulsaciones iban a mil por hora. Las carcajadas de mi padre no hicieron más que alterarme.

—Disculpa mi reacción hijo, no quiero atreverme a dar un diagnóstico, pero por lo que dices, no creo que lo que tiene vaya a provocar algo que no sea alegría. Voy por ella —me dejó solo y más confundido que nunca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.