El Encuentro De Dos Almas

12 NO LA DEJES SOLA

Abrí los ojos sintiéndome desorientado; el lugar no me era familiar y la cama no era tan cómoda como la mía; sin embargo, el familiar cuerpo que desde hace poco tiempo me acompañaba cada noche, estaba allí, a mi lado.

— “Estoy soñando de nuevo; si estoy en el hospital, ¿por qué estaría Lissa aquí?” —quería acariciar su rostro, pero el dolor que sentía en las costillas no me dejaba mover bien; además, no es que hubiese mucho espacio para hacerlo en aquella cama.

—Lissa, mi amor, ¿qué estás haciendo aquí?, despierta.

—Por favor no te molestes, sólo quería estar contigo —su respuesta me hizo pensar que algo no estaba bien.

—¿Por qué debería molestarme, Lissa?, ¿acaso no acabas de llegar? —se sentó con cuidado y me acarició el rostro; su sonrisa no era plena, como siempre—. Pareces preocupada por algo, cuéntame.

—No pasa nada, cielo; es que estaba muy grande tu cama sin ti y no pude quedarme. Llegué, estabas dormido, seguramente con tanto medicamento. Me acosté a tu lado; sólo así logré dormir un ratito.

—¿Llegaste muy temprano o hace poco? —algo no cuadraba, Lissa no era buena mintiendo y en ese momento parecía estarlo haciendo; su mirada nerviosa, así me lo dejaba ver.

—Sí, hace poco; duerme otro rato, voy por café —se levantó y mientras se colocaba el abrigo, la puerta se abrió; la cara de preocupación de Peter me sobresaltó.

—¡Señor!, ha pasado algo... —cuando vio a Lissa al lado de la cama volteó a verme, su gesto cambió de estar asustado a muy enfurecido en cuestión de segundos.

—¿Qué ha pasado Peter?, ¿por qué miras así a mi mujer?

—Perdone señor, no pretendo ser grosero con usted, pero ahora mismo creo que debe pedirle explicaciones a ella y no a mí —aquello no era normal. Peter trabajaba para mí desde hacía un tiempo, conocía su profesionalismo, el respeto con el que siempre me trataba y ahora se comportaba de aquella forma.

—Peter, no creo que esa sea la manera de llegar a una habitación de hospital, ¿acaso quieres exaltar a Tony? Vamos cariño, vuelve a acostarte —Lissa intentaba recostarme de nuevo; cómo iba a hacerlo si la preocupación podía conmigo. Rechacé su ayuda y le exigí a Peter explicar lo que estaba pasando de una buena vez.

—Señor, anoche llevé a la señorita a su casa como me lo indicó, me dijo que estaría lista a las seis treinta para regresar aquí, pero esta mañana, al ver que no bajaba a tomar su desayuno, la señora Rebeca subió a buscarla. Bajó gritando que la señorita no estaba. Adrián y yo fuimos a investigar, encontramos sus cosas sobre la cómoda, su ropa estaba en su lugar; sólo faltaba su cartera y el auto, todo nos hizo pensar que... —hizo un silencio muy largo en su relato, la sangre corría frenética por mis venas.

—¿Qué, Peter?, ¿qué pensaron?

—Ahora es mejor no decirlo señor. Adrián está buscando por las calles, yo vine hasta acá para contarle lo sucedido y me la encuentro con usted. Por eso le digo que debería pedirle explicaciones a ella.

—¡Qué!, ¡ahora tengo que dar explicaciones sólo porque usted así lo pide! —nunca había escuchado gritar a Lissa, aparte de los sueños en que ella sufría y, bendito Dios no habían sucedido hasta el momento. Su carácter me hizo sonreír, hasta enojada era hermosa.

—Lissa, cálmate. Dime, por favor, ¿qué es lo que sucedió para que salieras de casa sin avisarle a nadie?

—No pasó nada, ¿es que no pueden entender que quería verte, saber que estabas bien, que tu cama era inmensa para mí sola?

—Es la segunda vez en menos de diez minutos que dices “tu cama” y no me gusta, Lissa. Es nuestra cama, entiende eso y grábalo en tu mente.

—Eso puedo entenderlo, señorita; pero tenemos órdenes de no dejarle sola un instante fuera de casa, usted nos dio un susto a todos. Por favor, en lo sucesivo, permítame hacer mi trabajo —Peter salió de la habitación en ese instante, no sin antes hacerme un gesto con su cabeza, algo le preocupaba.

—Ven aquí, mi amor. Ahora que no hay terceros, dime ¿por qué no le dijiste que te acompañara?, él tiene razón. Les di instrucciones de no dejarte sola y mucho menos si yo estoy aquí.

—Bueno, Tony; no creí prudente despertarles a las tres de la mañana...

—¡Espera!, ¿qué dijiste?, ¿cómo que a las tres? No puedes andar por ahí sola a esas horas, ni a ninguna, para ser precisos. Ahora mismo estoy tan furioso contigo que si pudiera te encerraba atada de pies y manos —su expresión de horror me hizo querer deshacer mis palabras, la estaba asustando.

—Pues si no puedes hacerlo tú mismo, pídeselo a tus hombres, quizá lo hagan sin ningún remordimiento. Lo único que quería era verte, estar a tu lado, sentir tu olor para lograr dormir y, sin embargo, mira todo lo que he provocado. ¿Acaso yo te pedí hacerme esto? —sus sollozos me desesperaban, no podía acercarme a ella, necesitaba ayuda para bajar de la cama y ella se había distanciado.

—No llores, amor. Por favor, perdona mis palabras, no quise asustarte. Estoy furioso, entiéndeme, pero son sólo palabras, jamás te haría algo así. Toma mi mano, ven —dejé mi mano izquierda estirada en el aire, Lissa me miró entre lágrimas y se dio la vuelta; no dijo nada, ni siquiera estaba seguro que se quedaría en la sala de espera.

—Señor, dígame qué hacer. La señorita Lissa salió de aquí, le pregunté a dónde iríamos y me respondió que iría sola a donde fuera que ella quisiera ir —las palabras de Peter me sacaron de mis pensamientos, esa mujer iba a desquiciarme, definitivamente.




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