Las lágrimas corrían por mi rostro mientras caminaba hacia el estacionamiento. Había regresado unos minutos después de dejar el auto mal estacionado en la puerta, cuando un guardia fue a obligarme a quitarlo de allí. Ahora estaba muy confundida; por un lado, ver a Tony herido y vulnerable, el susto terrible que me llevé pensando que me seguían, sus palabras amenazadoras y encima el estúpido de su chofer delatándome. “¿Qué le importa a él a dónde voy?” dije en voz alta para mí misma.
Decidí ir a casa de Tony a darme una ducha, pues estaba agotada. El embarazo me tenía todo el día con sueño; eso, sin contar que en las últimas horas había dormido poco. En el trayecto pensé en ir al supermercado, compraría algunas cosas para Tony, pues pensaba que la comida en los hospitales no era muy buena.
Compré algunos ingredientes para prepararle el almuerzo, además de un pastel de chocolate. Quería consentirlo un poco y sabía que era su favorito. Pasé un rato mirando artículos para bebés y no pude evitar la tentación de llevarme un paquete de pañales, biberones, talco, colonia, crema para las rozaduras y hasta un patito de hule. Me hacía tanta ilusión que no podía dejar de sonreír. Durante todo el camino de regreso a casa conduje pensando que muy pronto visitaría las tiendas para llevar toda clase de trajecitos para mi pequeño. Estacioné el auto y me llevé un gran susto. Tony estaba allí, en la puerta de entrada, en una silla de ruedas, con su pierna extendida debido a la escayola.
—¿Qué haces aquí, Tony? Aun no estás bien —corrí hacia él, confundida y nerviosa, algo había sucedido para que le hubiesen permitido salir del hospital; pensé que su padre debió evitarlo.
—No te atrevas a preguntar qué hago aquí, Lissa; ¿te parece poco tener que soportar dos horas sin saber dónde te metiste?
—De verdad no comprendo. Ahora ¿qué fue lo que hice? —no lograba definir qué decía la mirada de Tony. Había en sus ojos algo de miedo, desesperación y mucho de furia.
—Lissa, ¿dónde estabas?, te fuiste del hospital sin decir a dónde ibas, tardaste más tiempo del esperado, si es que era aquí a donde venías. Peter dio vueltas y vueltas buscándote y al notificarme que no daba contigo, simplemente me fui a buscarte yo mismo.
—¿Pero es que estás loco y aun no me lo has dicho? No había necesidad de eso. Simplemente tengo que hacer lo que tengo que hacer, voy a donde tenga que ir y no tengo por qué dar explicaciones... —. Tony no me dejó culminar, empezó a gritarle a Michael y Peter que le ayudaran a entrar; al mismo tiempo me gritaba que entrara, que no podía estar fuera de la casa.
—Eres una testaruda, no te das cuenta que me preocupo, que si vas a distraerte en algún sitio debemos saberlo, que no puedes andar sola, ¿acaso te distrajiste comprando maquillaje?
—¿Qué?, de verdad que ahora estoy empezando a arrepentirme de aceptar venirme a vivir en tu casa; definitivamente, era más feliz en mi pequeño mundo que en esta casa enorme donde todo es un misterio, debiste seguir siendo un extraño... —Tony me miraba con los ojos muy abiertos, asombrado de mi reacción. Corrí hacia la casa porque no tenía a donde ir en ese momento, pues otro de los guardias ya se había hecho cargo del auto, ya no tenía la llave.
Tony intentó sujetarme cuando pasé por su lado, pero él aún no estaba bien y se me hizo fácil evitarlo. Subí y me encerré en el baño, me metí en la bañera y lloré por un rato que se me hizo eterno. No entendía por qué ahora se comportaba de aquella manera, tal vez se estaba arrepintiendo de haberme hecho parte de su vida o, quizás no quería al bebé; pensar en ello me partía el alma.
Cuando salí del baño me quedé parada en la puerta; Tony ya estaba acomodado en la cama, mi llanto debió evitar que escuchara cuando lo trajeron. Se quedó en silencio, recorriendo mi cuerpo con una mirada lasciva; no pude quedarme allí, así que entré en el vestidor para evitarlo. Cuando por fin salí, comenzó el interrogatorio; en eso era muy bueno, por algo era uno de los mejores abogados del país.
—¿Vas a decirme dónde estuviste?
—En ningún sitio especial.
—Esta es una faceta tuya que desconocía, y no me gusta, Lissa.
—¿Qué intentas decir?
—¿Qué intentas que diga? Soy yo el que debe hacer las preguntas, soy yo el que estaba desesperado; no sabes lo inútil que me sentí pensando que podía sucederte algo y no estaba allí para ayudarte. Ahora ¡dime de una puta vez donde estabas!
—Estaba comprando algunas cosas...
—¿Comprando?, ¿comprando, dices?, no pensé que estabas de ánimo para ir de compras; ahora veo quién es más importante para ti.
—Fui a comprar... —Tony estaba dispuesto a impedirme dar las explicaciones, no entendía para qué preguntaba si no permitía que respondiera. Me sentía cohibida, algo asustada y a la vez me sentía furiosa.
—Sí —me interrumpió —¡Ya entendí que fuiste a comprar, no quiero saber qué cantidad de cosas insignificantes debes haber adquirido, al final me ganó el maquillaje! —lo miré durante un rato tragándome las palabras que quería gritarle. Cuando ya no pude contener las lágrimas, salí de la habitación dando un portazo.
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Editado: 15.10.2025