Me sentí aliviado cuando Lissa se levantó y caminó hacia la cama. Otra batalla ganada; ella no era fácil de convencer; pero era así como la había soñado, era así como la había conocido y así era como la amaba. Si llegara a cambiar su forma de ser, tal vez no la amaría de la misma forma.
—Lissa, ¿estás feliz? —pregunté mientras intentaba no quedarme dormido—. ¿Cómo tomaste lo del bebé? No hemos tenido tiempo de hablarlo.
—Estoy bien, Tony. Estoy feliz y no hemos tenido tiempo de hablarlo porque el energúmeno que vive dentro de ti salió a pasear un rato. ¡Ahora duérmete ya, no molestes! —Su respuesta me hizo sonreír.
—¿Puedo hablarle? Quiero acariciar tu vientre, hacer que escuche mi voz. Yo también estoy muy feliz, cariño; tengo tantas ganas de ver su carita —mientras le hablaba coloqué la mano en ella y la retuve allí; aunque temía que me rechazara.
—Puedes hacer lo que quieras, mi amor; es tu hijo. No tienes que pedirme permiso —para mi sorpresa, se acercó, besó mis labios y me deseó felices sueños.
Lissa corría por una calle solitaria, miraba hacia atrás tratando de ver a quienes le seguían: varios pares de pies con calzado negro y gabardinas, sin rostro. Gritaba, Lissa gritaba... yo también lo hacía—. “¡No dejes de correr cariño, no dejes de correr...! ¡Déjenla, si la tocan, juro que no les perdonaré la vida...!”. Abrí los ojos, aliviado al darme cuenta que era un sueño, pero muy preocupado porque, después de todo, se habían cumplido la mayoría de ellos.
Lo único que pensaba era en que tenía que protegerla de lo que sea que los sueños me estuviesen avisando, pero en mi estado sería imposible. Una idea llegó a mi mente; pediría ayuda a mis amigos, ellos tendrían que enseñarle a defenderse, pero conociéndola, sabía que se resistiría a cualquier cosa si no la veía como un reto. Le envié un mensaje a Lucas para que viniera a casa con Mathías, tenía que hablar con ellos.
—Buenos días cariño, ¿cómo te sientes hoy? —dije cuando la vi abrir los ojos.
—¿No debería ser yo quien haga esa pregunta? Tú eres quien está herido.
—Y doy gracias a Dios por ello —Lissa me miraba extrañada.
—Sigo pensando que jamás voy a entenderte por completo. ¿Cómo puedes dar gracias por estar así?
—No, cariño; lo que agradezco es que soy yo quien está herido y no tú. Intento pensar qué habría hecho si hubieses estado conmigo en ese horrible momento y sólo puedo seguir dando gracias porque no estabas allí.
—Tony, no me has contado lo que pasó…
—No voy a hacerlo —la interrumpí—. No quiero esas imágenes en tu mente. Lo que si tengo que aclararte es que lo que pasó no fue casualidad, el auto estaba en perfectas condiciones.
—¿Entonces?, ¿por qué ocurrió esto?
—Porque alguien lo provocó, Lissa —su rostro mostraba lo preocupada que estaba—. Todo me hace pensar que las amenazas de Víctor Salazar no fueron en vano.
—¿Víctor Salazar?, ¿quién es él?, ¡no entiendo nada, Tony!, para variar no entiendo nada. Esto no cambiará, ¿verdad?; siempre me contarás cosas de las que no tengo idea, mi mente se convertirá en una enorme bola de estambre enredada y seguiré sin entender de lo que hablas.
—Tranquila, eso no le hace bien a nuestro bebito, te explicaré —la tomé entre mis brazos para consolarla, para hacerle sentir en calma. Al abrazarla, sentí dolor en las costillas, pero no se lo hice saber, quería que se olvidara un poco de mí para que se centrara en comprender que no podía evitar que la acompañaran a donde iba y que la protegieran; aún más, ahora que yo no estaría con ella todo el tiempo.
—Víctor Salazar —continué—. Es el mafioso que logramos enviar a la cárcel por un buen tiempo. Él me amenazó con encontrarte y hacerte daño.
—Recuerdo que me lo contaste el segundo día que estuvimos juntos, cuando fuiste a mi casa y me trajiste aquí, pero no habías mencionado su nombre, ya lo había olvidado.
—Yo no y obviamente, él tampoco. No le he dicho nada a la policía, pero seguramente no tardarán en darse cuenta que fue provocado; yo mismo lo pensé en el instante que ocurrió todo.
—Entonces, debes contárselo cuando vengan a hablar contigo, alguien tiene que ayudarnos, Tony.
—No te preocupes por nada, por favor. Te estoy explicando todo para que comprendas que no puedes andar por tu cuenta. Tienes que llevar compañía cuando salgas, tienes que estar segura; dame esa tranquilidad, Lissa. Ahora que estoy así no puedo ir contigo como quisiera. Adrián y Peter pueden cuidar de ti mientras no puedo hacerlo yo, creo que no se lo pusiste fácil el día de ayer.
—Ahora entiendo por qué te fuiste del hospital —Lissa se soltó del abrazo y me miró directo a los ojos—. Perdóname Tony, te hice pasar un calvario sin saberlo, pero debes reconocer que si no me hablas con la verdad, no puedo hacer lo que esperas que haga.
—Perdóname tú, mi amor; todo esto es por mi culpa, por…
—Por nada —dijo con una fuerza en su voz que volvió a mostrarme a la mujer de siempre—. Ni se te ocurra decir que por buscarme y tenerme contigo porque te juro que tomo tu pierna y la retuerzo tan fuerte que gritarás tres días de dolor.
No pude evitar reír con fuerza; con dolor o sin dolor, no pude evitar hacerlo. Cuando Lissa creía que me reía de ella se enfurecía y este momento no fue la excepción. Se levantó hecha una furia, hizo intento de tomar la pierna entre sus manos y yo comencé a gritar.
#3066 en Novela romántica
#659 en Fantasía
romance, fantasía drama misterio magia, fantasía almas gemelas
Editado: 15.10.2025