El Encuentro De Dos Almas

18 IMPRUDENCIA

—Esa mujer te ama, Tony. Lo deja claro, aunque las hormonas hayan hecho revolución antes de lo esperado.

—No imaginas lo que he orado para que sea así papá, para que Lissa me ame.

—¿Acaso hay razones para que lo dudes?, me preocupas hijo.

—No lo dudo; sin embargo, algunas veces pienso que sigo soñando y que cuando despierte, Lissa va a seguir siendo un sueño.

—¿De qué estás hablando?, que yo sepa, ella es de carne y hueso.

—Afortunadamente —lo interrumpió Lucas, que entraba en ese momento—. Porque, de seguir sin aparecer en su vida, éste nos obligaría a visitarlo en el ala de psiquiatría de su hospital, Don Carlos y si no, pregúntele a Mathías o a cualquiera que trabaje con él.

Mi padre nos miraba como si nos hubiesen salido dos cabezas a cada uno, mientras los desgraciados de mis amigos me hundían con sus palabras. Se sentaron haciendo más comentarios imprudentes; no había pensado nunca en contarle nada; seguramente, mi padre me habría llevado él mismo con camisa de fuerza a ese horrible lugar.

—Tengan la amabilidad de explicarse, señores —esto se pondría feo, estaba saliendo a flote el carácter de Don Carlos; cuando ponía esa expresión de mandón y esa voz de “no me contradigas”, cualquiera temblaba, hasta yo lo había hecho más de una vez cuando hacía algo que no le gustaba. Tal vez por esa razón pensé que era mejor alejarme de él cuando ya no estaba mi madre para decirle “Carlos, baja el tonito, que aquí no le tememos a los ogros”. Esas palabras me hacían sentir aliviado y en más de una ocasión me salvó de los castigos a los que ahora estaba seguro, era más que merecedor.

—Ah, pues aquí su hijo debe habérselo explicado —le hice un gesto a Mathías para que callara de una puta vez, pero lo ignoró—. ¿No me digas que todo este tiempo has tenido a tu padre en la oscuridad, Tony? —ninguno de los dos podía disimular el placer que les daba saber que, aunque quisiera, no podía hacerlos callar.

—Entonces, Tony, ¿vas a hablar o espero a que venga tu mujer a dañar lo que hice con tu pierna?, ¡Lissa! —gritó—. ¡Ven a hacer que Tony grite un rato más!

—¡Cállense todos ya! No sé para qué vienen si sólo van a lograr que pase otra noche rogándole a Lissa que me deje dormir con ella —los tres se partían de risa mientras bromeaban diciendo “¿tú rogando a una mujer?, ¿te hace gritar? Eso quiero verlo, ¿qué es lo que veo en sus ojos?, ¿miedo?, ¡sí, es miedo!”.

No podía hacer más que unirme a sus risas; en parte tenían razón, nunca había tenido que rogarle a ninguna mujer para que durmiera conmigo; aunque, dormir no era precisamente lo que hacíamos. Que me hacía gritar, también era cierto; siempre gritábamos mientras hacíamos el amor, estar con ella me hacía sentir cosas que nunca había sentido con otras, tal vez era por la conexión que sentía que había con ella y que con otras no logré nunca.

No imaginaba lo que reirían de mí ese trío si les decía que también me hacía llorar. Eso nunca me sucedía y ella había logrado que brotaran de mí, lágrimas de miedo a perderla el día que la encontré; lágrimas de alivio cuando pensé que se iría después de estar con ella por primera vez y logré que se quedara; lágrimas de agradecimiento cuando entendí que, si hubiese estado conmigo la habría perdido en las llamas de mi auto y de alegría inmensa al saber que esperaba mi hijo.

—Bueno, ya me han distraído un rato, ahora pónganse de acuerdo y díganme quién hablará primero —las palabras de mi padre fueron más afiladas que las espadas que guardaba; habrían cortado cualquier cuello. Los tres nos miramos un rato largo hasta que decidí que era mejor ponerlo al día de todo.

—Papá, conocí a Lissa de una manera poco convencional…

—¿Cómo? ¿Estás tratando de decir exactamente qué…?

—Si me interrumpes va a resultar más difícil, papá. Por favor, abre tu mente y deja que te cuente —solté el aire contenido en mis pulmones, hace tiempo que no sentía temor al hablar con Don Carlos, como lo llamaba cuando era un adolescente y pasaba por mi peor estado de rebeldía—. La conocí en mis sueños, papá; no me la presentó Lucas como te hice creer cuando te hablé de ella.

—Eso es extraño hijo, ¿cómo conoces a alguien en tus sueños?

—Pues, tal parece que yo soy el único que ha logrado tal hazaña …—relaté a mi padre mi historia casi imposible de creer. Yo mismo hubiese pensado que me mentían si otra persona me lo hubiese contado. En algunos momentos pensé que se burlaría de mí, pero no lo hizo; al contrario, me dejó claro que creía en todo lo que le dije; más aún, cuando escuchó a Michael contarle que lo tenía registrado por escrito. Él era así de organizado, todo lo llevaba anotado en sus libretas, por eso nunca se le escapaba un dato.

Hablamos un rato más acerca de la amenaza contra Lissa; después, nos avisaron que la cena estaba servida y fuimos al comedor. Lissa nos esperaba mientras ayudaba a Rebeca a colocar las servilletas, sonrió cuando me vio entrar en la silla; sin embargo, la noté triste, tal vez preocupada.

—¿Sucede algo?, te noto distinta —le pregunté.

—Sólo que extraño tus abrazos, pero no te preocupes, entiendo que no tienes que estar todo el tiempo conmigo.

—Eso es lo que más quisiera, estar siempre a tu lado, Lissa —susurré para que no me escucharan los demás. Comenzamos a comer, un rato después, tomé su mano para hablarle—. Pensándolo bien, ahora que debo guardar reposo por insistencia de mi padre, voy a pegarme a ti todo el día.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.