Tony entró a casa detrás de mí. Llevaba las maletas, así que yo abrí la puerta sin esperar que me tomara entre sus brazos como era la tradición. Su grito me sobresaltó.
—¡Espera! ¡Tengo que llevarte, no puedes entrar por tus propios pies!
—Tony —dije aguardando en el umbral—. No es necesario que grites, me asustas. Además, ya lo hiciste en la cabaña.
—Eso no cuenta. Ésta es nuestra casa. La cabaña sólo es el lugar donde iremos a refugiarnos.
—No, Tony. No lo has entendido. La cabaña es parte de nuestro hogar, de nuestro amor, de nuestras vidas. Allí quiero ver correr a nuestra pequeña. Hay muchos recuerdos que, aunque no son nuestros, lo son de nuestros antepasados. Quiero que nuestros hijos se sientan en casa cuando estén allí. Y cuando seamos ancianos, es allí donde quiero vivir.
—Entiendo, pero mientras esos momentos llegan, éste es nuestro hogar, por lo tanto, debo llevarte en brazos —me levantó como si aún no hubiese aumentado de peso. Caminó directo hacia las escaleras.
—Cariño, usa el ascensor.
—Todavía no soy un anciano, así que caminaré contigo por toda la casa para demostrarte que puedo con ustedes dos.
—Recuerda que aún no te han autorizado a descuidar tu pierna.
—Calla mujer, no me dejas disfrutar del momento —lo besé fugazmente e hice lo que me pidió, dejándome llevar, acurrucada en su pecho.
Hacía dos semanas que nos habíamos casado. Tony y sus amigos, junto al notario del pueblo, habían trabajado día y noche durante un mes. Visitaron cada casa, cada tienda. Conocieron a cada familia. Prepararon documentos con ayuda de ingenieros que establecían los perímetros y luego entregamos los títulos de propiedad a cada uno, recibiendo agradecimientos y muchas sonrisas, sobre todo de los niños que entendían que ellos vivirían sin temor a ser desalojados el día menos esperado; tal como al parecer, vivieron sus padres y los padres de éstos.
Intentamos salir del pueblo en más de una ocasión. Queríamos comprar lo necesario para la boda y siempre, por una u otra causa, el viaje se retrasaba. Una nevada inesperada, un rio que amenazaba con salirse de su cauce o un inesperado dolor que me mantenía en cama y alerta con mi embarazo. Entendimos que sin boda no habría viaje, como había predicho mi bisabuela. Me intrigó mucho ver a Tony revisando cada rincón de la casa, asegurando que había un lugar oculto. No estaba segura de qué era lo que buscaba y hasta ahora había olvidado indagar de nuevo.
—Tony —dije cuando por fin me dejó sobre la cama—. ¿Encontraste el lugar oculto?, cuéntame ¿qué era lo que en realidad buscabas?
—Quieres distraerme, Lissa y no lo voy a permitir. No es momento de hablar de nada que no sea nosotros. Quiero hacerte el amor como la primera vez. Quiero hacerte sentir mía y sólo mía —mientras hablaba corría sus dedos por la cremallera de mi vestido beige. Luego lo bajó, dejando ver mi panza de cuatro meses.
—Dudo mucho que lo logres, cariño. En ese momento no estaba ella aquí —dije acariciando mi evidente embarazo.
—Ya lo sé. Nada es imposible si añadimos un poco de imaginación —y no hay duda de que la utilizó. Hizo lo que quiso conmigo sin que sintiera que había peligro para mi bebé. Tony me amó como nunca lo había hecho; aunque había dicho que lo haría como la primera vez, cuando me entregué a él en cuerpo y alma en esa misma cama. Una cama que dejó de ser suya para ser nuestra.
Jamás habría llegado ni siquiera a imaginar que mi vida tomaría el rumbo que había tomado. Nadie me habría podido explicar que me aguardaban tantas sorpresas al conocer a Tony. Ahora entendía que nuestras vidas estaban ligadas desde siempre, que él y yo éramos una especie de reencarnación de mis bisabuelos o por lo menos, yo lo era.
Seguían extrañándome muchas cosas que sucedían inexplicablemente; sin embargo, estaba acostumbrándome a aceptarlas sin tanta interrogante por delante. A menudo acribillaba a Tony con mis preguntas acerca de sus sueños, que al parecer habían desaparecido, porque ya no me hablaba de ellos. Él sólo respondía “cuando lleguen a mí, te contaré”, pero no lo hacía.
Tomé nota mental para volver a sacar el tema del lugar escondido que tan ocupado lo había tenido. Sospechaba que él estaba tratando que me olvidara de ese tema. Durante los días que estuvieron ocupados preparándolo todo para entregar las propiedades a la gente del pueblo y al mismo tiempo, preparábamos nuestra boda, Tony dejaba la cama a media noche y yo lo seguí por toda la cabaña para ver cómo palpaba cada ladrillo de las paredes, veía debajo de los estantes de la cocina; incluso, sacaba todo de los closet y buscaba entre la madera, sabrá Dios qué.
Cuando me atreví a preguntarle qué buscaba, me respondió con un simple “un lugar oculto”. Se negó a darme explicaciones. Ahora no sé si soñó con algo relacionado a un escondite o si la anciana, que ahora estaba más que segura que se trataba de mi abuela en persona, aunque mucho tiempo después de su muerte, le había pedido que encontrara algo.
Dejé de darle vuelta a mis pensamientos y me concentré en dormir abrazada a este hombre que el destino me había traído para hacer de mi vida un lugar maravilloso, intenso y definitivamente mágico.
#4689 en Novela romántica
#1159 en Fantasía
romance, fantasía drama misterio magia, fantasía almas gemelas
Editado: 21.10.2025