La caminata.
Afueras de Dortmund, Alemania.
El camino a casa es bastante concurrido, tengo un dolor de cabeza horrible, pero sé que caminar me va a despejar la mente, la verdad es que no quiero pensar, solo quiero relajarme y respirar, aprovecho que aún es temprano y decido tomar el camino largo a casa, vivo a las afueras de la famosa ciudad de Dortmund, hay unos paisajes hermosos y al vivir en Syburg son un deleite casi diario.
Uno de mis pasatiempos favoritos siempre ha sido caminar por la zona boscosa pero el clima en Alemania no es que sea muy favorecedor, sin embargo, me aseguré de salir bien abrigada esta mañana, Syburg es bastante peculiar ya que en cierta parte hay un camino que lo divide en dos, hacia un lado queda el camino hacia las casas cercanas mientras que en el otro hay un hermoso bosque, tomo el camino contrario hacia mi casa y decido seguir caminando.
El bosque en definitiva parece sacado de un cuento de hadas a medida que avanzó el olor de ciudad es reemplazado por uno más fresco, el ruido de autos desaparece y en su lugar se escuchan las hermosas melodías de las aves y a lo lejos el caudal suave de un rio.
Me dejo llevar y a medida que avanzo los árboles toman un color rojizo, el camino se vuelve más angosto y a lo lejos se puede ver el rio, es como si los árboles me estuvieran haciendo una calle de honor y las aves le anunciaran mi llegada al rio, con cada paso se siente como algunas hojas y ramas caídas suenan bajo mis pies y joder que la vista es definitivamente indescriptible, a la derecha a lo lejos se observan algunas de las ruinas del castillo de Hohensyburg, el caudal del rio pasa de ser un leve sonido a ser uno estridente, el compás con el que golpea las rocas es cada vez más audible. Lo que más me gusta de este lugar es la paz y la libertad que se respira, el imponente caudal del rio me recuerda a las salidas con mis padres.
— ¡carajo! no los he llamado—me digo a mí misma y hago una nota mental para hacerlo al llegar a casa.
Buscó un buen árbol para recostarme un rato y me relajo, mi mente comienza a viajar hace dos semanas en el inició de las pesadillas, recuerdo la primera alguien me observaba desde mi ventana mientras repetía una y otra vez “Él ya viene”, esta pesadilla se repitió la primera semana, pero después del domingo la pesadilla cambió ya no era solo el hombre en mi ventana, ahora me encontraba en un sitio que no era mi casa, una especie de ¿cueva? A ciencia cierta no lo sé, el punto es que había poca luz muy poca de hecho, la noche siguiente apareció un rayo de luz y así poco a poco hasta la pesadilla de anoche, esos ojos se me hacen familiares, pero no sé de dónde y la verdad tanto pensar en eso me agota.
Estaba leyendo cuando sentí unos pasos acercándose, a lo lejos se puede observar una sombra justo donde la luz no traspasa los árboles del bosque, siento algo de curiosidad, pero no soy tan valiente como para ir a ver quién es y menos al ver que la silueta de la sombra me saca casi 50cm, así que decido fingir que no he notado nada y me concentro en mi libro.
Estaba tan perdida en la lectura que no noté que la sombra había desaparecido y mucho menos que ahora estaba justo a mi lado.
—Hola—dijo la supuesta sombra
Levanté en rostro un poco y vi a un hombre alto, como de mi edad, tenía unos ojos azules y un cabello rojizo, algo poco común y a pesar de ser tan alto no inspiraba miedo, todo lo contrario, parecía ser muy amable y aquí voy yo con mi impulso de idiotez a hablarle a un desconocido en la mitad de un bosque.
—Hola—dije con tono amable.
—estaba yendo hacia los suburbios y la verdad me perdí — dijo el extraño un poco apenado mientras rascaba su cabeza en señal de estar apenado.
—tomaste el camino que no era y no te apenes suele pasar cuando no conoces estos lugares, los caminos son realmente similares—dije relajada mientras guardaba mi libro y me levantaba.
—pero que falta de educación la mía, soy Volker—dijo extendiéndome la mano.
—mucho gusto, soy Hera-—correspondí a su saludo, también voy de camino a los suburbios si deseas te puedo indicar el camino.
—muchísimas gracias, Hera—dijo con una sonrisa de agradecimiento.
El camino hacia los suburbios se me hizo bastante corto, Volker fue muy amable, hablamos un poco de libros, de carros y de medicina, Él tenía bastante conocimiento sobre esta última y la verdad me asombre mucho.
—me quedó aquí Hera, muchas gracias y por cierto tu nombre es muy raro—dijo sonriendo y me extendió su mano, espero verte de nuevo por ahí.
—lo es y no fue nada realmente—respondí alzando los hombros en señal de despreocupación, tomé su mano, le di un último vistazo y me dirigí a mi casa.
No voy a negar que Volker se miraba bastante agradable, quizás vuelva a verlo algún día, me quedó pensando cuando escucho el teléfono.
—hermosa, ¿dónde estás?—pregunto Kurt desde el otro lado.
—mierda, lo olvidé Kurt, pero dame diez minutos más, ya mismo voy para allá—respondí apenada.
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