AVELINE
El silencio que siguió fue tan denso que pude oír el latido de mi corazón que sonaba como un tambor de guerra.
Ni un solo noble se atrevió a moverse.
Fue como si el mundo se congelara y mis palabras siguieran suspendidas en el aire.
“El compromiso entre el príncipe Aldric de Valtaris y yo ha sido cancelado.”
Todos los presentes me observaban como si acabara de lanzar una daga al corazón de la fiesta.
Vi el desconcierto, la incredulidad, el escándalo en los rostros que me rodeaban.
Fue mi padre quien reaccionó primero, se había puesto de pie en lo alto de la escalinata del salón, con su capa bordada ondeando tras él.
—Aveline... —la voz de mi padre, el rey Lionel, rompió el momento.
Se acercó con una sonrisa tensa, sus ojos encendidos de advertencia.
—Mis disculpas —dijo, dirigiéndose a los presentes—. Me temo que ha habido un malentendido, mi hija ha hablado desde la emoción del momento. Les ruego no tomar sus palabras como una declaración oficial. Todos sabemos cuánto ha esperado este día, y los nervios pueden jugar en contra, incluso en la más noble de las almas.
Sentí su mano en mi espalda, suave pero firme, como quien guía con cariño y al mismo tiempo impone un límite.
—El compromiso con el príncipe Aldric sigue en pie hasta que ambos reinos acuerden lo contrario. —declaró, alzando una mano con elegancia para restar importancia a mis palabras.
No fue un grito, ni una orden… fue simplemente autoridad. Innegable. Aplastante.
Sus palabras me helaron.
Su voz era diplomática, cuidadosamente medida, pero detrás de cada palabra podía sentir el enojo contenido.
No me sorprendía.
Anunciar la cancelación de un compromiso entre dos reinos frente a toda la nobleza era, sin duda, un escándalo.
Me volví lentamente hacia él, el corazón todavía latiendo con fuerza en mi pecho.
Su mirada era serena, pero tras sus ojos podía ver el peso de los años de diplomacia y estrategia.
Su rostro era la máscara de un rey que busca evitar una crisis diplomática.
Estaba intentando salvar el honor de la familia, como buen rey.
Y yo lo entendía. Pero también sabía que no podía quedarme callada.
—Aveline —prosiguió con voz más baja, dirigida solo a mí—, lo que dices no solo te afecta a ti, sino a todo Avaloria. Este tipo de decisiones no se toman en medio de una celebración, frente a todos los reinos.
Sabía que iba a pasar.
Un anuncio así en público era delicado, un conflicto en potencia.
Pero aún con el nudo en el pecho, no me retracté.
—Padre, sé lo que vi y escuché. No fue una confusión —dije, más bajo, pero con firmeza.
Mis ojos buscaron a los suyos, buscando al hombre que solía sentarme en su regazo y contarme historias de caballeros leales y princesas valientes.
—Ya está hecho —respondí con suavidad, pero con firmeza—. Y no cambiaré de opinión.
Algunos nobles ya comenzaban a cuchichear entre ellos. Los ojos de todos se desplazaban entre mi padre, Aldric y yo, como si esperaran una explosión inminente.
Alcé el mentón. No me importaba lo que dijeran. No ahora.
Vi a Aldric que me miraba como si acabara de escupir fuego frente a todo el reino.
Su sonrisa arrogante se había borrado por completo. En su lugar, solo quedaba una expresión de desconcierto y rabia contenida.
Fue entonces que sentí una mano cálida sujetar la mía. Mi hermano, Rowan.
—Ven conmigo, Aveline. —dijo, sin dar explicaciones—. Necesitas un respiro.
Tenía el ceño fruncido y la mandíbula apretada, aunque intentaba disimularlo, se notaba que estaba tan confundido como furioso.
Sin decir una palabra, me condujo lejos del salón, pasando entre miradas de asombro, juicio y, en algunos casos, incluso satisfacción, esas miradas ahora ardían como fuego sobre mi espalda.
Caminamos en silencio, sus pasos eran firmes, los míos temblorosos.
Solo cuando estuvimos lo suficientemente lejos, en una de las terrazas del castillo, con vistas a los jardines oscuros, Rowan se detuvo.
Me dejé caer sobre un banco de piedra. Las lágrimas regresaron, más suaves esta vez, como un río que se había quedado sin fuerza.
El silencio entre nosotros era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Hasta que finalmente, él lo rompió.
—¿Qué demonios fue eso, Aveline? —preguntó, sin alzar la voz, pero con una tensión que vibraba en cada palabra—. ¿Te volviste loca? ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?
Lo miré, mis labios temblaban, y por unos segundos no supe qué decir.
Pero si no se lo contaba ahora … si no le decia todo, jamás entendería.
Así que tragué saliva y hablé.
#369 en Otros
#65 en Novela histórica
#1122 en Novela romántica
triangulo amoroso celos traicion drama, matrimonio arreglado realeza, enemigo obsesionado
Editado: 22.05.2025