El enemigo de mi corazón

Capítulo 16: Un Baile Peligroso

aveline

Desperté con la sensación de que el mundo había cambiado mientras dormía.

La luz suave del amanecer se colaba entre las cortinas pesadas de mis aposentos, y durante un segundo ingenuo, creí que todo había sido un mal sueño: la pelea en las caballerizas, el rostro furioso de Aldric, la mirada helada de Theron, y las palabras de mi hermano que aún ardían en mi pecho.

“Aveline, vete a dormir. Ya. No quiero verte aquí ni un segundo más.”

Volví a cerrar los ojos con fuerza, deseando que la quietud de esa mañana fuera una señal de que todo había terminado.

Tal vez ya se habían ido. Tal vez la comitiva de Drakhar había partido durante la madrugada, llevándose consigo la posibilidad de una paz genuina. Y con ellos, él. Theron.

La sola idea me dejó un hueco extraño en el estómago. No era tristeza. No. Era una especie de decepción anticipada. Como si algo que no había comenzado terminara de golpe.

Si era así, entonces el baile que mi hermano había propuesto con tanta ilusión también sería cancelado. No habría celebración.

Un suave golpeteo en la puerta me sacó de mis pensamientos, seguido del familiar sonido de la voz de mi madre, siempre tan puntual, tan correcta.

—¿Aveline? —La voz de mi madre se filtró, dulce, algo tensa—. ¿Puedo pasar?

No esperó respuesta, pero entró despacio, como si supiera que no estaba lista para enfrentarla. Se acercó a la cama y se sentó a mi lado, apartando con cuidado un mechón de mi cabello del rostro.

—Pensé que ya estarías despierta. Hay mucho por hacer, hija.

La miré, aún adormilada. Su rostro mostraba señales de cansancio, pero sus ojos —tan parecidos a los míos— estaban llenos de ternura.

—El baile es esta misma tarde y aún no has decidido qué vestido usarás.

Me incorporé de golpe, aturdida. ¿El baile?

—¿Perdón? ¿Siguen aquí? —pregunté en voz baja.

Mi madre asintió.

—Sí. Para sorpresa de todos, Varian aceptó quedarse. Tal vez, tu hermano tenía razón. El baile podría funcionar después de todo.

Me incorporé lentamente, abrazando mis rodillas. Rowan quería organizar este baile como una noche que pudiera mostrar que Avaloria y Drakhar podían compartir algo más que campos de batalla. Pero después de lo de anoche, había dado por hecho que todo se cancelaría.

—Creí que se habían ido —admití.

Mi madre levantó una ceja.

—Yo también —confesó ella, esbozando una sonrisa suave—. Pero aquí están. Y hoy habrá un baile, como prometimos. Se hospedarán hasta después del evento. Ya sabes cómo funcionan estas cosas.

Me quedé muda. Theron seguía aquí.

—¿Y Aldric? —me atreví a preguntar, sintiendo un nudo en la garganta.

Mi madre frunció los labios, pero no con disgusto. Se acercó más y tomó mis manos entre las suyas.

—Él también asistirá, por supuesto. Sería una falta de respeto no invitar al futuro rey de Valtaris. —respondió, apretando un poco su agarre —No te pido que finjas, Aveline. Solo que resistas. Eres más fuerte de lo que crees. Y hoy, más que nunca, te necesitamos entera.

Me mordí el interior de la boca para no soltar palabras que luego podría lamentar. No me agradaba en absoluto que él estuviera aquí, mucho menos después de lo que había ocurrido anoche. Pero esto no se trataba de él. Se trataba de Avaloria y Drakhar, y yo iba a hacer todo lo que estuviera en mis manos para que todo saliera perfecto.

—Todo saldrá bien esta noche, madre. Lo prometo.

Me levanté con lentitud, cruzando el cuarto hasta el ventanal. Afuera, los jardines comenzaban a llenarse de vida, instalaban antorchas y colgaban telas, preparando el castillo para la celebración.

—Eres una princesa. Y aunque no hayas elegido este camino, hay poder en esa posición. Usa lo que tengas, incluso si es solo tu silencio. No dejes que nadie te haga sentir pequeña.

Tragué saliva. A veces olvidaba que ella también había sido una joven como yo. Que había navegado entre coronas y pactos y había aprendido a sobrevivir con dignidad.

Juntas ayudaríamos a mi hermano con los últimos detalles de la celebración. Él había insistido en que sería un evento pequeño y privado, sin pompas innecesarias, pero conociendo a mi madre, no había duda de que ella se aseguraría de que todo estuviera a la altura de su nombre, como si lo hubiera estado organizando desde el principio.

—¿Qué vestido usaré esta vez para la celebración? —pregunté con una sonrisa, queriendo demostrar que era tan fuerte como ella pensaba.

Mi madre me devolvió una sonrisa cómplice y apretó mis manos con ternura.

—Puedes elegir entre el vestido dorado o el rojo granate —, observándome con atención—. Ambas opciones te hacen ver como la heredera de Avaloria.

Los recordaba bien. Mi madre había mandado confeccionarlos junto con otros vestidos especialmente para la celebración de mi cumpleaños. En aquel entonces, aún soñaba con el compromiso que ya no existía. Pero ahora, esos vestidos representarían algo diferente: un nuevo comienzo.




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