Las reuniones del Consejo seguían llevándose a cabo casi a diario. Discutían con vehemencia quiénes podrían ser los responsables del ataque durante el baile.
Mi padre, ya recuperado, asistía a cada una, acompañado por mi hermano Rowan. Yo, en cambio, solo asistía a veces. Mi padre insistía en que mantuviera un perfil bajo. Según él, mi presencia generaba más tensión de la necesaria.
Los rumores no tardaron en esparcirse por toda la corte como fuego en los campos secos. Decían que Drakhar había orquestado el ataque. Que la paz era solo una máscara. Un engaño cuidadosamente planificado para debilitarnos desde dentro.
Pero yo sabía que no era cierto.
El baile lo había organizado Rowan después de lo que le conté, no Theron, estaba segura de que Drakhar no nos había traicionado. No fue Theron. Ni su padre. Lo sabía, en lo más profundo de mi ser.
Aun así, cada vez que me atrevía a defenderlos durante las sesiones del consejo, se me devolvía con miradas frías y cuestionamientos hirientes.
Me acusaban de estar manipulada. De haber sido seducida por él. De no ser objetiva por mi cercanía. Otros ni siquiera disimulaban su desprecio y dejaban caer comentarios maliciosos sobre mi reputación.
Por eso, mi padre prefirió que me mantuviera al margen. Que guardara silencio.
Pero ¿cómo podía callar, cuando sabía que estaban cometiendo un error?
Culpaban a los que no eran.
Perdían tiempo y credibilidad, mientras los verdaderos culpables seguían libres, invisibles, tal vez incluso entre nosotros.
La corte entera dudaba de Drakhar. El miedo se apoderaba de Avaloria como una enfermedad silenciosa.
No había pruebas reales contra ellos, pero tampoco había nada que los exculpara. Y en ausencia de certezas, los rumores se convertían en verdades.
Dolorosas. Injustas. Peligrosas.
Theron estaba convencido de que Valtaris tenía algo que ver. Y aunque comprendía su rabia y sus dudas, había una parte de mí que se resistía a creerlo. Después de todo, Aldric —por despreciable que fuera— formaba parte de una historia entre nuestros reinos que se remontaba a décadas atrás. La amistad entre nuestras madres, los pactos, las guerras que habíamos librado juntos… ¿por qué sabotearían ahora un acuerdo que también los beneficiaba?
Pensé en otras posibilidades. Una rebelión interna, tal vez. Ciudadanos de Avaloria que rechazaban la alianza. Que veían con recelo a Theron y su gente. Pero tampoco había pruebas de eso. Nada más que suposiciones. Y el tiempo seguía corriendo.
Me sentía inútil.
Como una pieza decorativa en un tablero donde ya nadie me escuchaba.
Una princesa sin poder. Una voz sin eco.
Lo peor era que, en el fondo, sabía que el reloj avanzaba hacia algo inevitable.
Algo que no iba a poder detener.
Hoy era uno de esos días en los que me presentaba únicamente para escuchar cómo mi padre y mi hermano debatían con el Consejo del Reino.
Otra interminable sesión en la que buscaban anular el reciente tratado con Drakhar y reanudar la absurda guerra en la frontera.
Sus voces se volvían un eco lejano mientras mi mente divagaba.
Ya no podía quedarme callada, aunque mi padre me hubiera pedido discreción. No quería añadir más leña al fuego, así que decidí retirarme antes de que mi paciencia se rompiera por completo.
Aproveché una breve pausa en la reunión. Muchos consejeros se habían dispersado en pequeños grupos, murmurando entre sí, así que comencé a alejarme con la intención de salir de esa sala sofocante.
Pero entonces, la puerta principal se abrió.
No estaba preparada para lo que iba a ocurrir.
Una sirvienta cruzó el umbral, escoltada por dos guardias reales. Su expresión era pálida, casi temblorosa, como si cargara con un mensaje que quemaba entre sus manos.
En ese instante, sin saberlo, la balanza de mi vida estaba a punto de inclinarse hacia un abismo del que no habría retorno.
Los murmullos se apagaron tan pronto como la sirvienta entregó el rollo sellado a mi padre. Todos los ojos se clavaron en él cuando rompió el lacre con manos tensas.
El silencio se volvió pesado, cargado de anticipación y peligro.
—¿Qué es eso? —preguntó uno de los consejeros.
Un documento. Un tratado. Fue hallado en la recamara en la cual se habían instalado el líder Varian y su esposa.
Al principio, nadie entendía su contenido: un pergamino sellado con la marca de Drakhar, con el nombre de Theron estampado en tinta negra y las palabras que que alteraron por completo el curso de nuestras vidas:
«Los clanes del norte han acordado aliarse con Drakhar bajo una sola condición: la princesa Aveline de Avaloria deberá ser entregada en matrimonio a Theron, heredero de los rebeldes. Solo así, se asegurará una unión firme entre nuestras fuerzas y se garantizará la caída del poder central de Avaloria.»
#233 en Otros
#35 en Novela histórica
#831 en Novela romántica
triangulo amoroso celos traicion drama, matrimonio arreglado realeza, enemigo obsesionado
Editado: 17.08.2025