El Engaño

Días tranquilos

Jonathan se veía más alegre desde que comenzó a ir a la casa de Albert y Claire para jugar con Philip y esperaba con ansias el día para ir. Amelia también se sentía muy feliz, le gustaba cuando Jonathan regresaba y le contaba todo lo que había hecho, estaba muy agradecida con Albert y Claire por tratar tan bien a su hijo y por haberle permitido ser amigo de Philip, aunque no podía agradecerles directamente.

—Date prisa Jonathan, no demoran en llegar por ti—  le dijo Amelia

—No encuentro mi carro—  estaba corriendo de un lado a otro buscando su carrito de madera

—Ayer te vi jugando con él en el cuarto de tu tío, de seguro debe estar debajo de su cama— Jonathan entro corriendo al cuarto de Tom y miro debajo de la cama, pero no lo vio, luego se puso a buscar por todo el cuarto

—¿Quién eres? —  Jonathan se asustó al escuchar esa voz, se giró rápidamente y vio que su tío Tom lo estaba mirando, aunque le estaba costando mantener los ojos abiertos

—¡Mama! — comenzó a llamarla sin moverse de donde estaba —¡Mama!

—¿Qué sucede? —  entro corriendo al cuarto —¿Por qué gritas? — Jonathan no dijo nada, solo señalo a su tío, Amelia miro hacia donde estaba señalando su hijo y no pudo creer lo que estaba viendo —¡Tom! —  grito de alegría y corrió a su lado —Estás despierto—  no pudo contener las lágrimas de alegría —Por fin despiertas—  lo abrazo con fuerza, comenzó a reír de la emoción  

—Me estás lastimando—  dijo débilmente sin poder levantar sus brazos, no tenía fuerza para levantarlos

—Lo siento—  se alejó de inmediato, mientras limpiaba sus lágrimas —No puedo creerlo—  dijo sin dejar de ver a su hermano, estaba tan feliz de volver a ver sus ojos y de escuchar su voz

—¿Qué paso?, ¿Dónde estoy? —  no reconocía el lugar donde estaba, con sus ojos entrecerrados miro hacia todos lados, Amelia se dio cuenta de que la luz le estaba molestado y le ordeno a Jonathan que cerrara las cortinas

—¿Qué es lo último que recuerdas? —  se volvió a acercar a Tom y tomo su mano

—Estábamos en la casa de los Foster—  dijo después de un momento, se notaba que le estaba costando recordar —Todos empezaron a pelear— hacia una larga pausa cada vez que hablaba, poco a poco iba recordando —Ray le disparo al señor Richard, todo se volvió un caos—  su cabeza había comenzado a dolerle y Amelia también lo noto

—Dejemos así, no es necesario que sigas recordando, después tendremos tiempo para hablar— acaricio su rostro, en ese momento tocaron a la puerta —Ya vengo, tendré que dejarte solo un rato, iré por el doctor—  beso su frente, luego tomo a Jonathan de la mano y salieron del cuarto —No le vayas a decir a nadie que tu tío despertó—  le dijo mientras bajaban las escaleras, sabía que era el chofer de Albert. Hubiera preferido que se quedara, pero Albert sospecharía si Jonathan no iba, no quería que ellos tampoco se enteraran —¿Me prometes que no le dirás a nadie? —  se detuvieron frente a la puerta

—Si—  dijo Jonathan asintiendo

—Este será un secreto entre los dos—  se agachó y beso su mejilla —Cuando regreses te tendré tus dulces favoritos

—¡Sí! —  comenzó a saltar emocionado y luego abrazo a su madre. Amelia se levantó y abrió la puerta

—Buenos días—  saludo el chofer

—Buenos días—  dijo Amelia

—Buenos días—  dijo Jonathan

—Recuerda portarte bien—  volvió a besar su mejilla y se quedó en la puerta hasta que los vio marchar.

Cuando ya los perdió de vista, tomo su bolso y salió corriendo al pueblo más cercano. Le tomaría una hora en llegar al consultorio, no podía ir a la ciudad, le tomaría mucho más tiempo. Desde que se fue a vivir a la casa del lago, empezó a llevar a Jonathan al doctor del pueblo cuando se enfermaba y él también iba una vez al mes para revisar a Tom, trataba de ir a la ciudad solo si era estrictamente necesario. El consultorio del doctor quedaba en su misma casa, su esposa era su enfermera, se habían hecho muy buenos amigos y lo mejor de todo, era que no sabían nada de ella, ni de sus hermanos, ni de lo que sucedió con la familia Foster.

—Doctor Bennett—  entro corriendo al consultorio —Necesito su ayuda urgente

—¿Qué sucedió? —  el doctor Bennett ya era un hombre de más de sesenta años, su cabello estaba completamente blanco y las arrugas de su rostro ya demostraban su edad —¿Le paso algo a Jonathan? —  acomodo sus gafas preocupado

—No, es mi hermano—  tenía una sonrisa de oreja a oreja —Tom despertó

—¿Cuándo?

—Hace poco, vine de inmediato

—Llegaste en buen momento—  miro su reloj —Tengo un paciente a las once, puedo ir a verlo ahora mismo— los dos salieron del consultorio y se subieron al carruaje del doctor. Les tomo solo quince minutos regresar. El doctor subió rápidamente y se sorprendió al verlo despierto —Hola Tom—  lo saludo —Soy el doctor George Bennett, vine a ver como estabas, me da gusto conocerte

—Mucho gusto—  dijo un poco confundido

Había querido preguntarle más cosas a Amelia, pero salió tan rápido de su cuarto que no le dio tiempo. El doctor comenzó a revisarlo, mientras Amelia esperaba pacientemente a que le dijera como estaba.

—Se encuentra bien, pero tendrá que pasar por un largo proceso de recuperación—  dijo guardando sus cosas —¿Antes utilizaba anteojos?

—No—  respondió Amelia

—Entonces tendré que formularle unos— saco su libreta y comenzó a escribir —Tengo un amigo que trabaja en Londres—  le entrego el papel a Amelia —Él puede venir hasta aquí para hacerle el examen, después podrá ir a recogerlos

—Muchas gracias—  no tenía ningún deseo de ir a Londres, pero por Tom iría a donde fuera

—Le diré a mi esposa que venga todos los días para que los ayude

—Muchas gracias doctor, me será de gran ayuda que la señora Jane venga— el doctor le dio las últimas indicaciones y luego se fue

—Ahora si puedes decirme que está pasando—  se notaba que estaba angustiado y confundido —¿Qué me paso? ¿Por qué casi no me puedo mover?




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