Catherine había puesto a preparar un poco de té, ya que era lo único que tenía para ofrecerle. Nathan se había sentado en la vieja mesa que tenía en la cocina, se quedó mirando toda la casa. No era muy grande, la cocina era pequeña, tenía una sala donde había unos muebles igual de viejos que las cosas que tenía en la cocina, al fondo se veía que había una habitación, la puerta estaba cerrada, así que no pudo ver si ese era su cuarto. Sintió rabia y dolor al ver que Catherine tuvo que vivir en una pocilga como esa todo ese tiempo, un hueco lleno de cucarachas y ratas que vio caminar por las paredes y los rincones de la casa.
—Discúlpame por no ofrecerte nada más— dijo dejando la tasa sobre la mesa
—No tienes por qué disculparte— miro la tasa rota y el té que había sido preparado con agua sucia. De nuevo sintió rabia al saber las condiciones tan horribles en las que había estado viviendo su hermana
—Estoy muy feliz de volver a verte— se sentó frente a él —Pero es mejor que te vayas antes de que Larry regrese, se molestara mucho si te ve aquí
—No tienes por qué volver a preocuparte por eso, no me voy a ir de aquí sin ti— Nathan pudo notar el temor en su voz
—No quiero tener problemas, me golpeará si lo llego a desobedecer— Nathan no dijo nada, pero se dio cuenta del control que ese hombre tenía sobre ella
—¿A qué hora regresa?
—No demora en llegar, los viernes sale a tomar desde temprano y regresa antes de las siete— se puso de pie y comenzó a sacar algunas cosas de una canasta y empezó a preparar algo de comer —Tengo que tener la comida lista para cuando llegue— Nathan se levantó y la tomó de las manos
—Catherine, ya no tendrás que volver a hacer nada por ese hombre— la tomo del mentón y giro su rostro para que lo viera a los ojos —Ya no tienes que preocuparte si se enoja o no, hoy mismo te irás de aquí, regresarás conmigo a Londres
—¿Mamá? — Nathan se giró al escuchar la voz de una niña —¿Quién es ese hombre? — la pequeña se quedó mirándolo. Parecía tener tres o cuatro años, estaba muy flaca y vestía solo un camisón roto y sucio
—Será mejor que regreses a tu cuarto— Catherine corrió hacia ella —Ya sabes que a tu padre no le gusta verlos despiertos después de las siete
—Es que tengo hambre
—Si sobra de lo que le prepare te lo daré más tarde
—Hola— Nathan camino hacia ella y se arrodilló para quedar a su altura —Soy tu tío Nathan
—Hola— respondió la pequeña un poco tímida
—¿Cómo te llamas?
—Emma— el corazón de Nathan se encogió al escuchar que se llamaba como su madre
—¿Cuántos años tienes Emma?
—Tengo seis— se veía más pequeña de lo que era, estaba tan desnutrida que era poco lo que había crecido
—¿Qué quieres comer?
—No sé— dijo encogiéndose de hombros —Cualquier cosa
—¿Qué dirías si te dijera que a partir de hoy podrás comer todo lo que quieras? — la pequeña miro a su madre confundida, quien no supo qué decirle
—¿Lo que quiera? — pregunto volviendo a mirar a Nathan quien asintió
—Sí, lo que quieras, es más— acaricio con ternura su mejilla —Hay un delicioso banquete esperándote en este momento— los ojos de la pequeña se iluminaron —¡Max! — dijo Nathan poniéndose de pie, uno de los hombres que había venido con él, entro en la casa
—Si señor— dijo el hombre
—Dile a James que venga— el hombre volvió a salir de la casa
—¿Qué pasa? — pregunto Catherine
—¿Dónde están tus hermanos? — le pregunto a Emma, la pequeña solo señalo hacia la izquierda. Nathan miró hacia donde estaba señalando y vio otra puerta
—Si señor— dijo james cuando entro en la casa, Max estaba junto a él
—Saquen a los niños que están en ese cuarto y llévenlos al auto— los hombres asintieron y se dirigieron al cuarto
—¿Qué estás haciendo? — pregunto Catherine asustada —Si Larry regresa y no nos encuentra se pondrá furioso
—Ese bastardo no te volverá a poner una mano encima ni a ti ni a tus hijos— se quitó su abrigo y se lo puso a Catherine, luego alzo a Emma y se la entregó. Los dos hombres salieron con un niño en cada brazo, los cuatro estaban medio dormidos. Al igual que Emma, estaban muy flacos y vestidos con harapos
—James te llevará al hotel donde me estoy quedando en Edimburgo— le dijo a Catherine después de entregarle a Emma, hay alguien que te está esperando allá— Catherine no supo qué decir, se había quedado paralizada, le parecía imposible que finalmente fuera a irse, si estaba soñando no quería despertarse y darse cuenta de que nada de eso era real
—Después de que los dejes en el hotel, regresa por nosotros, Max se quedara conmigo— los dos hombres salieron con los niños —Ve con James, él no dejara que nada les pase— beso a su hermana en la frente y luego la tomo del brazo para llevarla hasta el auto
—¿Qué vas a hacer? — pregunto Catherine cuando se subió al automóvil
—Asegurarme de que nunca más vuelvas a ver a ese hombre— Nathan iba a regresar a la casa, pero Catherine lo tomo de la mano
—¿Estoy soñando? — dijo con lágrimas en los ojos
—No, hoy se acabó la pesadilla— beso su mano y cerró la puerta del auto dándole la orden a James para que se fueran de inmediato
Nathan volvió a entrar a la casa junto con Max, los dos esperarían a que Larry regresara. No tuvieron que esperar mucho, llego media hora después de que Catherine se hubiera ido.
—¡Catherine! — entro gritando, alguien le había dicho que vio a un hombre entrar a la casa —¡Maldita perr…! — se detuvo cuando vio a Nathan sentado en la mesa de la cocina, aunque tampoco lo reconoció, Max estaba de pie junto a él —¿Quiénes son ustedes?
Nathan no respondió de inmediato, solo se quedó mirándolo. A diferencia de Catherine y sus hijos, el sí estaba gordo y su ropa estaba en mejores condiciones. Miro su rostro y pudo reconocerlo, recordó haberlo visto entrar a la casa. Su rostro y el de los demás se había quedado grabado en su memoria