El Engaño

Una larga historia

—¿Es para mí? —  pregunto Jonathan

—Sí, ábrelo—  dijo el doctor Bennett. Jonathan abrió el regalo y se sorprendió al ver que era un libro sobre medicina

—Mira mama—  levanto el libro para mostrárselo a su madre, Amelia sonrió al verlo tan feliz

—Para que te vayas preparando para cuando seas grande y puedas ir a la escuela de medicina

—Muchas gracias—  dijo Jonathan mientras pasaba las hojas emocionado

Desde que Amelia había empezado a trabajar como enfermera en el consultorio del doctor Bennett, Jonathan iba todos los días después de la escuela para acompañarla. Al pasar todas sus tardes en el consultorio, comenzó a interesarse por la medicina y el doctor Bennett no perdía oportunidad para enseñarle varias cosas. Amelia estaba muy feliz de que Jonathan se hubiera interesado en la medicina, le gustaba la idea de que su hijo se dedicara a ayudar a las personas, ese era un camino completamente opuesto al de su familia.

—Es todo por hoy—  dijo el doctor —La señora Green era la última paciente

—Muchas gracias por el regalo—  dijo Amelia mientras recogía sus cosas

—Mañana me contarás lo que aprendiste—  le dijo a Jonathan

—Si señor—  asintió cerrando el libro, tenía una sonrisa de oreja a oreja

—Hasta mañana—  Amelia se despidió tomando a Jonathan de la mano, el pequeño también se despidió y salieron juntos. Con lo que ganaba en su trabajo, Amelia se compró un carruaje para llevar a Jonathan a la escuela y para ir al consultorio y para regresar más rápido a casa —Tienes que cuidar mucho ese libro

—Lo leeré todo hoy—  lo tenía abierto sobre sus piernas, estaba entretenido viendo los diagramas que tenía

—No te vayas a trasnochar, sino mañana se te hará tarde para la escuela

Aunque le dijo eso, Jonathan no dejo de verlo. Ese era su primer libro de medicina, tenía tanta curiosidad por seguir aprendiendo, que lo leería varias veces. Solo lo soltó cuando llegaron a casa y Amelia le dijo que hiciera sus tareas y después le ayudara a preparar la cena, pero incluso mientras comían, seguía leyéndolo, lo había puesto a un lado sobre la mesa.

—Ayúdame a recoger la mesa—  se levantó y le quito el libro —Después de que lavemos los platos te irás a dormir

—Pero todavía no lo he terminado de leer—  estiro su mano para que se lo devolviera

—No, si te lo dejo te acostarás tarde y mañana no habrá nadie que te levante

—Pero mama…

—Pero nada, mañana podrás seguir leyéndolo cuando salgas de la escuela—  lo puso sobre la repisa más alta que había en la cocina —Ahora ayúdame a lavar los platos

Jonathan se puso a lavarlos a regañadientes, a Amelia le causo gracia verlo molesto. Después de que terminaron de lavar los platos, Amelia lo iba a llevar para que se acostara, pero en ese momento llamaron a la puerta. A Amelia le extraño, ya que no estaba esperando a nadie.

—¿Quién es? —  pregunto Jonathan deteniéndose a mitad de las escaleras

—No sé, espérame aquí—  Amelia regreso, no podía imaginar quien pudiera ser a esa hora, se acercó a la entrada y miro por la ventana, vio a un hombre que estaba al frente, no pudo ver bien quien era por la poca luz que había además porque tenía puesto un sombrero —Buenas noches—  dijo abriendo un poco la puerta

—Discúlpame por venir a esta hora—  dijo el hombre quitándose el sombrero para que lo viera bien

—Stanley—  dijo Amelia abriendo más la puerta —No sabía que habías regresado—  le indico que siguiera

—Acabo de llegar—  siguió hasta la sala —Hola Jonathan—  saludo al verlo en las escaleras

—Hola— dijo saludándolo con la mano

—Vete a tu cuarto, en un momento subo—  le ordeno Amelia, Jonathan se despidió y subió corriendo las escaleras

—¿Deseas algo de tomar?

—No, gracias, no me voy a demorar mucho

—¿Qué descubriste? —  pregunto después de asegurarse de que Jonathan no los estuviera escuchando

—Tenías razón, Francis ha estado entrando contrabando—  se sentó

—¿Entonces ya puedes arrestarlo? —  pregunto Amelia emocionada de que finalmente hubieran encontrado algo en contra de Francis

—No será tan fácil—  dijo seriamente lo que confundió a Amelia

—¿Por qué? —  ella también se sentó

—Primero tengo que reunir pruebas de que ha estado entrando contrabando, con una sola vez no será suficiente, pero eso tampoco será nada fácil—  la emoción que Amelia había sentido al principio se desvaneció al ver el rostro derrotado de Stanley —Al parecer varios oficiales de aduana están trabajando con él

—Pero tú viste lo que hacían, ¿No es suficiente?

—Desafortunadamente, no es tan sencillo, mi solo testimonio no será suficiente, necesitaré pruebas

Amelia no podía creer lo que había escuchado, parecía como si nada de lo que hiciera fuera suficiente para que los descubrieran, todo siempre se reducía a la falta de pruebas. Se sentía tan impotente. La frustración que estaba sintiendo en ese momento le hizo sentir rabia. Apretó sus manos con fuerza, no estaba dispuesta a que las cosas se quedaran así.

—Yo conseguiré esas pruebas—  dijo finalmente

—¿Cómo piensas hacerlo?

—Dentro de un mes Eleanor organizará la fiesta de beneficencia que hace todos los años, Francis siempre asiste con sus amigos y socios, si voy, estoy segura de que descubriré algo

—Pero nunca has asistido, ¿no crees que les parecerá extraño que esta vez sí vayas?

—Todavía falta un mes, ya me inventaré alguna excusa para ir­— aunque dijo eso, no estaba segura de que sus hermanos le creyeran, pero tendría que arriesgarse

—No estoy seguro, es mejor que no te arriesgues, ya buscaré otra forma de demostrar lo que descubrí

—¿Y cuánto tiempo pasará hasta que lo consigas? —  ya estaba cansada de esperar —Yo tengo más posibilidades de hacerlo

—Pero la gente con la que Francis se está relacionando es gente peligrosa




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