El engaño de la rosa

Capitulo 8

En un pequeño salón en el centro de la ciudad un hombre rubio de ojos color violeta y apariencia angelical ocultaba su presencia mientras esperaba a su amada. Ese hombre era el tercer príncipe y el favorito del emperador, Dominic Rowen de Carmiliam.

Miraba el reloj un poco ansioso, debido a sus ocupaciones no había podido ver a su delicada y amada Dayana, cuando la vio por primera vez pensó que los ángeles habían descendido del cielo a la tierra, cabello dorado como el sol, muy hermosa. Aunque estaba acostumbrado a mujeres hermosas, dentro de ellas su amiga de la infancia Elena, no era como la delicada amante que necesitaba de su cuidado y cariño.

La puerta de la habitación se abrió y una pequeña figura envuelta en una capa se lanza en los brazos de hombre, este la recibe y quita la capa sobre su cabeza para encontrarse con el pequeño rostro sonrojado de Dayana, sus mejillas con un tenue rosa, al igual que sus delicados labios muy provocativos para él, la mujer menuda encajaba perfectamente en sus brazos. En ese instante Dominic sonrió, inclino su rostro y poso sus labios sobre la frente contraria.

Dayana se apartó rápidamente de los brazos del príncipe fingiendo un poco de vergüenza por debido al beso. Aunque estaban en una relación romántica, no podía darle demasiado, los hombres se aburren con facilidad, y no se permitía perder al escalón mas importante para llegar a la cima.

—¿Estas cansada?

—No, no lo estoy. Solo deseaba llegar pronto…

Dominic observo a la mujer algo avergonzada, vio cómo se mordía los labios y trataba de esconder el rubor.

Tan linda, pensó.

Reaccionado un poco Dominic decide preguntarle sobre Elena, supo hace unos días que había regresado al ducado, esto lo hizo sentir mejor. Como su amigo no pudo ayudarle, solo consoló a Dayana que en ese momento se encontraba asustada. Esa noche las dos vestían el mismo atuendo, así que pensó que su amada pudo ser la victima y entro en pánico, pero eso le hizo sentir algo culpable con su amiga.

Al escuchar al príncipe mencionar a Elena, el rostro de Dayana se oscureció por unos segundos sin que él lo notara, sintió un poco de celos, pero aun así decidió responder con calma.

—Ella esta bien, no esta lastimada. Además, asistirá a la fiesta de te organizada por la princesa Aston.

Al final de su oración había una connotación de tristeza, Dominic ve a su amada agraviada.

—¿Paso algo?

—Nada…— negó, pero el insistió hasta hacerla hablar —Pienso que Elena esta un poco extraña, no me ha buscado para ir a la fiesta de té, no sé qué hice pasa hacerle enojar.

—No te preocupes, quizás solo esta ocupada. De todos modos, te encontraras con ella en la fiesta, y si te hacen algo me lo puedes decir, no dejare que nadie te intimide.

La consoló, luego duraron una hora mas juntos antes de despedirse cada uno por su lado evitando ser vistos.

En la mansión Harlikc, Elena ha estado ocupada entre clases de defesa y la administración del ducado. Tampoco se olvido de asistir al evento de su hermano menor, quedo sorprendida por sus habilidades con la espada, así que decidió premiarlo regalándole un cachorro de lobo, estos animales eran salvajes, pero bajo buenos cuidados eran leales a sus amos.

Estefan como todo niño de su edad quedo fascinado por su nuevo amigo peludo. Así que la vida para ella y su familia trascurrió con calma y calidez.

Llego el día de la fiesta de té, las doncellas de Elena preparon el vestido, las joyas y los zapatos con todo el decoro que una princesa del linaje Harlikc debería tener.

El vestido puesto en ella era exquisito, el color lila resaltaba su piel blanquecina, y el maquillaje en su rostro era delicado dándole una apariencia suave y juvenil.

El cabello estaba recogido elegantemente en una trenza suelta la cual estaba adornada con varias cintas y joyas en forma de mariposa, dos mechones ondulados quedaron sueltos enmarcando su pequeño rostro.

—Oh Dios mío, que hermosa es la princesa — varias doncellas exclamaron, aunque Elena como noble vestía bien siempre la ropa que elegia la hacia ver mayor y rígida, pero este cambio de atuendo hacia que la gente pensara que las hadas existen.

No eran solo las doncellas, Elena misma estaba impresionada al verse. En el espejo sonrió así misma, y las doncellas quedaron anonadadas por su belleza. Por fin se vestía como una chica de su edad, el estilo simplista demasiado conservador que usaba la hacían ver unos años mayor.

Ya lista, elena salió de la mansión en un carruaje escoltada por los caballeros asignados por su padre hacia la mansión Aston. 




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